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¡Ya basta!... ¡Basta ya!
¡Y

a basta!... ¡Basta ya! es un clamor que se generaliza en el país. Es una petición, súplica, plegaria y exigencia que se manifiesta en todos los lugares y en todas las formas: desde el comentario en familia, entre amigos, en centros de trabajo, hasta en manifestaciones tumultuarias, y sin lugar a dudas también en las altas esferas del poder político.

Evocando a Mario Vargas Llosa en su obra Conversación en la catedral, podríamos preguntarnos ¿en qué momento se jodió México?, y podríamos apuntar que cuando dejamos de regirnos por principios y valores universales, cuando el crimen organizado impuso su voluntad, cuando la impunidad y la corrupción superaron a la justicia, cuando permitimos que unos cuantos criminales lograran tomar el control de las decisiones de toda una sociedad.

¡Basta ya! No queremos más sangre. No queremos más muertes. No queremos más desparecidos… es el llamado de la Iglesia católica al gobierno mexicano, a quien le exige el esclarecimiento del asesinato del sacerdote Gregorio López Gorostieta, cuyo cuerpo fue encontrado el pasado 25 de diciembre con un balazo en la cabeza, por lo cual se presume fue víctima de una ejecución (http://bit.ly/1xsyE9n).

Este ¡Basta ya! es el segundo en menos de dos meses. El pasado 12 de noviembre los obispos de México en ocasión de asamblea ordinaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano, formularon la misma petición. En aquella ocasión manifestaban compartir el dolor de los familiares de las víctimas que han sido asesinadas o desaparecidas en hechos como los de Iguala y Tlatlaya, mismos que se sumaban a los miles de muertos y desaparecidos anónimos en diversas regiones del país (http://bit.ly/1xSjXdM).

En medio de esta crisis vemos con esperanza el despertar de la sociedad civil que, como nunca en los últimos años, se ha manifestado contra la corrupción, la impunidad y la complicidad de algunas autoridades, señalaban los obispos en el mensaje, al tiempo que pedían una profunda transformación del orden institucional, judicial y político.

En su mensaje de condolencias por este crimen, el papa Francisco, por conducto de su secretario de Estado, Pietro Parolin, reiteró su firme reprobación por los atentados a la vida en México. Semanas antes Jorge Mario Bergoglio había expresado su dolor por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Asimismo, cabe destacar que los padres de los desaparecidos le han solicitado su intervención para que se agilice la búsqueda por el gobierno mexicano, lo anterior le fue expresado al nuncio apostólico en México, Christopher Pierre, después de la celebración de una misa especial por este caso, quien externó a los familiares y demás fieles que la Iglesia camina con ustedes.

El cobarde asesinato de López Gorostieta provoca una nueva reacción de la Iglesia, una más firme y enérgica. Esta institución, consciente del papel que representa en la sociedad mexicana, ha decidido ser partícipe de la protesta social, manifiesta su hartazgo por la violencia, el crimen, la inseguridad y, sobre todo, la impunidad y corrupción que propician todos estos males.

La protesta de la Iglesia en este sexenio por la violencia comenzó mucho antes de los lamentables hechos de Tlatlaya y Ayotzinapa. En mayo de 2013 los ocho obispos de Michoacán expresaban: Es generalizada la percepción de que falta eficacia en las autoridades federales, estatales y municipales para garantizar la seguridad, el orden, el derecho al libre tránsito.

¡No es posible seguir viviendo así!, indicaban tajantemente. Y es verdad, no podemos seguir viviendo así, que ni siquiera en estos días de reflexión y reconciliación los atentados contra personas inocentes y de quienes dedican su vida a predicar valores como la paz, la defensa de la vida, el amor a Dios y al prójimo… puedan ser frenados.

El pueblo mexicano está demostrando que tiene un límite, que no está dispuesto a seguir tolerando sucesos como los de Ayotzinapa y Tlatlaya que no va a permitir más asesinatos, secuestros y desapariciones, y que está realmente harto de la ineficacia de algunas autoridades para poner fin a este derramamiento de sangre inocente.

La Iglesia mexicana también lo está. Como desde hace varios meses, intenta un acercamiento real a las víctimas y a la sociedad civil en general, compartiendo el dolor e indignación y uniéndose a la lucha para trabajar por un verdadero cambio, por medio de una protesta pacífica que ayude a encontrar mejores propuestas para poder obtenerlo, ser agentes en la construcción de un México justo, reconciliado y en paz, finaliza el comunicado de la diócesis de Ciudad Altamirano, donde lamentan el reciente asesinato de uno de sus representantes.

Es momento de sumar y sumarnos. De participar y actuar en aras de recuperar la seguridad y justicia pérdidas. De todos ha sido la culpa y de todos debe ser la solución. México nos requiere.

*Analista en temas de Seguridad, Educación y Justicia

Twitter: @simonvargasa

Facebook: simonvargasa