Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 12 de julio de 2015 Num: 1062

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Ángel Rosenblat
y la filología

Leandro Arellano

Amores fragmentados
Febronio Zatarain

Magia
Diego Armando Arellano

Afrodiáspora:
del fuego y del agua

Esther Andradi entrevista con Susana Baca

El prodigioso Jean Ray
Ricardo Guzmán Wolffer

El asombro ante
el mundo y el Tao

Manuel Martínez Morales

Graham Greene: dos encuentros con la Iglesia
Graham Greene y Rubén Moheno

Rolling Stones:
¿la última gira?

Saúl Toledo Ramos

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 
 
Leandro Arellano
De origen polaco, se estableció en Venezuela,
donde desarrolló una amplia labor académica

Una tendencia natural y lecturas varias en diferentes etapas nos aficionaron a esa rama sigilosa e ilimitada que es la filología. La devoción por Alfonso Reyes nos había inducido al trato con maestros y autoridades en esos terrenos: Rufino José Cuervo, Ramón Menéndez Pidal, Amado Alonso y varios más. Más cercana en tiempo, la lectura de Los mil y un años de la lengua española y otras obras de Antonio Alatorre ocupan un lugar decisivo en ese sentido.

A partir de entonces –bien que no fueron pocas las lecturas precedentes–, aquella afición se tornó recurrente y metódica. Ya en nuestra etapa rumana, un día de muertos organizamos en el Instituto Cervantes de Bucarest un seminario sobre los modismos de los países hispanohablantes, con la participación del maestro Ricardo Senabre, de la Universidad de Salamanca.

En todo caso, creo recordar, que de Alatorre tuve la primera referencia de Ángel Rosenblat. Éste fue un hombre con una pasión profunda por las palabras –el Humboldt de las palabras, lo llama Mariano Picón Salas, su compatriota. Rosenblat nació en Polonia en 1902, pero sus padres lo llevaron a Argentina cuando contaba con seis años. En 1930 viajó a Berlín y de allí se trasladó a Madrid, acosado por el antisemitismo. Trabajó en el Centro de Estudios Históricos de Madrid con Ramón Menéndez Pidal.

En 1946 se estableció en Venezuela, donde desarrolló una amplia labor académica. Fundó el Instituto de Filología Andrés Bello de la Universidad Central de Venezuela en 1947, que dirigió hasta su muerte, el 11 de septiembre de 1984. Se cumplieron treinta años de su muerte, pues, en septiembre del año pasado.

En México fue imposible conseguir alguno de sus libros. En Caracas tampoco se hallan con facilidad en librerías comunes, descubrimos más adelante, a pesar de ser extensísima su obra. En La Gran Pulpería de Caracas, una de las grandes librerías de segunda mano, sin embargo, pudimos allegarnos una media docena. Comenzamos la lectura por un tomito simpatiquísimo, Temas navideños, editado por Monte Ávila Editores en 1973, en el que Rosenblat hace una historia amorosa y documentada de los aguinaldos (villancicos, cantos navideños), de los pesebres o nacimientos y de las hallacas, la variante venezolana de los tamales mexicanos.

El nombre de Venezuela fue la siguiente lectura. La edición que obtuvimos es un librito pálido, publicado en 2000 como un homenaje al autor. Como el nombre lo indica, Rosenblat rastrea la historia, antecedentes y elementos formativos del nombre de otra Venecia –como designaban los conquistadores a las poblaciones asentadas sobre el agua–, desde el arribo de los españoles al continente hasta el siglo XX.

Un conjunto de ensayos y estudios, una especie de antología breve en conmemoración del filólogo, constituye Páginas, editado por el Departamento de Lengua y Literatura de la Universidad Simón Bolívar, en 1990.

Rosenblat hace un homenaje a Andrés Bello y discurre sobre las aportaciones lingüísticas del maestro latinoamericano en otro tomito titulado El pensamiento gramatical de Bello, editado por el Ministerio de Educación en 1965. De la Gramática, de Bello anotamos dos opiniones centrales de Rosenblat: “La Gramática de Bello es el primer gran cuerpo de la gramática castellana”, y “En gramática castellana se puede estar en contra o a favor de Bello, pero siempre a merced de Bello.”

El sentido mágico de la palabra (Universidad Central de Venezuela, 1977) reúne una serie de estudios ya más especializados. Son textos, como toda su obra, sin la aridez que podría suponerse en materia tan especializada. Además del estudio que da título al libro, contiene “Fetichismo de la letra”. En él dedica uno de sus capítulos a la “X” de México, que sacaba de quicio a Unamuno. Por cierto que también Rosenblat prefiere y elige como correcta la “j” para México, al estilo peninsular. Pero justicieramente cita el dicho de Alfonso Reyes sobre el asunto: “Le tengo apego a mi x como a una reliquia histórica.” Y, lo sabemos, en asuntos de lengua el uso es ley.

“El castellano de España y el castellano de América” es otro estudio del libro, uno de los más interesantes; contiene la visión del turista en México y otros países de la América hispánica, con los consiguientes modismos particulares. Los estudios que completan el libro son “Lengua y cultura hispanoamericana: tendencia actuales”, “El criterio de corrección lingüística: unidad y pluralidad de normas en el castellano de España y América”, “La gramática y el idioma” y “El futuro de nuestra lengua”.

En Buenas y malas palabras (1956) se recoge gran parte de su trabajo sobre el español de Venezuela. Su obra comprende también estudios sobre Sarmiento y Unamuno, Ortega y Gasset, el Inca Garcilaso de la Vega, Montalvo, Amado Alonso –de quien fue discípulo–, Mariano Picón Salas y otros.

Conocedor de palabras, signos y conceptos, en otro de sus estudios recomienda “no confundir el mundo objetivo con el mundo gramatical. En el objetivo hay seres y cosas y en el gramatical hay nombres o palabras”. De modo que una de sus mayores obras es La lengua del Quijote, editado por Gredos en 1971. Sus virtudes son varias. Entre otras, el que no sea un catálogo de lugares comunes sobre el Quijote. Carece también de ciertas necedades en las que recalan algunos “cervantistas” o autores patrimonialistas del español, como si la lengua no fuese herencia de quienes la hablamos. Es, sobre todo, un ensayo en el que Rosenblat estudia la lengua del Quijote desde las perspectivas literaria, estilística y gramatical, una lectura que puede disfrutar no sólo el especialista.

La Biblioteca Ángel Rosenblat, editada por Monte Ávila, reúne en once tomos la obra completa del filólogo. Hemos tenido acceso a ella en visita reciente al instituto que él dirigió, el cual preserva su labor frente a toda adversidad. La directora y las investigadoras continúan la obra iniciada por este varón que se mantuvo huyendo por décadas de la persecución fascista. El inmenso y acreditado Fichero que ahí se preserva y cultiva –iniciado de su puño y letra– es un emblema de la voluntad civilizatoria. Y como si sondeara nuestras entrañas, la directora del instituto nos desafía: “¿Qué le parece si editamos la correspondencia de Alatorre y Rosenblat?”