Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 3 de agosto de 2014 Num: 1013

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Actuar: un acto
de generosidad

Antonio Riestra entrevista
con Naian González Norvind

Nomenclaturas urbanas
Ricardo Bada

Onetti, a veinte años
Alejandro Michelena

El recuento de los
cuentos de Onetti

Alicia Migdal

Onetti y Los adioses:
lecciones para un
lector cómplice

Gustavo Ogarrio

Matemáticas,
redes y creencias

Manuel Martínez Morales

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

Entre Nanas, el Salón México

La palabra nana tiene distintas acepciones: canción de cuna, niñera, abuela, ama de casa… en todos los casos se relaciona con el cuidado de un hogar y sobre todo de sus niños. Curiosamente, nana también fue el mote con el que la primera compañía de luz de Ciudad de México nombró a la subestación ubicada en el número 25 del 2do Callejón de San Juan de Dios, en la colonia Guerrero, en la esquina con Pensador Mexicano. La razón era que de ella dependía toda la electricidad de los tranvías que circulaban en el Centro Histórico. Dicho de otra forma: sin su energía estaban perdidos, huérfanos.

Lo más interesante, empero, es que a doce años de su edificación por el arquitecto Genaro Alcorta (1908), perdió su funcionalidad y, en 1920, se convirtió nada menos y nada más que en el mítico Salón México, dancing primordial cuyas puertas estuvieron abiertas por cuatro décadas hasta que el conservadurismo del regente Uruchurtu acabó con él en 1960. De Pérez Prado a Aaron Copeland (sí, el gran compositor estadunidense que compusiera “Suite Salon Mexico”), pasando por María Félix y el Indio Fernández (quien a la postre rodaría una de sus mejores cintas dedicada a dicho espacio: Salón México), son algunas de las incontables figuras del pasado que sacaron brillo a su antigua pista, tratando de entender a un país postrevolucionario que se alejaba de Francia y España, para voltear al Caribe y a Estados Unidos, de quienes aceptaría múltiples influencias musicales y dancísticas.

Construida a base de hierro y ladrillo, sin ornatos, hoy la Nana conserva intacto su carácter industrial haciéndonos pensar en el Soho de Nueva York o Londres (nos enteramos de que hace menos de un año estuvo allí Plácido Domingo, filmando para un proyecto en el que se necesitaba el ambiente de la Gran Manzana). Pero lo mejor es que ha recuperado el sobrenombre y su carácter matriz desde hace ocho años, pues alberga un proyecto de ConArte (Consorcio Internacional Arte y Escuela) llamado, precisamente, “La Nana, fábrica de creación e innovación”. Su directora es Lucina Jiménez, en otro tiempo directora del Cenart. Allá fuimos a dar hace unos días para integrarnos a una de sus muchas actividades artísticas.

Entonces nos enteramos de algo que nos importó, lectora, lector. Además de las actividades que allí realizan (baile, ejecución de instrumentos, artes circenses), han desarrollado un programa avalado por la SEP gracias al cual dan clases de danza y música a veintidós escuelas del Centro, diariamente. Esto significa que en esas aulas se intenta superar uno de los mayores problemas pedagógicos de México –el que consiste en que los maestros de primaria sean “todólogos” en tiempos muy limitados– con especialistas profesionales que año con año sensibilizan a miles de niños para que muestren sus resultados en presentaciones periódicas dentro del Teatro de la Ciudad. Se trata de uno de esos proyectos que pasan inadvertidos para muchos pero que, indudablemente, contribuyen a mejorar el futuro del país.

Con una contribución de 360 pesos por cada tres meses, quienes asisten a sus talleres pagan la mitad si viven en la colonia Guerrero, lo que ha contribuido a cambiarle el rostro a una comunidad signada por su temperamento ríspido. También llamada el Martillo en la época del Salón México, desde su nacimiento la Nana ha conseguido puentearse con instituciones internacionales, por lo que algunos de sus propósitos se han amplificado, precisamente, en ciudades como Nueva York, Girona y Madrid. Por si ello fuera poco, la filosofía de ConArte se ha extendido a otras zonas del país, como Ciudad Juárez, en donde también ha conseguido que la música cambie una difícil cotidianidad marcada por la violencia.

Dicho esto, enfrentar su imponente generador de corriente –hoy un ojo sin párpado que ilumina sus actividades con luces multicolores– nos transporta a un tiempo diferente en el que la ciudad intentaba consolidar su clase media reuniendo a artistas, deportistas y políticos en la democracia del movimiento corporal. ¡Lo que habrá mirado hace cien años! Visitarla no cuesta nada o apenas un precio simbólico. Su cartelera es nutrida y recomendable. Contribuir a su subsistencia es sencillo. Visite la página y conozca lo que puede hacerse con imaginación y esfuerzo en un espacio adecuado.

Desde aquí les damos las gracias a Lucina y Francisco, a quienes conocimos allí, por permitirnos hacer eco en ese asombroso vientre citadino. Esperamos volver pronto para seguir escuchando historias de la Nana. Buen domingo. Buena semana. Buenos arrullos.