Opinión
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Petróleo y democracia
E

n 1999 Hugo Chávez llegó al poder por la vía electoral con la promesa de una agenda progresista, cuya meta eran el beneficio social y económico de los pobres y los trabajadores. En 2002 sobrevive al golpe de Estado perpetrado por algunos militares aliados a los sectores más conservadores de Venezuela, que ven afectados sus privilegios por las reformas de Chávez y lo acusan de dictador. Dos años después de esa intentona, gana arrolladoramente su relección con más de 63 por ciento de votos en su favor.

Años más tarde, Hugo Chávez expropió el proyecto millonario de Río Negro a la compañía petrolera estadunidense Exxon. Un panel del Banco Mundial, integrado por los representantes de Inglaterra, Holanda y Estados Unidos, ordenó al gobierno de Venezuela pagar 12 mil millones de dólares como compensación. Chávez se opuso por considerar que el monto superaba con mucho el valor de lo expropiado. Fue la culminación de otros 20 litigios en los que el Banco Mundial ordenó a Chávez pagar cantidades millonarias en favor de otras compañías estadunidenses.

Las tensiones entre el gobierno venezolano y el estadunidense datan casi del mismo momento en que Chávez asume la presidencia. Su intención de rescatar la riqueza petrolera venezolana en poder de compañías estadunidenses yace en el fondo de los desacuerdos. Suben de tono cuando en 2000 George W. Bush llega a la presidencia de Estados Unidos, y en concierto con los sectores conservadores de Venezuela y las petroleras estadunidenses, acusa a Chávez de dictador autocrático.

La animadversión mutua llega a su clímax cuando Chávez decide vender petróleo a Cuba por debajo de su precio internacional y extiende ese apoyo a otros regímenes de izquierda, como el boliviano encabezado por Evo Morales. La alianza con esos y otros países latinoamericanos se consuma mediante la proclamación de la Alianza Bolivariana para las Américas.

No es fácil hacer un juicio objetivo de un mandatario tan controvertido como Chávez, por lo que no queda más remedio que recurrir a los hechos duros. Sus enemigos más conspicuos lo acusan de haber dado al traste con la democracia, dilapidar la riqueza petrolera venezolana en programas populistas para cooptar a los pobres, y dejar en la ruina a Venezuela. Habría que preguntar qué piensan los millones de venezolanos que se han beneficiado de ese populismo, muchos de los cuales han esperado horas y días para darle un último adiós.

En este contexto, vale una efeméride: en 1951 el primer ministro iraní, Mohamed Mossadegh, expropió el petróleo a Inglaterra. Dos años después fue derrocado por un golpe de Estado promovido por Inglaterra, apoyado por la CIA. De esa forma los ingleses retomaran el control del petróleo iraní.

Cabe preguntar si la democracia seguirá definiéndose según las necesidades de compañías trasnacionales como la Exxon y no las de los países que legítimamente reclaman la propiedad de sus recursos naturales.