Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 23 de octubre de 2011 Num: 868

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Alejandra (fragmento)
Inés Ferrero

Leonora, indómita yegua
Adrián Curiel Rivera

La ciencia física en los Panamericanos
Norma Ávila Jiménez

México: violencia e identidad
Ricardo Guzmán Wolffer

En la gran ruta
Marco Antonio Campos

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Los derrotados insignes

Federico Vite


Flor de Capomo,
Paul Medrano,
Tierra Adentro,
México, 2010.

El autor de este volumen, que reúne catorce textos, lo concibe como una caja de resonancias dirigida u orquestada por algunas de las canciones norteñas de mayor impacto emocional. Las composiciones son el leit motiv de un cuerpo escritural que sondea las pulsiones cotidianas de una región, más que geográfica, sentimental de ciertos sectores del país.

Paul recurre a las letras de rolas canónicas para ambientar sus historias, pero en la medida que nos adentramos en la lectura de Flor de Capomo descubrimos que las pistas musicales son rutas que potencian el universo ficcional de Medrano; esas canciones son el motor que permite la creación de una mitología peculiar, de una poética risueña del fracaso varonil. Medrano crea un Olimpo que habitan derrotados insignes y echa mano de ciertas coplas, que desde hace lustros dulcifican el daño, para estructurar un libro que sondea la masculinidad sin adjetivos.

El oficio de Medrano se nota en el cuidado de los detalles; precisa las acciones, posee un gran timing para revelar aspectos importantes de sus historias. Grada pues con acierto cada uno de los movimientos de sus personajes y el resultado son dos grandes textos que hablan de la apuesta literaria de Medrano y, en especial, enfatizan que Paul se siente cómodo al pisar terrenos literarios en los que la mala fortuna y la mala leche son el condimento esencial de sus tramas.

En el cuento que le da nombre al libro, “Flor de Capomo” se da cuenta del nacimiento de un asesino de homosexuales. La idea es sugerente, pero me atrapó más que Medrano hiciera una declaración de principios con este relato.

Me parece estupenda la creación de un serial killer mexa, alguien que inicia su andanada delictiva porque un baboso se le puso al frente y le dijo “trigueñita” hermosa a Raymundo Muñoz, el enamorado de la hija de don Capomo. Ray, el Zeus de esta mitología lograda por Medrano, es el gran broche de un libro que sondea los pequeños errores trágicos de una turba de infames que fracasan con ahínco y sólo por deporte.

Si ya sabíamos que el hombre contemporáneo es un ente vacío, Medrano nos recuerda que aparte de la vacuidad, las armas y los vicios, lo único que nos da sentido a la existencia es reconocer cuándo, cómo y por qué fracasamos.

Grosso modo, Flor de Capomo es un libro que está hecho con humor, oficio y gran voluntad de estilo. Celebro la existencia de este documento escrito con desenfado, sin las engarzadas formas de los narradores del centro del país, a quienes les resulta odioso que en la literatura mexicana se destaque la burla, el escarnio y la mala leche: este libro es un compendio de las filias y las fobias de los nacidos en los años setenta, nos demuestra que somos hombres con ansia de vida, aunque la vida sea, en menor o mayor grado, una herida recurrente.


Algo sobre el maipo y la revista porteña

Alejandro Michelena


Teatro Maipo, 100 años de historia entre bambalinas,
Carlos Szwarcer,
Editorial Corregidor,
Argentina, 2010.

Este libro del investigador e historiador argentino en temas de identidad urbana, Carlos Szwarcer, que evoca la extensa peripecia del Maipo de Buenos Aires, no es uno más sobre el teatro popular, sino uno de los trabajos más serios y documentados que han aparecido sobre el mundo del espectáculo en el Río de la Plata. Pero, además, con buen estilo y cualidades narrativas recrea lo que fue la intensa vida del recinto más célebre y emblemático de la noche porteña.

El Maipo ha sido por décadas el templo mayor del teatro de revistas. Abrió sus puertas en 1922 y marcó con sus espectáculos y estrellas rutilantes la noche porteña. Pero el autor pesquisó además en las etapas anteriores del teatro; cuando se llamó Scala desde 1908, y Esmeralda desde 1915. En esta segunda etapa debutó el dúo Gardel-Razzano, en el que fuera el bautismo artístico de Carlos Gardel en el lejano año 1916.

Ubicado en pleno corazón de Buenos Aires, en la calle Esmeralda, se transformó –como bien lo explica Szwarcer– en el epicentro de la fiesta nocturna, ésa que tuvo como columna vertebral la legendaria Corrientes, que en sus años de mayor esplendor fue conocida como “la calle que nunca duerme”.

Este es un libro que se lee con sostenido interés. La enorme información que su autor ha reunido es dosificada con el jugoso anecdotario generado a través de las décadas. Las figuras que van haciendo su aparición –a través de testimonio personal en algunos casos, y en muchos otros mediante evocaciones– dan al lector una dimensión de lo que era este gran teatro y su evolución. Desfilan en el texto ese gran actor que fue Pepe Arias, famoso por sus monólogos; Lola Membrives, que actuara en las primeras etapas del Maipo antes de transformarse en una de las actrices preferidas de Federico García Lorca; ese histrión fenomenal que se llamó Florencio Parravicini; Luis César Amadori –uno de los directores fundamentales del cine argentino de la época de oro–, que llegó a ser director artístico y propietario del teatro. Y no faltan los humoristas, maestros en la picardía y las segundas intenciones, como Gogo Andreu, Dringue Farías, Carlos Castro Castrito, Jorge Marrone, Luis Verdaguer, Jorge Porcel, Don Pelele, Alberto Olmedo. Y como no podía ser de otro modo, las vedettes también se asoman: Ethel y Gogo Rojo, Nélida Lobato, Norma y Mimí Pons, Susana Giménez.

A partir de 1994, y luego de una etapa de cierta decadencia, de la mano de Lino Patalano y el gran bailarín Julio Bocca –como bien lo explica el autor– el Maipo experimentó una renovación y recuperó su esplendor. Actuaron en su escenario, como capo cómicos, artistas que se habían formado en el ámbito más intelectual y transgresor del café concert de los años sesenta, como Carlos Perciavalle, Antonio Gasalla y Enrique Pinti. Sin dejar su perfil popular y revisteril, abrió sus puertas al teatro con mayúscula; de esa forma actúan allí figuras consagradas como Norma Aleandro, Alfredo Alcón, Marilú Marini y Miguel Ángel Solá. Y cantaron allí esas grandes señores del tango que son Amelita Baltar y Susana Rinaldi.