jornada


letraese

Número 169
Jueves 5 de agosto
de 2010



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate

opinion


Bruno Bimbi*

Odisea del matrimonio
igualitario en Argentina

Cuando, hace más de tres años, iniciamos el camino hacia el matrimonio igualitario, hasta los que estaban de acuerdo nos decían que era una locura. El día que fuimos con María Rachid y Claudia Castro al registro civil a solicitar un turno para que se casaran, con un escribano preparado para levantar un acta cuando les dijeran que no y un recurso de amparo ya escrito, muchos creyeron que lo hacíamos para salir en los diarios. “Es una movida de prensa”, decían algunos. “Esto no es España”, agregaban. Pero siempre, desde el primer día, estuvimos seguros de que lo íbamos a conseguir.

Junto a los amparos, presentamos un proyecto de ley ante los diputados y otro en el Senado. Buscamos que tuvieran firmas de todos los bloques, para que nadie se negara a apoyarlo por ser “de otro”. Los diputados socialistas Eduardo Di Pollina y Silvia Augsburger y la entonces senadora Vilma Ibarra, que habían trabajado con nosotros en la elaboración del proyecto, tuvieron la generosidad de compartirlo con todos los que aceptaran firmarlo. Presentamos el proyecto pero, durante largo tiempo, no conseguimos que llegara siquiera a ser considerado.

Mientras tanto, el primer fallo judicial, que autorizó a Alex Freyre y José María Di Bello a casarse, nos tomó por sorpresa. Mauricio Macri, alcalde de Buenos Aires, decidió no apelarlo y fue la primera voz a favor que no venía del “progresismo”. Después, sin embargo, dio marcha atrás antes de la boda y los chicos tuvieron que ir a casarse a la ciudad Ushuaia. Alex y José se casaron en Tierra del Fuego y ya nada fue igual.

Después de esa primera boda, todo se aceleró. Hubo más fallos. Al día de la sanción definitiva de la ley, había ya nueve parejas casadas. Con el apoyo del gobierno nacional, la ley empezó a ser una posibilidad cierta.

La jerarquía católica, la gran derrotada
La instalación pública del tema hizo que distintos sectores de la sociedad se expresaran. Las encuestas empezaron a mostrar una mayoría que estaba de acuerdo. Hasta las universidades empezaron a pronunciarse institucionalmente a favor.

Sin embargo, aún faltaba una ayuda extra. Hasta unos días antes de la discusión, los números en el Senado no daban. La alternativa de la “unión civil”, la carta jugada por quienes se oponen a la igualdad, podía tener más votos.

Si la senadora Liliana Negre de Alonso hubiese sido menos obvia en su cruzada homofóbica y el cardenal Jorge Bergoglio hubiera hecho perfil bajo, probablemente hubiesen conseguido frenar la ley. Quienes se oponían a la igualdad tenían todas las de ganar si ofrecían un proyecto de “unión civil” que reconociera todos los derechos y sólo se distinguiera en el nombre, pero Negre de Alonso nos facilitó la tarea al impulsar un proyecto que casi no reconocía nuevos derechos, eliminaba los ya conquistados y encima incluía una cláusula de “objeción de conciencia” que permitía negar atención a gays y lesbianas. Muchos senadores que iban a apoyar la “unión civil” empezaron a dudar. “Juegan al todo o nada”, decía el senador Adolfo Rodríguez Saá, que apoyaba la unión civil, y tenía razón: cuando se habla de derechos, es todo o nada. No hay forma de respetar los derechos humanos nomás “un poquito”.

Otro elemento que jugó a favor fue la carta de Bergoglio a las monjas carmelitas, publicada por Tiempo Argentino. El cardenal supo que las religiosas estaban a favor de la ley y, en su reto, que no imaginó que se haría público, se fue de boca. Algunos senadores oficialistas que estaban en contra del matrimonio homosexual, al leer la carta, cambiaron de opinión. Una cosa es que un “legislador K” vote en contra de los deseos de Néstor y Cristina Kirchner en un proyecto y otra es que, ante una declaración de “guerra” (Bergoglio usa dos veces la palabra en su carta), se alisten en el ejército contrario, que acusa a sus jefes políticos de trabajar para “el demonio”. La declaración de esta insólita jihad convirtió a la jerarquía de la Iglesia en la gran derrotada.

La ley podría haber salido sin conflicto, como sucedió recientemente en Islandia, donde el parlamento la aprobó por unanimidad. Y podría haber sido una ley de consenso, ya que la apoyaban políticos del oficialismo y la oposición. Pero al transformar el debate legislativo en un escenario bélico, Bergoglio no hizo más que dispararse un tiro en los pies y regalarle al gobierno una victoria política que Cristina Kirchner, vale decirlo, hizo todo lo necesario para merecer.

* Periodista, activista de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans y coautor del texto de las acciones judiciales por las que se casaron nueve parejas del mismo sexo en Argentina antes de la sanción de la ley.


S U B I R