jornada


letraese

Número 173
Jueves 2 de Diciembre
de 2010



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate

opinion


Edmund White*

Centenario de un nómada

De niño, Jean Genet fue abandonado por su madre y recogido por campesinos en una región muy pobre de Francia. Ni la historia de su familia ni su medio dan cuenta fácil de su ascenso al primer lugar de la clase en su escuela ni de su inquebrantable sentido de lo que debía o no debía hacer. Sabía que era un lector y se negó a hacer trabajo manual para sus padres adoptivos. Los demás niños advirtieron en él algo de la pose de un dandi, algo de “parisino”, a pesar de haber sido educado exactamente como ellos. De adolescente, luego de haber abandonado el pueblo, se le llegó a considerar un delincuente al cabo de una serie de intentos por huir de las autoridades y de las instituciones. Se le envió a un reformatorio extremadamente severo para adolescentes donde sobresalió, a pesar de su salud delicada y sus intereses librescos. Casi no recibió educación adicional alguna. A los años de servicio militar en Medio Oriente, Marruecos y Francia, siguieron años de vagabundeo por España y Europa oriental y nórdica. En Checoslovaquia dio clases de francés a una mujer casada, una judía refugiada de Alemania, luego escribió sus seis largas cartas sentimentales. Nada en esas cartas –banales, pretenciosas, torpemente escritas— dejaba pensar que apenas cuatro años más tarde su autor se volvería uno de los escritores más originales y vigorosos del siglo veinte.
En cinco años, de 1942 a 1947, Genet escribió sus cinco novelas, un periodo extraordinariamente intenso de creación literaria. Cuatro de los cinco libros pertenecen a la categoría de “auto-ficción”, ese híbrido de géneros típico de nuestro siglo. Todos esos cinco libros mezclan además su voz narrativa, altamente literaria, casi refinada, con el diálogo más picante. Uno esperaría semejantes experimentos sofisticados de parte de un esteta de clase media alta como Proust o de un médico muy educado como Céline, pero que Genet poseyera tanta seguridad personal y cultural, es algo que aún asombra. A Genet siempre le invadió una tristeza profunda, la sensación de llevar casi una existencia póstuma. Cuando se enfrascaba en el trabajo casi la conjuraba, pero en los largos periodos de depresión que mediaban solía caer en un oscuro auto desprecio y en más de una ocasión intentó el suicidio. Aquí también son asombrosos sus poderes de regeneración. Después de escribir sus novelas pasó por una depresión de siete años y por un silencio que rompió para escribir sus tres grandes obras de teatro (El balcón, Los negros y Los biombos) en un lapso de sólo dos años. A la celebración de Eros en su trabajo y en su vida (escribió sus obras durante su historia amorosa más feliz, la que vivió con Abdallah, un equilibrista) siguieron las amargas cenizas de Tánatos (el suicidio de Abdallah, el suicidio del amigo y traductor de Genet, Bernard Frechtman, el intento de suicidio del propio Genet).

El desarraigo como hogar
Y sin embargo, de nueva cuenta, el fénix volvió a nacer, esta vez con la apariencia de un activista político. Contrariamente a la mayoría de escritores con orígenes oscuros y muy dispuestos a repudiarlos, Genet se volvió el apóstol de los condenados de la tierra. Desde los años setenta hasta su muerte en 1986, defendió los derechos de los prisioneros y los trabajadores inmigrantes, y lo atrajeron especialmente las causas de dos naciones sin hogar, los Panteras Negras y los Palestinos. (…) Como escritor tuvo un poder filosófico para volver a imaginar el mundo, rechazando las ideas recibidas y trastocando las jerarquías de valor y significado. Varias veces a lo largo de los años cedió en matrimonio con mujeres a sus amantes masculinos, los colocó en casas que él mismo compró y en ocasiones hasta diseñó. En esas casas siempre se reservó para sí mismo un rincón, aunque luego rara vez lo visitó. Soñó con tener una residencia propia, pero nunca la tuvo; de hecho, incluso cuando rentaba un departamento rápidamente lo abandonaba. Era un vagabundo cuyas pertenencias totales bien podían caber en una maleta pequeña.

* El 18 de diciembre se cumplen cien años del natalicio del escritor gay francés Jean Genet. Texto tomado de la introducción del libro Genet, a biography, de Edmund White. Traducción: Carlos Bonfil

 

 


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