Opinión
Ver día anteriorViernes 21 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Tiempo de desobedecer
D

ijo bien Marco Antonio Solís, El Buki: “… dónde enterrar tanta muerte de esto que hoy tanto vivimos”. En otro contexto, pero la frase revela bien la realidad y la percepción ciudadana de la misma. Lo que vivimos la segunda semana de enero condensa las actitudes de gobierno y sociedad ante la violencia y apunta las coordenadas en que ambos se moverán en 2011.

Muerte sin fin. Los datos, los dolores de la gente, se siguen agolpando. Ejecuciones espantosas en Acapulco; combates abiertos entre el Ejército y las bandas de sicarios en Veracruz; persecuciones al revés, es decir, de sicarios a elementos del orden que terminan en la muerte de éstos en Chihuahua; feminicidio de la poetisa Susana Chávez en Juárez, donde también se ejecuta a un bebé de cuatro meses.

La sangre llegará al río, no a los ojos ni a la mente de Calderón, quien sigue celebrando en su discurso los pretendidos logros de su nunca vista estrategia. El narrador oficial de su guerra –a la que ahora rechaza como hija no deseada– explica, cuantifica: en este país se ha tenido una enorme eficacia en lograr que los presuntos delincuentes se sentencien a muerte y ejecuten la sentencia entre ellos mismos. La Marina, a su vez, envalentonada con el apoyo de Los Pinos, se da el lujo de rechazar observaciones de la CNDH. Si lo que se busca es atrapar –o matar– a los grandes capos y provocar entre ellos la mayor matazón posible, los derechos humanos son lo de menos.

Por fortuna la comunidad internacional ya no se va con la finta de que Calderón es muy valiente y está tomando medidas dolorosas pero necesarias: el representante regional de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Antonio Mazzitelli, ante el gran número de muertes violentas, califica de difícil y delicada la situación que vive México, sobre todo cuando el problema es un conflicto de control del territorio (La Jornada, 13 de enero). Por si fuera poco, seis mujeres galardonadas con el Nobel se pronuncian: “Como lo reconoció la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en su sentencia contra el Estado mexicano por el asesinato de mujeres en Ciudad Juárez, el Estado ha mantenido una política de cultura de discriminación en contra de las mujeres, causa principal que genera el feminicidio y su impunidad”.

Poco a poco se genera una respuesta de la sociedad, harta ya de sangre y de muerte. Don Julio Scherer García y Eduardo del Río, Rius, junto con un nutrido grupo de intelectuales, lanzan la campaña No más sangre a escala nacional y su impactante simbología ya empieza a recorrer nuestras ciudades. En el Distrito Federal, diversas organizaciones se siguen sumando con manifestaciones a la protesta contra los más recientes feminicidios en Ciudad Juárez: los de Marisela y Susana.

La visita a la ciudad de Chihuahua del obispo de Saltillo, Raúl Vera, constituye un hito en la movilización cívica por la justicia y contra la violencia. Los pronunciamientos de don Raúl son contundentes, densamente éticos y evangélicos. Respalda las demandas civiles y pide que se declare la alerta de género, se establezca un estado de emergencia humanitaria, que salga el Ejército, cese la actividad de limpieza de los paramilitares, se deje de criminalizar a jóvenes y defensoras y defensores de derechos humanos.

En Ciudad Juárez, mujeres embozadas vuelven a manifestarse ahora por el feminicidio de Susana Chávez ante un sorprendido y despistado subsecretario de Gobernación, encargado de los derechos humanos. Y las organizaciones civiles de la frontera analizan la situación y se ponen de acuerdo en una serie de actos de formación y de acción conjunta en una línea ya muy clara de desobediencia civil.

Las organizaciones sociales de Ciudad Juárez van a conmemorar los próximos 29 y 30 un año de la masacre de 18 jóvenes en Villas de Salvárcar. Para esto convocan a un ayuno en la frontera con Nuevo México. Y lo hacen citando al profeta Isaías: ¿No saben cuál es el ayuno que me agrada? Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libres a los oprimidos y romper toda clase de yugo (Isaías 58:6).

Se les sumarán otras organizaciones frente al palacio de gobierno de Chihuahua. Ojalá que el ayuno cunda por toda la República.

Es sólo el comienzo. Ante un Estado que a todos sus niveles y órdenes no dice la verdad, sino la oculta o dice sólo una parte de ella. Ante unas autoridades que han expulsado la ética como principio de sus acciones, la sociedad organizada debe revelar y rebelarse. Revelar la verdad profunda de todo lo que se oculta en esta terrible guerra. Y rebelarse contra la corrupción, la impunidad y la injusticia de Estado.

Ya no basta con manifestarse, con pronunciarse. Como diría Saramago, es tiempo de insurgencia ética. Es tiempo de desobediencia civil.