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Manuel Stephens
La crítica de danza
Como parte de las actividades por el Día Internacional de la Danza, la Secretaría de Cultura del Distrito Federal organizó la mesa redonda La crítica de danza hoy. Una reflexión necesaria en la que participaron Alberto Dallal, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México y director de la revista electrónica Imágenes de la misma dependencia; Rosario Manzanos, crítica de la revista Proceso; Patricia Cardona, investigadora del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de la Danza José Limón; Colombia Moya, colaboradora de la sección de cultura de La Jornada; y Patricia Pineda, ex bailarina, guionista y promotora cultural. La mesa estuvo moderada por la secretaria de Cultura Elena Cepeda y también se contó con la presencia de Nina Serratos, coordinadora del Sistema de Teatros de Ciudad de México.
Una reunión de especialistas como ésta abre la puerta a un debate sobre los cada vez menores espacios dedicados a la crítica de danza y al intercambio intelectual entre quienes son, sin lugar a dudas, parte importante de la comunidad dancística y suelen estar poco en contacto entre ellos mismos.
Dallal, decano de la crítica de danza en nuestro país, especificó que el crítico generalmente no es reconocido por los jefes del periodismo cultural, y los calificó de “enemigos” para esta actividad. Tras esta aseveración radical, el investigador apuntó la dificultad de profesionalizar el oficio, ya que la crítica se ha mantenido al margen de las instituciones con carreras de danza. Para él, la mayor dificultad en la escritura crítica es crear un lenguaje que permita describir un discurso que es por entero simbólico; en la medida en que el crítico “aprenda a ver”, construir su propia voz e insertar la obra en su contexto histórico estará mejorando el oficio.
Alberto Dallal |
Por su parte, Manzanos hizo hincapié en los elementos que ella toma para el análisis, entre los que señaló el aspecto histórico, la reacción del público y una descodificación personal del lenguaje. Asimismo, hizo un recorrido por los géneros dancísticos en México; mencionó que no somos una potencia en danza clásica, en gran parte debido a las diferentes formaciones y estilos con los que se forman los bailarines. En cuanto a la danza contemporánea, encomió que represente una “búsqueda intelectual”, pero deploró ampliamente que se entreguen fondos a las agrupaciones que no incluyen la promoción, como debería hacerse. Habló de cómo se pretende que las compañías se conviertan en “pequeñas empresas”, cuando la danza “no es un negocio”.
Respecto a la danza folklórica apuntó que se ha vuelto una actividad para turistas, mientras que en la danza popular el danzón ha conseguido un método propio de supervivencia sin apoyos institucionales.
Cardona, discípula de Eugenio Barba, señaló que ella pasó de la crítica a la investigación. La antropología teatral le permitió interpretar la danza y la actividad del crítico como algo intangible que surge a partir de quien observa el espectáculo; afirmó que todo crítico escribe sobre sí mismo a partir del estímulo. La crítica es compartir la experiencia escénica.
Tanto Cardona como Pineda han abandonado la crítica por las dificultades que ésta implica para salir a los medios. Sin embargo, Pineda afirmó que la crítica es la memoria del espectador y se refirió a la generación sobre la que escribió, a la que denominó “de la ruptura”, que ahora solemos llamar “danza independiente”. Ésta surgió por el boom dancístico de la década de 1980, años en que los bailarines se formaban con ahínco en el desaparecido Sistema Nacional de Enseñanza Profesional de la Danza. También se fundó el entonces Premio Nacional de Danza, a instancias de la Universidad Autónoma Metropolitana en colaboración con el Instituto Nacional de Bellas Artes. Además, tras el terremoto de 1985, los bailarines conquistaron las calles para llevar consuelo a los afectados y se dio el movimiento de “danza callejera”.
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Señaló como ejemplos actuales que se solidificaron al grupo La Manga, Video y Danza que codirigen Gabriela Medina y Mario Villa, que cuenta con un proyecto de residencias en el Estado de México; y Delfos, dirigido por Claudia Lavista y Víctor Manuel Ruiz, que se descentralizaron y fundaron la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán.
Moya describió al crítico como un puente traductor que tiene que decir la “verdad”, que comunica y educa. Asimismo, propuso crear un sistema de “estrellas” para atraer al público a los teatros.
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