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Suite de las fieras, de Atenea Cruz:
morder con las palabras
Suite de las fieras, de Atenea Cruz (Durango, México, 1984), es un conjunto de poemas que exaltan la rabia, el odio y una realidad íntima que busca su salida por medio de la palabra escrita. Una suite construida a partir de una excelente orquestación metafórica por la que circula un alto voltaje emotivo. El tono confesional de este libro seduce por directo, pero también por extraer las propiedades musicales de nuestro idioma en forma de manifiestos personales, en medio de un paisaje que se funde con el mundo interior de la poeta: “De entre todos los vestidos posibles/ elegí el del invierno:/ la sonrisa escondida de los lobos/ el gesto de la piedra sepultada en la nieve/ la rabia inmemorial de los árboles arrojados al fuego. […] Yo sentí algo perdido/ un hueco en todo el cuerpo/ vasto y terrible/ y una tarde, cuando miraba el cielo/ supe que esa carencia/ eran todos los pájaros del mundo.”
Atenea Cruz posee una madurez peculiar: no busca deslumbrar sino tocarnos con su voz llena de espinas; su poesía despliega el mapa de nuestros sentimientos y emociones, sublimando los elementos que la naturaleza y la vida le ofrecen, aunque sean los frutos del desamor y el rencor: “No te engañes:/ el can jamás va a ser doméstico del todo/ su hocico apaciguado es un contrato./ Y hay rencores tan grandes/ que ni siquiera un perro los perdona.”
Uno de los manantiales del que bebe la poesía de Atenea Cruz está en los “poetas malditos”: su actitud se proyecta como una sombra que lucha contra la luz todo el tiempo, como en el poderoso poema “Amor no”: “Perdámonos/ contra el tiempo y el polvo./ Sólo tu cuerpo, el mío/ degollados./ Pensemos el sudor/ como principio único del agua./ Ay/ pero el amor/ es tan pesado/ tan negro/ no quiero ensuciar tus muslos con su rastro/ ni que manche mis dientes/ o me amargue la lengua.”
Aludiendo al otro significado de la palabra suite, el libro también se presenta como un par de habitaciones intercomunicadas: “toda yo soy mi casa/ dentro y fuera tomada por la ausencia”, por donde la fiera, la que se alimenta de sí misma, ronda los pasillos de lo cotidiano (ineludible referencia a los zarpazos poéticos de Eduardo Lizalde y la ternura dolida de Enriqueta Ochoa). Por esas habitaciones transitan la pesadumbre, el arrebato enunciado en la reflexión verbal que se demora en su propio odio mientras relame sus heridas: “Yo, que quise matarte tantas veces/ y atestigüé en tu contra frente al tiempo/ que por tu boca vi la anaranjada angustia/ de las hojas cayendo de mi vientre.”
Suite de las fieras (Ediciones de Mano, 2013) imanta por la contundencia con la que expresa lo intrincado del espíritu humano, el desastre del amor y sus consecuencias. Atenea Cruz ofrece a los lectores un libro de poesía pura, un lugar donde la retórica de la furia funda su imperio solitario.

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