Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 12 de julio de 2015 Num: 1062

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Ángel Rosenblat
y la filología

Leandro Arellano

Amores fragmentados
Febronio Zatarain

Magia
Diego Armando Arellano

Afrodiáspora:
del fuego y del agua

Esther Andradi entrevista con Susana Baca

El prodigioso Jean Ray
Ricardo Guzmán Wolffer

El asombro ante
el mundo y el Tao

Manuel Martínez Morales

Graham Greene: dos encuentros con la Iglesia
Graham Greene y Rubén Moheno

Rolling Stones:
¿la última gira?

Saúl Toledo Ramos

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Foto: Monocityjim/ bajo licencia Creative Commons CC-BY-SA-3.0
Fuente: commons.wikimedia.org
Su nueva creación reúne el sufrimiento de los
ancestros africanos a lo largo de América
Cuando los pies desnudos de Susana Baca (Lima, 1944) tocan el escenario, se produce una alquimia entre ella y su público: se llora, se canta, se ríe, se siente. Su menuda figura y su sonrisa abierta abrazan el corazón de los oyentes, que vibran junto a ella como una sola cuerda. El baile, los tambores, las voces, los susurros que Susana despliega, generan una energía que moviliza todos los mitos del continente. Afrodiáspora, su nueva creación, reúne el sufrimiento de los ancestros africanos a lo largo de América, las humillaciones de los pueblos originarios y el mestizaje; son los sonidos de la sanación. A finales de los setenta en Lima, el nombre de Susana Baca era el secreto mejor guardado entre los grandes músicos y poetas de la música peruana: Chabuca Granda, César Calvo, Nicomedes Santa Cruz. La volví a encontrar en Buenos Aires en los noventa, cuando su voz única había sido “descubierta” por David Byrne, quien la incorporó en su recopilación
El alma del Perú Negro. El músico escocés incluyó “María Landó” en ese trabajo, interpretación que reúne la sabiduría y belleza de la dedicación de Susana Baca a la recuperación de la música afroperuana. La reencontré en Berlín, cuando ya investida como ministra de Cultura de gabinete del presidente Ollanta Humala, el público la ovacionó varios minutos de pie. Y aunque su cargo duró lo que un suspiro (en diciembre de 2011 presentó su renuncia junto a otros ministros del gabinete), su designación fue un símbolo que ella sigue cantando: la inclusión de la cultura afroamericana en la vida peruana.

entrevista con Susana Baca

Esther Andradi

-Crecí en un mundo de ascendencia española. En Lima se resaltaban los valores europeos. Yo aprendí a vivir como afrodescendiente y a bailar con la música que se hacía en la casa, porque esa música no se oía en las radios ni había grabaciones, sólo se practicaba en el ghetto familiar. Cuando vinieron a elegir chicas del grupo para la danza en la escuela, pues pensé que a mí me iban a elegir porque mi madre me enseñó a bailar. Pero sólo eligieron a las niñas blancas y las niñas negras no aparecíamos. Entonces sentí en carne propia esa cosa de separar, de segregar. En la escuela no nos enseñaban estas músicas, pero en la casa sí. Y sabíamos que estos ritmos eran nuestros, y cuando te levantabas a medianoche para espiar lo que estaban haciendo los grandes y veíamos a las abuelas bailando la zamacueca, decías: “¡Qué maravilla, esto es mío!”

–¿Ha cambiado Perú desde entonces?

–Muy poco, y hay racismo porque en gran parte no nos conocemos, no conocemos lo valiosa que es la cultura del otro: el quechua por ejemplo, el aymara, que nos hace un país con una densidad poética inmensa. El Perú es un país de poetas precisamente por esa mezcla que tenemos, “todas las sangres”, como decía Arguedas, ese hombre maravilloso.

–¿Cómo reconstruir la memoria?

–Es difícil, porque el pasado fue como borrado. Pasó a ser una vergüenza ser negro. Cuando hablabas con los viejos decían: “Sí, pues, eso eran los negros”, y cuando les preguntabas decían: “Pues no me acuerdo, eso fue el tiempo de los esclavos.” No recordaban, no querían recordar, porque fue una presión muy grande ser esclavo, ser descendiente de esclavos, hay el deseo de esquivar, pero hoy los jóvenes ya no quieren esquivar nada, aceptan que son afrodescendientes, son felices de serlo, somos diferentes, se califican diferentes, pero se sienten en igualdad de derechos con los demás.

–¿Cuál es la característica especial de la música afroperuana?

–La música afroperuana tiene una peculiaridad: no estaba nombrada. La música “criolla” englobaba el festejo, el landó, la zamacuenca. Con el trabajo de Nicomedes Santa Cruz, y el mío propio, hemos dedicado tiempo a recopilarla, a separarla para estudiarla, para hacerla evidente. Había que sacarla de ese conglomerado, hacerla visible, para que la gente la reconozca como suya y se sienta orgullosa de su aporte. Es decir, diferenciarla para poder incluirla.

–Cuéntame de Afrodiáspora, tu nueva creación.

–Ha sido un trabajo muy hermoso, que nos llevó mucho tiempo. Hemos trabajado con artistas invitados, con amigos y compañeros, como René Pérez, de Calle 13. Este disco es una fiesta, una fiesta de africanidad. Celebramos nuestra africanidad en América, eso es Afrodiáspora.

–Un viaje intenso...

–Un viaje por muchos países, por muchos ritmos, por muchas maneras de sentir la música desde la raíz de los afrodescendientes. Es el recorrido por la diáspora africana, los africanos traídos a América que en condiciones de esclavos se situaron en diferentes regiones. Fueron aportando a cada país su manera de ser, su cultura. En nuestro país se da la mezcla de lo español, de los pueblos originarios del Ande y la selva, y de lo afroperuano. Es una mezcla de tres encuentros de culturas muy fuertes y resulta una música muy especial. Fue muy grato trabajar los ritmos de Puerto Rico, allí la diáspora dejó dos ritmos tan especiales como la “plena” y la “bomba”. Hemos trabajado los Tambores de Miranda de Venezuela, un folclore poco conocido. Son los tamboreros que celebran la fiesta de San Juan en esta región de Miranda, en Venezuela. También está México con un huapango, era increíble ver cómo un tondero peruano podía moverse junto al huapango, y los músicos mexicanos tocaron huapango y los peruanos tocaron tondero y se encontraban. Es eso: la música hace que nos juntemos, que nos entendamos. Yo siento eso con la música.

–El viaje los llevó hasta Nueva York.

–Hasta allí llega la diáspora, por supuesto. Viví en Nueva Orleans un tiempo y me sacó el huracán Katrina. Fue para mí una revelación este lugar, una música extraordinaria, una vivencia musical muy fuerte. En esa canción pasamos del funk al festejo, al ritmo afroperuano. Fue también muy fácil para los músicos del sur de Estados Unidos pasar con sus trombones a tocar en el 6 por 8, el compás nuestro.

–¿Y la colaboración con René Pérez de Calle 13?

–Muy linda. Él es de mucho temperamento, incluyó unos versos que él mismo recita en medio de mi canción: “Hasta a las palmeras les salen piernas cuando se escuchan los tambores.”