Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 14 de diciembre de 2014 Num: 1032

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Narrar para resistir
Esther Andradi entrevista
con Nora Strejilevich

Las posadas
Leandro Arellano

Tres poetas:
Antony Phelps,
Horacio Benavides y
Xavier Oquendo

Marco Antonio Campos

Bestiario adentro
Adolfo Echeverría

El nuevo Tao o
la iluminación final

Alejandro Pescador

Después de la Muestra
Carlos Bonfil

Algunos encuentros
Juan Manuel Roca

Leer

Columnas:
Galerķa
Ingrid Suckaer
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Jorge Moch
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Enredos de las redes (I DE II) #YaMeCansé

Es extraño todo este fenómeno vertiginoso de las redes sociales. Irrumpieron en la sociedad como una especie de juego, de novedad que hacía simultánea la comunicación alternativa y futurista, ajena a las vías ya tradicionales e incorporadas a los mecanismos de la modernidad como el teléfono y poniendo fuera de combate otros, como el telégrafo o el correo mismo que sucumbieron trucando papel por algoritmos. Facebook, Twitter y sus sucedáneos, herederos o similares, han cambiado radicalmente tanto la forma en que nos comunicamos los usuarios como la forma en que abrevamos información periodística de relevancia social y política, o para el caso también artística y cultural, deportiva o de espectáculos. Las redes sociales han tomado esa estafeta de la responsabilidad de informar a la sociedad, que por complicidad y servilismo con el poder político, los medios masivos han convertido en sinónimo de negligencia, sobre todo las televisoras. Es por medio de las redes sociales como se han propagado cientos de testimonios audiovisuales, cuestionamientos y confrontaciones a funcionarios, como el mismo presidente de la República, el procurador general o el secretario de Gobernación, que nunca hubieran sido transmitidos en televisión abierta en México. Televisa y TV Azteca editan las rechiflas y las mentadas de madre, o calculan en “siete mil” una marcha de decenas de miles, para minimizarla, reducirla en implícito desprecio para quienes protestamos contra sus alecuijes del desgobierno. O simplemente omiten la información incómoda mientras subrayan desmanes de un puñado de vándalos para, otra vez y cada que pueden, mancillar la imagen de un movimiento intransigente pero pacífico que exige además lo antes impensable en las dimensiones actuales que atiborran marchas multitudinarias que se multiplican en decenas de ciudades y allende las fronteras para reflejarse de inmediato u originarse en las redes sociales, los grandes foros de convocatoria pública a esos actos verdaderamente masivos: que renuncie ese que se dice presidente de México por inepto. Las redes, a diferencia de los medios tradicionales y ahora conservadores, proyectan en su mayor parte los sucesos como brotan. Sin maquillaje. Las redes además han acunado un número creciente de medios alternativos –portales, foros de discusión, blogs y agencias informativas– que por los canales tradicionales hubieran sido bloqueadas en su tránsito al público, además de que establecen un vínculo global, palpitante e inmediato con el exterior. Las redes rompieron, en suma, el cerco informativo.


Ilustración de Juan Puga

Una frase inoportuna de un funcionario arrogante como el procurador Murillo Karam se convierte de pronto en nom de guerre de un movimiento social de rechazo al gobierno. Es extraño, digo, porque hace una bicoca de años, cinco o seis, la mayoría de quienes ahora hacemos uso cotidiano de las redes sociales no teníamos idea de qué cosa es un hashtag, y mucho menos pensábamos que su vigencia de días o semanas en un tablero de tendencias de opinión en internet, como el de Twitter, tuviera poca o ninguna importancia (Twitter, basado en San Francisco, California, hizo su aparición en internet en julio de 2006). Pero en medio de esta verdadera guerra civil mediática que ya vivimos en México de un vasto sector de la sociedad enfrentado al estamento gubernamental y su cara partidista, el priísmo, sostener a fuerza de voluntad colectiva una etiqueta de menciones como el hashtag #YaMeCansé, que hace alusión directa y sin escalas a que muchos, muchísimos mexicanos ya estamos hartos de la podredumbre, la corrupción y la violencia que parecen ser la insignia del priísmo y sus socios y cómplices (incluyendo a buena parte de la delincuencia organizada) es una suma de toda clase de tribus urbanas y políticas, una amalgama inmensa, verdaderamente colectiva, sin jefes ni operadores que logren, aunque lleguen a tenerla, imponer su propia agenda política. La reacción –como hecho a la medida el adjetivo “reaccionario”– no se hace esperar con la torpeza característica del autoritarismo: operadores pagados que a escondidas, ocultos al escrutinio público pero ni duda cabe que fondeados con dinero público, operan en las redes para contener o reducir, tal que granaderos cibernéticos, las inocultables y caudalosas expresiones de enojo popular. Ellos “tiran” el #YaMeCansé (que como caso inédito se mantuvo vigente en primer lugar en Twitter por semanas enteras) y ya brotó el #YaMeCansé2. Y a ver de veras quién se cansa primero.

(Continuará)