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Filosofía, política y poder: los Cuadernos negros, de Heidegger
Ángel Xolocotzi
En una entrevista a Friedrich-Wilhelm von Herrmann, el último asistente personal de Martin Heidegger, aquél indicaba que la publicación de los Cuadernos negros marcaría una pauta importante en el proyecto de edición integral (Gesamtausgabe) de la obra heideggeriana, para la que se tienen previstos 102 volúmenes. En otra entrevista, el hijo no biológico del filósofo Heidegger afirmaba que, de acuerdo con las indicaciones de su padre, esos cuadernos deberían salir a la luz como colofón, puesto que se trata del “concentrado de su filosofía”.
Sin embargo, dicha indicación no se cumplió al pie de la letra. Ante el gran interés generado alrededor de los Cuadernos negros, tres de los nueve volúmenes salieron a la luz bajo el sello de la editorial alemana Vittorio Klostermann, entre febrero y marzo del presente año. Pero ¿en qué consisten precisamente los así llamados Cuadernos negros?
Desde hace décadas estos textos constituyen uno de los mitos en torno a la figura de Heidegger. Se trata de treinta y cuatro cuadernillos con cubiertas enceradas de color negro, en los que Heidegger redactó una serie de apuntes entre 1931 y 1976. Los primeros catorce cuadernillos –ahora publicados– se titulan “Reflexiones” y abarcan los años transcurridos entre 1931 y 1941. Los otros veinte están en proceso de edición y se distribuyen de la siguiente forma: nueve corresponden a “Observaciones” dos a “Cuadernos cuádruples”, otros dos a “Vigilias”, uno a “Nocturno”, dos a “Guiños” y cuatro a “Provisionales”. Aunque en los últimos años aparecieron otros dos cuadernos, “Megistón” y “Palabras fundamentales”, por el momento no están contemplados dentro del proyecto de la Gesamtausgabe. Ante esta situación de premura cabe preguntarse: ¿a qué se debe tanta expectativa generada alrededor de dichos textos?
Páginas de uno de los Cuadernos negros de Heidegger, recientemente publicado en Alemania por primera vez. Fuente: Deutsches literatura Marbach |
Más allá de Ser y tiempo
Hasta hace poco se pensaba que los Cuadernos negros constituían una especie de diario filosófico, una bitácora pensante que nos proporcionaría la clave de lectura de la obra heideggeriana en general; sin embargo, Heidegger nos vuelve a sorprender porque en realidad se trata de un estilo sui generis, en el que se van mezclando reflexiones filosóficas de mucha claridad y anotaciones de carácter cosmovisional sobre lo que ocurría en aquel momento. Así pues, a lo largo de las mil 240 páginas encontramos cerca de mil 600 reflexiones en torno al rumbo que tomó su filosofía después de Ser y tiempo, así como algunas precisiones sobre su segunda obra fundamental, titulada Aportes a la filosofía. Pero junto a esta riqueza filosófica también encontramos algunas observaciones contundentes sobre el nacionalsocialismo y, a partir de 1938, sobre el judaísmo. Sin embargo, muchas de sus posturas y aseveraciones no están libres de prejuicios. Eso se muestra claramente por lo menos en doce citas en las que, a partir de 1938, Heidegger deja ver cierta ingenuidad en su concepción del judaísmo.
Como bien señala el editor alemán de los textos, Peter Trawny, no hay evidencia de que haya leído los Protocolos de los sabios de Sión y, por consiguiente, la difundida tesis de una conspiración mundial judía; no obstante, ya que una parte de los discursos de Hitler difundían los estereotipos ahí planteados, Heidegger simplemente los asimiló y buscó asociarlos a una problemática filosófica en diversos momentos de su obra. Hablamos aquí de la asociación entre “el cálculo” como modo de pensar de la época contemporánea y la cosmovisión judía que, de acuerdo con Heidegger, es un mero calcular. De este modo, la crítica a la historia de la ontología y, concretamente, a la modernidad, será ligada al judaísmo: “Una de las figuras más ocultas de lo gigantesco y quizás la más antigua es la dura historicidad del cálculo, del empuje y de la mezcla confusa, mediante lo cual se funda la ausencia de mundo del judaísmo.” (GA 95, 97.)
Poco antes de la publicación de los Cuadernos negros, Trawny advirtió que este tipo de afirmaciones antisemitas “contaminaban” la obra tardía de Heidegger. En Europa, la respuesta a esta afirmación no se hizo esperar y la reactivación del “caso Heidegger” tampoco. Críticos y traductores franceses como G. Guest, F. Fédier y E. Faye; intérpretes alemanes como el biógrafo R. Safranski, el sucesor de la cátedra de Heidegger, G. Figal, y el profesor K. Held, han escrito y participado en programas radiofónicos y televisivos para discutir el asunto. De igual manera, la prensa internacional ha tomado parte en el debate, recurriendo a frases y citas hace tiempo publicadas, en las que el filósofo expresa abiertamente su postura ante el nacionalsocialismo y el judaísmo.
Es innegable que el “caso Heidegger” ha sido una constante en la filosofía y la cultura desde hace varias décadas, y que ha dado pie a puntos de vista tan diversos como irreconciliables, pero ¿de verdad es importante regresar al tema? En la actualidad, hay quienes niegan todo valor filosófico a la obra heideggeriana, basándose en la interpretación de su pensamiento bajo los auspicios de intereses políticos y compromisos ideológicos. Por otro lado, también hay quienes se desentienden por completo de los sucesos biográficos a la hora de adentrarse en el estudio de la obra en general, como si la indagación en la vida de un pensador de nada sirviera para entender su filosofía. En cualquiera de los casos, el punto de partida es el mismo: el problema de las múltiples relaciones que se puedan extender entre vida y obra de un autor. Así, quienes defienden la subordinación de la obra a los avatares de vida, afirman que Heidegger permaneció siendo un nazi hasta el final de sus días y de sus obras. Mientras tanto, los que enfatizan la tajante independencia de ambas sostienen que Heidegger siempre mostró una especie de “resistencia espiritual” en contra del régimen político de su tiempo.
Desde ambas perspectivas la posibilidad del diálogo parece remota. La falta de información ha sido el motor de esta cerrazón y polarización de lecturas. No obstante, el panorama interpretativo por fin comienza a expandirse, más allá del rechazo o la aceptación del posible nazismo en la filosofía heideggeriana.
Conocer para juzgar
Gracias a la publicación de textos representativos como los Cuadernos negros, ahora contamos con herramientas sólidas que nos permiten adquirir un juicio fundado y diferenciado en torno a Heidegger y su relación con el nacionalsocialismo en múltiples aspectos. Quizá por ello, ninguna otra obra filosófica había suscitado tanto interés mediático como esta publicación. Algunos incluso han llegado a pensar que la discusión en torno al “caso Heidegger” finalmente será clausurada. Todavía es muy pronto para afirmar o negar esta expectativa, pero lo que sí queda claro es que estos textos, junto con los discursos del rectorado y los epistolarios íntegros –cuya edición comprenderá alrededor de cuarenta y cinco volúmenes–, traerán consigo nuevas interpretaciones en torno a la humana condición de un filósofo que aprueba o cuestiona, por lo menos en un nivel personal, los acontecimientos cotidianos y los sucesos sociales y culturales, al mismo tiempo que da forma a su pensamiento en torno al ser.
De hecho, estos primeros tres volúmenes recién publicados ya brindan los elementos suficientes para derribar la imagen de un Heidegger apolítico y rural que desatendía las circunstancias de su tiempo con tal de llegar a tematizar el sentido histórico del ser en general. Con todo, la figura del Heidegger político que nos deja ver en sus páginas no es de lo más afortunada, ya que también deja ver las libres asociaciones y los saltos injustificados que, de vez en cuando, lo llevan a comprometer su pensamiento con una serie de propuestas ideológicas sin más ni más. La consideración de la (meta)política como única posibilidad de dar continuidad a la metafísica es el más claro ejemplo de ello.
Efectivamente, uno de los puntos álgidos de estos cuadernos se halla en el paso de la ontología fundamental al pensar histórico del ser, así como la configuración del “primer inicio” del pensar en Grecia, su ocaso y la necesidad de “otro comienzo” para la filosofía venidera. Aunque ya desde 1929 Heidegger había planteado la necesidad de inaugurar el camino de tránsito hacia el otro inicio mediante la elaboración de una “metafísica del Dasein”, a partir de 1932 abogará por la conversión de dicha metafísica en una “metapolítica del pueblo histórico”. Este paso de la metafísica a la política será, precisamente, la pauta que permita asociar la búsqueda filosófica del “otro inicio” del pensar con el nacionalsocialismo y con el pueblo alemán: “Pensando de forma puramente ‘metafísica’ consideré en los años 1930-1934 al nacionalsocialismo como la posibilidad de un tránsito hacia el otro inicio y así lo interpreté.”
Martin Heidegger. Fuente: writersatwork |
En el fondo, esta será su idea de nacionalsocialismo; un “nacionalsocialismo privado” que desencaja con el real, a tal grado que se verá orillado a renunciar a la rectoría de la Universidad de Friburgo sólo diez meses después de haberla asumido. En última instancia, la confrontación de su visión filosófica con la ejecución política y social del nacionalsocialismo será la razón por la cual Heidegger decida permanecer al margen de su época, “en el frente invisible de la Alemania espiritual y secreta”. De aquí en adelante comenzarán a incrementarse las críticas al principio de raza y, sobre todo, a la idea de una “filosofía nacionalsocialista” al estilo de Rosenberg, Krieck y Bäumler.
Quizás toda esta discusión, reavivada ya con la publicación de los Cuadernos negros, nos enseñe lo mismo que nos enseñó la experiencia de Platón en Siracusa: la incompatibilidad entre la filosofía y el poder. Sin embargo, debido a la trascendencia que ha tenido un pensador como Heidegger para los impulsos contemporáneos, no es secundario tratar de entender lo que ya Habermas había cuestionado en 1953: “cómo pues un pensador de este rango pudo caer en un primitivismo tan evidente”. Por el momento, este caso no ha encontrado una resolución definitiva, pero, a diferencia de los detractores y los apologetas, ahora contamos con la posibilidad de realizar un análisis de forma documentada y científica, superando ya aquellos primeros panfletos iracundos y fantasiosos que veían en Heidegger al más nazi de los nazis, o bien, al gran ejemplo de resistencia espiritual.
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