Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 3 de agosto de 2014 Num: 1013

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Actuar: un acto
de generosidad

Antonio Riestra entrevista
con Naian González Norvind

Nomenclaturas urbanas
Ricardo Bada

Onetti, a veinte años
Alejandro Michelena

El recuento de los
cuentos de Onetti

Alicia Migdal

Onetti y Los adioses:
lecciones para un
lector cómplice

Gustavo Ogarrio

Matemáticas,
redes y creencias

Manuel Martínez Morales

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
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Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Verónica Murguía

La pregunta de Lyra

Para Federico Campbell Peña

En el libro La brújula dorada, de Phillip Pullman, el primero en la trilogía Sus oscuros materiales, la heroína, una niña temeraria llamada Lyra Bellaqua a quienes sus padres persiguen y hieren, pregunta: "¿Por qué los adultos nos odian?" Siempre que un adulto lee esa pregunta, se queda helado. Los niños, en cambio, asienten y cambian la página.

Este doloroso cuestionamiento resume una de las aristas más crueles de la realidad: hay una guerra constante que se despliega en muchos frentes contra la niñez. Por una parte, existe en todas las culturas un nicho de idealización y amor por los niños, amor que se materializa a diario en millones de familias y en los esfuerzos de los adultos por crear un mundo mejor. Pero, por otra, y frente a nuestras narices, está el ubicuo y silencioso sufrimiento infantil.

Los niños, como todo aquello que es frágil y valioso, peligran constantemente. Si no, que alguien me explique la existencia de las redes internacionales de pedofilia, los ejércitos africanos y asiáticos que reclutan niños, la venta de esclavos infantiles y la actitud de los funcionarios de migración mexicanos ante los menores migrantes. Hay que añadir la abominable postura de Rick Perry, el gobernador de Texas, ante estos mismos niños. Echarles a la Guardia Nacional, un solución militar, ya que "representan un peligro para Estados Unidos de América". Y que no se me olvide incluir la queja, proferida hoy por el gobernador de Maine, el inefable Paul LePage, porque le enviaron ocho, ocho repito, niños migrantes para que vivan en su estado mientras los deportan. LePage se quejó porque dice que los votantes de su estado no tienen por qué pagarle un vaso de agua a esos ocho niños. No se vayan a quedar pobres por eso.

Y claro, la cereza del pastel de estas semanas es la criminal agresión del Estado de Israel a la niñez palestina. Muchos colegas han escrito y siguen escribiendo acerca de la guerra cobarde y marrullera que el Estado de Israel ha declarado a esos niños; mientras, Barack Obama levanta un dedo pusilánime y murmura, maniatado por el lobby pro Israel y la ignorancia que prevalece en Estados Unidos acerca de Palestina en particular y el mundo árabe en general. Desde el año 2000 hasta abril de 2013, mil 518 niños palestinos han sido muertos por Israel, el equivalente a un niño cada tercer día. En los combates de 2008 murieron 350; en 2012 trece, y en lo que va de este año ya son sesenta.

Y las bombas siguen cayendo sobre hospitales y niños que juegan en la playa o cruzan las calles. En días pasados Israel, un país del que siempre resulta delicado hablar porque se corre el riesgo de ser acusado de antisemita, ha bombardeado sin piedad hospitales, escuelas y casas habitación.

Por ahí anda un rapero israelí, Yoav Eliassi, apodado la Sombra, porque participó en operaciones militares secretas, pavoneándose en internet y azuzando a sus seguidores, todos de extrema derecha, contra aquellos que desean una solución política a esta guerra. El 13 de julio, los seguidores de la Sombra, muchos con camisetas adornadas con un símbolo neonazi (en Israel, en pleno bulevar Ben Tsion, que quede claro), golpearon a manifestantes que expresaban su inconformidad con los bombardeos. Apenas puedo imaginar qué sintieron muchos de los golpeados.

Yo estoy aquí, no soy judía y sentí una rabia horrible. Símbolos neonazis usados por adolescentes judíos ortodoxos. Qué idiotez grotesca. Días después, el joven palestino Mohammed Abu Kheir fue "levantado" por tres adolescentes judíos que lo quemaron vivo. Abu Kheir tenía dieciséis años y estaba estudiando para ser electricista. La investigación del crimen se hizo tan mal que hubiera podido pasar por mexicana, pero los asesinos confesaron casi de inmediato, después de presumirle a sus conocidos la "hazaña".

La verdad es que la aparición de un grupo neonazi en Israel es algo tan paradójico que desafía la credibilidad. Pero los relatos que leí donde se contaba la historia, incluyendo el apoyo mal disimulado de la policía a los golpeadores, fueron escritos por periodistas hebreos, algunos de ellos rebasados por lo ocurrido.

En todo caso hay que decirlo: en Israel hay un profundo antisemitismo. Ese antisemitismo está dirigido contra los árabes palestinos y se expresa con las mismas palabras con las que los alemanes del partido nazi se referían a los judíos.

Por lo visto, nadie aprende nada.