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De premios y desengaños
LUIS RAFAEL SÁNCHEZ
Poema
FRANCISCO TORRES CÓRDOVA
En la ficción no existe
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RICARDO YÁÑEZ entrevista con JULIETA EGURROLA
Época
JAVIER SICILIA
Guido Picelli, comandante antifascista
MATTEO DEAN
La trilogía Millennium: el límite de la inquina
JORGE GUDIÑO
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Las Rayas de la Cebra
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Bemol Sostenido
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ROGELIO GUEDEA
El Mono de Alambre
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JORGE MOCH
Directorio
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jsemanal@jornada.com.mx
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AL BORDE DE LOS ABISMOS
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ
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Señales que precederán al fin del mundo,
Yuri Herrera,
Periférica,
Cáceres, 2009.
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Es fácil dejarse llevar por los prejuicios. Sobre todo, a la hora de poner etiquetas o de enfrentarse a ellas. Basta leer una contraportada o el perfil de un autor para asumir cómo “debe ser” su literatura. Entonces la lectura se vuelve un proceso desmitificador. Y esto opera para bien o para mal. ¿Cuáles, si no, serían las razones para seguir a un autor, para escoger un libro frente a otros? Sin lugar a dudas, nuestros prejuicios. Podemos justificarlo con base en nuestras experiencias, pero nunca llevar a cabo una elección libre de toda tara ideológica.
Así, “la literatura de la frontera” está cargada de implicaciones que trascienden el ámbito de lo literario. Se puede hablar de una nueva poética cuando se quiere dar cuenta del cambio de verbalización producto del complejo sistema idiomático de la región. Señalar nuevas problemáticas para exhibir a las autoridades migratorias. Escribir melodramas exagerados para denunciar la falta de oportunidades en nuestro lado del mundo. Y juntar todos estos elementos para describir una literatura novedosa, producto de un nuevo funcionamiento social. Peor aún, por el hecho de que una novela se desarrolle a lo largo de la franja fronteriza se puede cometer el error de atraparla en una categoría que le resulta más que insuficiente.
Señales que precederán al fin del mundo es una muestra fehaciente de ello. Yuri Herrera (Actopán, 1970) escribió una pequeña novela situada en ese borde. Makina debe cruzarlo para encontrar a su hermano que ha dejado de dar muestras de existencia. Lograrlo no será fácil. Tendrá que pasar una serie de etapas a través de las cuales se topará con entes siniestros de tan reales. En su camino se descubrirá como un personaje poderoso, inolvidable. No sólo porque es fuerte a la hora de habitar un mundo hostil, sino porque también sabe recibir ayuda mientras transita por los intersticios que separan un país del de enfrente, una realidad de la otra, lo tangible de lo legendario. Su viaje no sólo será una búsqueda sino una forma de aproximarse a sí misma; un destello en medio de angustias, porque descubrirá que su entorno, por sórdido que parezca, también está rodeado de ángeles guardianes.
Yuri Herrera no escribe literatura de la frontera. Escribe literatura sin etiquetas. Y lo hace con una propuesta narrativa propia, haciendo gala de recursos narrativos frescos y contundentes. Como lectores, resulta inevitable crear un vínculo de empatía con Makina, sufrir con ella, transitar al borde de todos los abismos por los que ella transita, respirar con alivio cuando la calma llega sin importar de qué lado de la frontera se encuentre. No es una exageración decir que empezar su nove la implica no poder dejarla: cada palabra está puesta en su sitio justo y obliga a seguir adelante. Más aún: leerlo obliga a un nuevo prejuicio, el de buscarlo en la próxima visita a las librerías.
LA CONSERVACIÓN DEL TIGRE
RAÚL OLVERA MIJARES
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Los tigres,
Pascal Picq y François Savigny,
FCE,
México, 2009.
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En su colección Ciencia y Tecnología el Fondo
de Cultura Económica acaba de sacar a la luz Los
tigres, resultado de la labor en conjunto de un
antropólogo y de un fotógrafo. Esta bestia ancestral,
casi fantástica, está amenazada. Los tigres no
constituyen, sin embargo, la única especie que
vive bajo presión. En su entorno, los herbívoros
que conforman su dieta, así como algunos
hombres y ganados, deben afrontar una serie de
retos que van desde el cambio climático, la escasez
de agua, la sobrepoblación humana, el subdesarrollo
y la necesidad de comerciar con lo que sea
para saciar el hambre. Quienes viven en India y
China, cerca de las grandes reservas de la fauna,
buscan en ocasiones procurarse algún alivio pecuniario
incurriendo en la caza furtiva y el comercio
con derivados del tigre, que van desde sus testículos,
sus vísceras, hasta sus huesos, productos
indispensables en la farmacopea china.
Sorprende la edición, en tiraje de cinco mil
ejemplares, de este breve y curioso opúsculo de
la autoría de Pascal Picq, paleoantropólogo del
Collège de France quien, a su amable cultura
humanística y anhelo de elegancia en la escritura,
aúna conocimientos suficientes en la historia de
las especies biológicas. Curioso que Picq, siendo
antropólogo de formación, fuese el responsable
del texto y no un zoólogo especializado en los
grandes felinos. La felicidad y facilidad de su
pluma son una más que suficiente justificación;
no así su alegato por preservar al tigre aun en detrimento
de la vida humana. Después de todo, parecería
haber una voluntad por parte de las naciones
desarrolladas de reducir el número de los pobres,
ya sea con alimentos caros, fondos cada día más
limitados para la salud, vacunas y semillas adulteradas,
guerras preventivas o bien el envío de
tropas para combatir el narcotráfico y salvar la
democracia.
François Savigny, fotógrafo de la naturaleza,
aporta una serie de tomas y de comentarios –por
cierto colocados en cualquier lugar en el texto y
sin una lista de grabados– en el mejor gusto del
National Geographic. Fotografías de calendario,
si bien unas cuantas de documentación y otras
aún más raras que aportan ciertos elementos estéticos.
La traducción del francés se confió a María
Lebedev y oscila entre la corrección escueta y el
descuido patente en expresiones como el “circo
Maxime” para referirse al Circo máximo en la antigua
Roma, no al restaurante parisino, “la misión
del lugarteniente Afanasiev” siendo teniente
la expresión más usual y “el ratio sexual descrito”,
siendo ratio –razón o proporción– una voz femenina
en latín. Si volúmenes tan vistosos absorben
significativos recursos de partidas destinadas a
libros de ciencia, el precio por la conservación del
tigre y del hábitat de las presas que devora es
muy alto. Un buen distractor ecologista para otros
problemas igualmente graves, con todo, Los tigres representa un hermoso trabajo editorial.
UN COSTAL DE MAÑAS
GUILLERMO VEGA ZARAGOZA
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Sombras detrás de la ventana. Cuentos reunidos,
Eduardo Antonio Parra,
Editorial Era/Conaculta/ Fondo Editorial de Nuevo León/UANL,
México, 2009.
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Parece haber un consenso amplio entre la crítica literaria de que Eduardo Antonio Parra (León, Guanajuato, 1965) es “uno de los narradores mexicanos más brillantes, consistentes y por eso importantes de las generaciones más recientes”, como ha dicho Ignacio Trejo Fuentes, por citar a uno de los críticos más difíciles de complacer en el medio literario nacional. Con la aparición de sus cuentos reunidos –volumen con el que ganó el Premio Antonin Artaud 2009– es posible experimentar de nuevo, de un solo golpe, la evolución de este narrador que también ha incursionado en la novela con un thriller (Nostalgia de la sombra, Planeta, 2002) y una de tema histórico (Juárez. El rostro de piedra, Grijalbo, 2008), ambas también ampliamente encomiadas por los reseñistas.
¿Qué clase de “hacedor de gemas cuentísticas memorables” –como lo ha llamado Daniel Sada– es Eduardo Antonio Parra? En principio, habría que destacar que su ámbito es el realismo, pero no de cualquier tipo: se trata de un realismo duro, a veces crudo y sórdido, que sin embargo no está peleado con la creación de atmósferas de violenta intensidad y erotismo.
Ya desde los nueve cuentos de Los límites de la noche, publicado en 1996, se nos revelaron las herramientas de este autor: prosa ceñida, pero no por ello menos tersa; con precisión y profundidad para desarrollar tramas y caracteres. Si Parra fuera cirujano, utilizaría con maestría el bisturí para destripar a sus personajes con apenas unos cuantos cortes leves pero letales. En este sentido, es un escritor de talante clásico, que se desenvuelve con pocos atrevimientos formales y se precia de seguir los preceptos dominantes del canon cuentístico.
Aunque ya se está volviendo casi un lugar común al referirse a la influencia que han tenido en él José Revueltas y Juan Rulfo, e incluso Juan Carlos Onetti, lo cierto es que a los críticos se les ha escapado mencionar la vinculación de su talante con el de uno de los prosistas más finos de nuestra literatura: Martín Luis Guzmán. Comparte con él, además de la prosa cuidada, el leve aliento épico de la tragedia humana de personajes en situaciones límite, como en “El placer de morir”, “El pozo” y “El cazador”. Christopher Domínguez Michael afirmó que la violencia mexicana, que parecía agotada por décadas de literatura miserabilista, ha renacido en los cuentos de Parra “como si todas las formas de crueldad fueran nuevas en la pluma de uno de los cuentistas más extraordinarios (y naturalmente) dotados de nuestras letras”.
En Tierra de nadie (1999) repitió la dosis, aunque ya se percibía una evolución tanto estilística como temática, aunque siempre con un hilo conductor: la visión desencantada sobre la naturaleza humana, como en “La vida real”, “Nomás no me quiten lo poquito que traigo” y “El cristo de San Buenaventura.” En diciembre de 2000 Parra obtuvo el Premio del Concurso Internacional de Cuentos Juan Rulfo, que se otorga en París, con “Nadie los vio salir”, una especie de aleph de su universo narrativo: a un congal de la frontera, verdadera Babilonia del subdesarrollo, una pareja de belleza y sensualidad extraordinarias llega a cumplir una inusual misión: desatar el deseo y el desenfreno en ese lugar de casi muertos vivientes, logrando la intrusión prodigiosa de la belleza en el horror.
En una entrevista reciente, a propósito del Premio Artaud, Parra confesó que no hay trucos para escribir, que uno aprende mañas y éstas son las que hacen al escritor: “Un autor formado es un costal de mañas del lenguaje.” Esto queda de manifiesto en Parábolas del silencio (2006), su colección más reciente y que algunos consideran su mejor libro, donde Parra se hunde aún más en sus obsesiones, en los terrenos de lo oscuro y lo sórdido, pero aplicando recursos narrativos no empleados hasta entonces por él. A propósito de este volumen, el peruano Fernando Iwasaki agradeció que Parra “explore las infinitas posibilidades del monólogo interior o que simplemente dé rienda suelta a su vocación de narrador, al placer de contar historias y a la ilusión de fraguar personajes memorables, mezclando barro con otras sustancias más bien innombrables”, como en “Bajo la mirada de la luna”, “El laberinto” “Al acecho” y “Cuerpo presente”, donde el aliento poético y los hallazgos descriptivos se entremezclan con la mezquindad y las atrocidades de las historias que nos cuenta.
Para terminar: Parra manifiesta una predilección por el número nueve (cada uno de sus tres libros de cuentos incluyen esa cantidad de textos), que en la Cábala está representado por el Eremita, el cual, de acuerdo con los arcanos del Tarot, simboliza la soledad y los sufrimientos, así como el sexo, la alquimia o la transmutación sexual, elementos curiosamente presentes en su narrativa. Pero, además, los cuentos incluidos en este libro son veintocho; si ambos números se suman resulta el número 10, que representa la Rueda de la Fortuna y simboliza la recurrencia, la retribución, los buenos negocios y los cambios. Es decir, buenos augurios para lo que parece ser el cierre de un ciclo y el inicio de otro de un escritor cuya editorial considera que “pocas veces en la historia de la literatura mexicana un autor se había convertido, de manera tan temprana, en un clásico”.
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México hecho a mano ,
Fotografía, Carlos Hahn, textos de Abra ham Orozco,
Zona centro, 2008, Zonasur, 2009, Zona norte, 2010,
editorial AM.
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México hecho a mano es una colección de tres tomos que presenta el trabajo del fotógrafo mexicano Carlos Hahn. Esta colección de más de 300 fotografías a color pretende otorgar un reconocimiento al trabajo manual y las artesanías mexicanos desde la época prehispánica hasta nuestros días. En la colección se muestran por igual frutos, platillos típicos y dulces regionales, así como prendas de vestir, tejidos y bordados, arquitectura prehispánica y colonial, artesanías en madera, talabartería, hierro forjado y alfarería, organizados en tres zonas a lo largo de la República Mexicana: el norte, comprendido por Baja California Sur, Chihuahua, Coahuila, Durango, Nayarit, Nuevo León, Sonora, Sinaloa y Tamaulipas; el centro, que comprende las llanuras del altiplano, las serranías de la cuenca del Valle de México, los confines de las huastecas y las costas del Océano Pacífico y Golfo de México con sus respectivos puntos: Ciudad de México, Guanajuato, Hidalgo, Michoacán, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tlaxcala y Zacatecas; y el sur, consistente en una región fascinante que une al Pacífico con el Golfo, de Veracruz a Guerrero, de Oaxaca y Chiapas a Tabasco y Campeche y de Yucatán a Quintana Roo.
Una exposición que presenta una selección de 120 de las imágenes contenidas en los tres libros es presentada en la zona de exposición de las Rejas de Chapultepec, la cual fue inaugurada recientemente.
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