jornada


letraese

Número 169
Jueves 5 de agosto
de 2010



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate



editorial

Joaquín Hurtado

El problemita

Un potente dolor en el vientre, acompañado de diarrea y vómito, me ha traído al hospital en las horas siniestras. Los malestares entéricos han cedido pero no puedo dormir bajo esta luz que inunda la sala de urgencias. ¿Por qué a los enfermos nos castigan de este modo? Por humanidad deberían dejarnos en razonable penumbra, envueltos en el dulce crepúsculo de nuestro ocaso.

Cada quince minutos viene Jaime, un enfermero comedido y discreto. Jaime revisa los alambiques y los pinchos intravenosos. Me dice un par de frases con información pertinente. Yo agradezco profundamente su economía verbal.

Luego regresa el médico de guardia, un pasante que parece jugador de fut americano. Sereno, reservado y deliciosamente perfumado. Pregunta cómo me siento, le respondo que ya mejor. La verdad es que estoy peor ahora que reparo en su apostura. La belleza me enferma, me recuerda la escoria humana que represento, la inmundicia pellejuda que no hace otra cosa más que contar estúpidamente las gotitas que descienden por el tubo.

Hacia el segundo frasco de suero voy “evolucionando favorablemente”, según Jaime. Hoy ha sido una noche tranquila, muy pocas balaceras en el frente de guerra. Esto me permite ser el soberano invicto en la sala de emergencias. Recibo yo solito los infinitos mimos del personal asignado exclusivamente para mi graciosa majestad. Con la mano derecha me cubro las cuencas adoloridas de los ojos. Con el ipod y un antifaz para dormir hubiera sido mucho más plena mi voluptuosa noche en el nosocomio.

En el cambio de la segunda a la tercera botella de suero la situación cambia. Mi enfermero ya no es Jaime. Ahora llena todo mi campo visual una locaza parlanchina y confianzuda. Me suelta de golpe su canallesca estatura mental: “¿cómo está hoy nuestro enfermito?”

¡Me trastorna que los trabajadores de la salud nos digan “el enfermito”, o la peor guarrada: “el problemita”, como eufemismo del vih/sida. No le contesto.

Quizás por la rabia hasta el catéter se me ocluye. No entiendo cómo es que a este sujeto le permiten traer su teléfono musical a todo vuelo. Viene y me cubre con una manta. El personaje es un maternal cuidaperros que acicatea con albures al médico y escarnece al enfermero Jaime. Cada cinco minutos me visita y me tortura con su monólogo de chachalaca. Tararea ¡el Noa Noa! mientras jala por aquí, aprieta por allá, la sonda taponada. Sus manos son la encarnación de la injusticia, la perversidad, la torpeza. Su presencia destruye la delicada y perfecta armonía en la que habitaba. No conforme con tanta barbarie, me dispara con sonrisa impostada la maldición imperdonable: “¿y desde cuándo tienes el problemita?”

Lo miro con ojos licuados en sangre y le doy una merecida patada en el culo.


S U B I R