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Penultimátum

Héroes ajusticiados

L

a estudiante pakistaní Malala Yousafzai tiene 15 años y es heroína y símbolo de la lucha de las mujeres de su país por educarse. Hace cuatro años, la BBC comenzó a divulgar el diario que ella escribía contando las dificultades que tenían para asistir a la escuela. El motivo: el control ejercido desde 2007 por los talibanes en su región, Swat, otrora la más turística por sus bellezas naturales. Los extremistas decretaron que las mujeres no tenían derecho a ir a la escuela. Debían estar en su casa y salir cubiertas de pies a cabeza. También prohibieron la música. No pocas mujeres desafiaron la prohibición y acudían a las escuelas disfrazadas de hombre.

La identidad de Malala se conoció en 2009, cuando el ejército recuperó el control de Swat. Entonces el gobierno la condecoró por su valor. Igual hicieron varias organizaciones internacionales. Pero los talibanes la acusaron de espiar contra el islam. Al salir de su escuela, en octubre pasado, un desconocido le disparó en la cabeza. Los talibanes la dieron por muerta y reivindicaron el atentado. No la ajusticiaban, dijeron, por defender la educación, sino porque el Corán dice que la gente que hace propaganda contra el islam debe morir. Incluso los niños. Ella, además, “promovía la cultura occidental e idealizó al mayor enemigo del islam, el presidente Obama.

Malala no murió. Luego de ser atendida en un hospital de Pakistán, la llevaron a Birmingham, Inglaterra, donde especialistas se encargan de su rehabilitación. Además, le harán una cirugía reconstructiva craneana. Como los talibanes dijeron que no descansarían hasta matarla junto con su familia, el gobierno inglés decidió acogerla, mientras el de Pakistán nombró a su papá, que es maestro, agregado en educación en el consulado de Birmingham.

Mientras en Pakistán están abiertas las escuelas para mujeres, el pasado diciembre fueron asesinados nueve trabajadores de la campaña para erradicar la polio. Cinco eran mujeres y una apenas tenía 14 años. Por su tarea les pagaban dos dólares. Lo hacían en realidad por solidaridad con los más expuestos a la polio. En dicho país, Nigeria y Afganistán, ese mal sigue siendo un azote.

Se atribuye el crimen a grupos islamistas radicales y a caciques de grupos étnicos marginados que califican la campaña de ser un complot de Occidente. Divulgaron que la vacuna contiene puerco o el virus del sida. No olvidar que la CIA patrocinó una campaña de vacunación contra la hepatitis como ardid para dar con el paradero de Osama Bin Laden.

En cambio, los líderes religiosos islámicos presidieron manifestaciones y actos religiosos condenando los asesinatos. Lejos de estar haciendo algo malo, esos trabajadores son mártires, porque estaban prestando un servicio a la humanidad y al islam, dijeron.