Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 23 de octubre de 2011 Num: 868

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Alejandra (fragmento)
Inés Ferrero

Leonora, indómita yegua
Adrián Curiel Rivera

La ciencia física en los Panamericanos
Norma Ávila Jiménez

México: violencia e identidad
Ricardo Guzmán Wolffer

En la gran ruta
Marco Antonio Campos

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Alejandra
(fragmento)

Inés Ferrero

El sueño no es quien soy. Son las circunstancias que me llevaron a perder en un huracán de abstracciones, medias verdades, elucubraciones, pero también en algo bonito y superfluo.

Alejandra no tiene función alguna en este mundo excepto como idea de sí misma. El desierto en el que sus ojos se abren es mi propio desierto. Una luz plena de nada. Yo, ella, estamos fuera de la historia. Yo, ella, estamos misteriosamente unidas por nuestra existencia iconográfica.

Principio o fin. Ella no sabe adentrarse en el caracol de arena. Espera fuera, espera que alguien le dé una forma. Desligada de los acontecimientos y sucesos que ocurren en su escenario, otro moverá sus hilos. Espera fuera, espera que seas tú.

Una voz en blanco y un delirio que ha de bailarse así: a principios de abril la noche se parecerá al mundo. Lo humano será estar solo pero ella anhelará lo divino.

Me miraba. Era ella. La conocía muy bien. Íbamos las dos en el mismo vagón, frente a frente. El ojo es lo más siniestro que hay. Sostuvo sus pupilas fijas en las mías y articuló tres o cuatro frases nocturnas. En la siguiente estación y sin darme tiempo a gritar, bajó.

No salí. Necesitaba el choque del tren contra las vías para entender el significado de su mirada. Luego comprendí que aquello era el reflejo de una vida subterránea.

Espero. Espero afuera y empiezo a pensar que me gustan las representaciones, el deslizarme entre los telones, el esconderme para, al cabo de un rato, salir súbitamente dando un mordisco al primer espectador que tenga la maldición de toparse conmigo. Mi relación con el mundo real se encuentra entre las circunstancias y sus significados. Quise vivir en la cuarta pared.

Desando las calles. La angustia araña el cristal de mi reflejo al ver ciudades que se borran a sí mismas. Es el gesto febril de alguien a quien no le importa ser entendido. Es el cuerpo curvado en interrogación.