Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de diciembre de 2011 Num: 874

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Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

En el mar de la cultura alemana
Alia Lira Hartmann

Nómade, mutante y migrante: literatura alemana actual
Esther Andradi

Teatro alemán en México
Juan Manuel García

Joven poesía alemana

Nueva prosa en alemán

Las trenzas de Herta Müller
Lorel Manzano

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Columnas:
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Las trenzas
de Herta Müller

 

 

 

Lorel Manzano

La prosa de Herta Müller es una trenza. Una trenza gigante. Cada mechón, un motivo que se entrelaza con el siguiente y desaparece por un tiempo en el tejido. El tejido, una gran estructura de motivos. Müller entrenza su historia y tararea una canción en rumano, para ella una lengua sensual, hermosa, y cuando un mechón se acaba porque ahí el cabello no es tan largo, rebusca en la selva de mechones. Siempre encuentra uno. ¿Cómo hace para no perder el ritmo ni deformar el tejido? Sólo ella sabe. Sabe muchas cosas: sabe lo que es crecer en Nitzkydorf, Rumania, y pertenecer a una minoría germanoparlante, herencia de los abuelos suabos emigrados; sabe de mujeres rotas, de tierras pobres y de padres que amaron al Führer.

Paisajes y personajes que habitan su obra, porque al momento de hilar las trenzas de sus historias, Müller piensa en la realidad, en su experiencia de lo vivido. Las primeras impresiones, las de la infancia, están recogidas en  En tierras bajas, libro de relatos publicado en 1982, en una versión censurada por la dictadura rumana, y presentado dos años más tarde de manera íntegra en Alemania. En la serie de relatos El hombre es un gran faisán en el mundo retoma los delicados mechones de una niña perteneciente a una comunidad germano parlante, en una realidad de la provincia rumana. Esa niña que creció pensando en alemán y aprendió rumano a los quince años: entonces se dejó seducir por una lengua de sonidos delicados, de metáforas inauditas; entonces escuchó con mucho interés las canciones populares rumanas y descubrió en ellas “la más pura lírica”. Müller, tejedora de sonidos inauditos. Como el toque de queda bajo la dictadura de Nicolae Ceauşescu. Un horror estridente en su obra. Su novela La bestia del corazón entrenza, bajo las estridencias de la opresión, la historia de un grupo de muchachos provenientes en su mayoría de tierras pobres, paisajes que se advertían “tal vez en los pómulos, en la comisura de los labios o en el centro de los ojos”. Estos estudiantes de origen suabo despiertan la sospecha de la Securitatea, policía secreta, por su afición a la poesía, a los diarios personales y a las canciones populares. ¿Absurdo? Así es: para Müller los sistemas represivos tienen miedo de la literatura, siempre peligrosa, porque es capaz de despertar el deseo de libertad, porque incita al pensamiento a revelarse contra su domesticación. Y con el tiempo la vida cotidiana bajo la dictadura se vuelve absurda, pues todo en ella es digno de sospecha: los dolores de espalda de las madres, las tijeras de la manicura, los cabellos dentro de las cartas, así como un sector creciente de la población dedicado únicamente a la vigilancia, a la fabricación del miedo y la sospecha.

Müller ha publicado más de veinte títulos, entre ellos figuran el ensayo, la novela, el relato, la poesía. En esos años ganó algunos de los premios más importantes en lengua alemana, premios que llevan el nombre de autores que vez tras vez son capaces de exacerbar el ánimo hasta el delirio: Heinrich von Kleist, Franz Kafka, Heinrich Heine, Franz Werfel.

Herta Müller escribe sobre su experiencia y sobre las vidas que le son cercanas; por ello sus temas son la vida rural, la dictadura, los campos de trabajo del stalinismo, la terrible adaptación de quienes emigran del campo a la ciudad. Pero hay algo más: conoce muchos tipos de trenzas. Trenzas de vaina entretejidas, de la paja que pende bajo un asiento, la trenza larguísima hecha turbante en la cabeza. Trenzas con un algo del tejido de Christine Lavant, escritora austríaca que nació por los años de la primera guerra mundial y pasó la mitad de su vida en hospitales psiquiátricos. Aquellas trenzas de Lavant, largas y perversas, cerradas sobre el delirio, el espacio opresivo de la infancia transcurrida entre hospitales. Müller se dice particularmente cercana a la tradición austríaca del lenguaje, y por lo tanto, al alemán del banat rumano que perteneció al imperio austrohúngaro.

Las trenzas de Herta Müller son tejidas por una lengua acechada por la imaginación. Desarrolla una serie de descripciones, de sensaciones vivas sólo en el espacio del lenguaje. El lenguaje no sólo narra: se cierra sobre sí mismo en un espacio creado por una sensibilidad terrible y perversa. Al final sólo queda una mujer de ascendencia suaba, entrenzando su historia con la mirada fija a lo lejos y cantando una canción rumana. Nitznitzkydorf y la dictadura rumana ahora habitan otra geografía: la lengua de Müller, quien sigue bordando sus trenzas con los motivos que habitan detrás de sus ojos, y lo hace mientras tararea una melodía triste, la de su imaginación.