Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de abril de 2010 Num: 789

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

De premios y desengaños
LUIS RAFAEL SÁNCHEZ

Poema
FRANCISCO TORRES CÓRDOVA

En la ficción no existe
el no

RICARDO YÁÑEZ entrevista con JULIETA EGURROLA

Época
JAVIER SICILIA

Guido Picelli, comandante antifascista
MATTEO DEAN

La trilogía Millennium: el límite de la inquina
JORGE GUDIÑO

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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La trilogía Millennium:
el límite de la inquina

Jorge Gudiño

Para un prospecto de lector la idea de enfrentarse a las mesas de novedades resulta abrumadora. A menos que se haya ejercitado en el estoicismo, lo más probable es que alcance, pronto, el nivel de la desesperación. Pero, más allá de la sensación de ansiedad propia de los claustrofóbicos, al prospecto de lector lo que le acaba invadiendo es la duda: ¿cómo saber, entre tantos ejemplares, cuál es el bueno? No sólo en términos de calidad literaria, sino en algo más elemental y mucho más importante: en términos de gusto. Invertir tiempo y dinero para quedarse entre las manos con un mamotreto insípido puede ser suficiente para que el lector deje de serlo.

Los procedimientos de selección son variados. Van desde las recomendaciones hasta los colores de las cuartas; desde la simplicidad de tomar el más cercano a uno hasta el ingenio depositado en el título; desde un nombre que suene conocido hasta la falacia de las contraportadas. Cualquier opción es válida mientras funcione. Pero ello no impide generar cierta suspicacia frente a las enormes torres formadas por los bestsellers. Si bien es cierto que hay quienes se dejan seducir por las recomendaciones multitudinarias, también lo es el hecho de que un prurito suele detener la mano de los lectores más experimentados: “Un bestseller no es un buen libro.” Pero tampoco es fácil renunciar a ellos. Son gruesos, garantizan horas de entretenimiento, su lectura es fácil y crean una inmediata adicción. Además, en una de ésas, nos dan la sorpresa de revelarse como propuestas interesantes.

Tal es el caso de la trilogía Millennium. El lector puede sospechar, de inmediato, al verla por todas partes. Las portadas son atractivas, ha liderado las ventas de los últimos meses, mucha gente la carga aunque sea para pasearse con ella. ¿Vale la pena leerla?

Son muchos los elementos que han contribuido a su éxito. De entrada, el autor. Stieg Larsson (Suecia, 1954-2004) murió antes de ver publicado el primer libro. Se dice que tenía planeada una saga de diez volúmenes. Sólo aparecerán tres. Por fortuna, bastan para cerrar la historia. Aunque cruel, como elemento mercadológico resulta interesante el destino del escritor. Pero las novelas funcionan más allá de eso.

Desde una perspectiva un tanto reduccionista, se debe confesar que los tres libros que integran la saga (Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con un cerillo y un galón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire) están montados sobre la arquitectura de la novela policíaca. El primer tomo arranca con un caso que debe resolver Mikael Blomkvist, un periodista que se ve obligado a tomarse un año sabático por ciertas prácticas profesionales. A lo largo de éste, indagará los asuntos relativos a la desaparición de Harriet Vagner, treinta y seis años atrás. La resolución del crimen es clásica: el lugar cerrado, una larga cadena de sospechosos, el honor y el silencio como dos nubarrones que entorpecen las investigaciones e, incluso, el peligro al que tienen que exponerse los protagonistas. Más allá de ello, apenas se puede decir que, como novela policíaca, el texto es cumplidor.

Pero eso no es todo. Porque a media investigación Mikael se hace acompañar de un personaje femenino: Lisbeth Salander. Es una joven sociópata que pronto se muestra como indispensable a la hora de resolver misterios. En ella se conjuga una extraña paradoja: es un personaje sumamente atractivo; leer su historia es compenetrarse en su vida, ser testigos de sus cualidades únicas es envidiarlas un poco y, pese a ello, es un personaje del que no resulta fácil enamorarse e, incluso, con quien muchos de los lectores no querrían toparse. Al menos no como enemigos. Sus cuaren ta y tantos kilos y su aparente indefensión podrían hacerla parecer la víctima perfecta. En verdad, no lo es. Aunque muchos han creído que sí.

Y es que a lo largo de los tres tomos descansa un discurso social orientado a denunciar el maltrato hacia las mujeres. Así es, en Suecia sucede como en México: también en el primer mundo hay machos abyectos que se sienten con el derecho de violentar a las mujeres. Lisbeth lo ha vivido en carne propia durante toda su vida. Nunca ha tenido en quién confiar y, para colmo, los prejuicios que causa su apariencia sólo contribuyen a que, quienes la juzgan, les den la razón a los otros, a los hombres que no aman a las mujeres.

Entonces la trilogía configura una novela de personaje. Un personaje que no sólo colaborará para desentrañar un misterio o para denunciar a gritos las injusticias que se cometen. Lisbeth Salander no se puede resignar a los finales fáciles. Ella exige venganza. Una venganza que le dará una nueva dimensión a las novelas. Una venganza que es capaz de dejar satisfecho al gran público lector. Una venganza que está compuesta de varias más pequeñas: una para cada uno de sus agresores. Una venganza que termina revelándose justa.

Resulta imposible no tomar partido por Lisbeth. Incluso Mikael (quien representa el lado ético del asunto) termina aceptándolo. De entre todas las cualidades de la protagonista, resalta su inteligencia superior. Aquélla que le permitirá tomarse las cosas con calma, sabedora de que el mayor daño posible descansa en la planeación, en tomar desprevenido al contrincante. Basta el primero de los tomos para comprobarlo. La inquina llega a niveles perturbadores. Un acto violento sólo puede desencadenar otros actos violentos. Pero, a diferencia de los primeros que nos estremecen por su brutalidad, los consecuentes nos dejan un buen sabor de boca dentro de esta misma brutalidad.

Millennium no es sólo un bestseller, son novelas donde se profundiza acerca de temas serios, en las que los personajes no salen indemnes, que obligan al lector a la reflexión y en las que, también, se ofrecen horas solaces y bienvenidas. Aunque, eso sí, esta amenidad no está exenta de una cierta inquietud que va cimbrando el ánimo. Algo que sólo pueden hacer muy pocos libros.