Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 7 de diciembre de 2014 Num: 1031

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Ningún país es mi país
Gustavo Ogarrio

Tu nombre en una
lata de refresco

Rodrigo Megchún Rivera

La polifonía pictórica
de Kandinsky

Germaine Gómez Haro

Educación
Takis Varvitsiotis

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Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


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Miguel Ángel Quemain
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Fernando Moguel, permanencia de
las escenas fugitivas

Fernando Moguel (Mérida, 1952) es el fotógrafo por excelencia del teatro mexicano reciente. Ninguno como él recogió los cientos de montajes que se realizaron en nuestro país, propios y extranjeros, en todos los escenarios posibles: privados, públicos, espacios al aire libre, en plazas e improvisados escenarios que levantó el teatro callejero y alternativo poquito antes del ‘68, y ya con plena ciudadanía en los años setenta.

Se trata de la recolección más amplia del registro escénico, de sus figuras fundamentales tanto en el campo de la actuación como de la dirección, la dramaturgia y toda la periferia central de la puesta en escena: la escenografía, el movimiento escénico, los vestuarios y, con el paso del tiempo, la atmósfera (hay fotos en las que podemos intuir la temperatura y el olor de un ambiente que el fotógrafo traduce en múltiples signos).

No creo que desde sus inicios Fernando Moguel supiera que su mirada dotaría a las miles de imágenes que registró de un sentido histórico. A medida que pasaba el tiempo sus fotografías poseían una sugerencia asociativa, comparativa, que le daba a su trabajo un sentido múltiple y la autoridad que posee la memoria como ejercicio que da cuenta de la oportunidad, la autenticidad y el sentido de la plasticidad que guardaron muchos montajes que se eternizaron en el incendio de la película que, ya en los años noventa, viraría al mundo digital y exploraría en el color.

Querido y respetado en el medio teatral, Moguel hizo muchos ejercicios de registro para las compañías que creían que era importante poseer un testimonio de su trabajo y difundir entre la prensa cultural y en las carteleras comerciales imágenes promocionales de sus puestas. Un quehacer digno, no siempre remunerado y, cuando así lo era, podía ser a plazos infinitos o a muy bajo costo.

A Moguel no le gustaba regalar su trabajo pero nunca fue mezquino con su talento, que prodigó, y se puede afirmar que su lente mejoró muchos montajes que no valían demasiado escénicamente, pero cuyos cuadros quedaron como la sugerencia de posibilidades por lo menos plásticas.

Moguel deja un archivo fotográfico clasificado y ordenado, cuyos temas, según se insiste, son:obras, autores, directores y productores. Más de cuatro mil montajes a lo largo de casi cuatro décadas que no sólo muestran el talento nacional, sino también incluyen el registro de visitas inolvidables de grandes creadores de la escena mundial.

Hace falta realizar la curaduría de estas obras. Es un corpus abundante, cuya riqueza permite por lo menos dos o tres abordajes críticos. Uno de orden histórico que documente y permita un inventario de imágenes de más de tres décadas de teatro. Otro que posibilite clasificaciones por director, compañías, autores y temas, que organizaría de una manera muy rica y productiva la investigación sobre la puesta en escena, así como su relación con la dramaturgia.

También es necesario llevar a cabo un registro de trayectorias actorales y documentar espacios biográficos de los protagonistas de la escena. En cuanto al arte del propio Moguel, es preciso entender cómo se construye el punto de vista del artista, pero a condición de que se ponga en relación con el trabajo informativo y crítico. La fotografía que practicó Moguel reclama su contexto, aunque en los últimos años logró independizarse del ancla del referente para instalarse en el universo exigente de lo plástico.

En Moguel hay un rasgo generoso que mejora puestas en escenas que fueron insufribles. Las imágenes que dan cuenta de esos montajes hacen pensar que valdría la pena verlos, pero la foto miente y esa falsificación obliga a reconsiderar el objeto del registro, no el registro mismo. Esa es la concesión amorosa de un hombre pródigo.

Hace poco más de seis años, a Fernando Moguel se le reconoció con la medalla Xavier Villaurrutia por sus treinta años de trabajo documental del teatro mexicano, y se le dio en el marco de la 29 Muestra Nacional de Teatro, en 2008, en la trágica Ciudad Juárez. Fue sintomático que Moguel tuviera más edad haciendo el registro del teatro nacional que la propia Muestra de Teatro.

La revista Tiempo Libre fue una importante plataforma de su trabajo. Allí tuvo la mirada tan generosa como exigente de Rodolfo Rojas Zea, quien creó el concepto de una cartelera con un sentido periodístico e informativo. No la aterradora homogeneidad de hoy.

Fernando Moguel es una excepción luminosa en un panorama desértico. Eso le permitirá sobrevivir más allá del afecto de todos los que terminaremos por despedirnos.