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Retorna al festival de Cannes con Los abrazos rotos para competir por la Palma de Oro

No se adónde quiero ir; pretendo que cada cinta me excite: Almodóvar

Si perdiera la pasión, dejaría de hacer cine; es un proceso irracional, comenta en entrevista

La película que presenta tiene una arquitectura más compleja; no es una narración lineal

Especial
Periódico La Jornada
Miércoles 20 de mayo de 2009, p. 8

Cannes, 19 de mayo. Primero fue la venia del público francés y el éxito comercial en aquel país. Pero sólo en 1999, una década después, el Festival Internacional de Cine de Cannes abrió sus puertas a las películas de Pedro Almodóvar, con la aceptación de Todo sobre mi madre en la sección oficial, con la que obtuvo el premio a mejor dirección. Desde entonces este escaparate cinéfilo, el más prestigioso del mundo, se ha mantenido fiel en su admiración hacia el genial realizador. Con todos los honores, su cinta La mala educación inauguró la edición de 2004. Dos años más tarde, Volver conquistó el premio al mejor guión y a la mejor interpretación femenina. Ahora, maduro y consagrado mundialmente, Almodóvar retorna a Cannes con Los abrazos rotos, melodrama con tintes de noir, protagonizado por Penélope Cruz, para competir, una vez más, por la Palma de Oro.

Sentado en una de las terrazas del imponente Palacio del Cine, el cineasta manchego conversó ayer sobre su relación con el séptimo arte, su preocupación por la memoria histórica y, sobre todo, del proyecto que lo tiene totalmente absorto: una película, muy personal, sobre la Guerra Civil española, por medio de la vida y obra del poeta español Marcos Ana, quien estuvo 25 años en condiciones inhumanas en una cárcel franquista.

Buena crítica

–¿Cómo se siente en Francia?

–Muy bien. Irónicamente, Francia es nuestro primer mercado. Todas mis películas hacen más dinero aquí que en España, a pesar de ser subtituladas. Las críticas que estoy leyendo son muy buenas. Supongo que es normal al no vivir aquí, pues los críticos y el mismo público tienen menos prejuicios en todos los aspectos a la hora de acercarse a una cinta mía. Eso les brinda mayor objetividad.

Los abrazos rotos es, sin duda, menos accesible que sus cintas anteriores.

–Sí, tiene una arquitectura interior más compleja: no es una narración lineal, la acción no va alrededor de un personaje principal, sino que parte de diferentes puntos, en cuanto a los personajes, las situaciones, los tiempos y los espacios. Quizá se necesite de más tiempo para digerirse.

–Su esencia puede perderse en las traducciones. ¿Es obsesivo en el proceso de doblaje o subtitulaje para la distribución internacional?

–Sí, muy obsesivo. Para el doblaje, yo mismo elijo las voces de las pruebas que me mandan. En los subtítulos, se tienen que dejar elementos fuera, y soy yo quien elige qué es lo más importante. En general, es un periodo de mucho sufrimiento y frustración, porque ves cómo tu película se va empequeñeciendo.

–Usted ha dicho que el cine perfecciona la vida. ¿En qué modo lo ha hecho en la suya?

–Desde muy pequeño, el cine me ha dado más emociones a mí como persona que la vida misma, aunque fueran irreales. Cuando tenía 9 años y vivía en Extremadura o en la Mancha, el cine para mí era absolutamente mucho más real que la vida. En Los abrazos rotos tenemos a tres personajes llenos de problemas, quienes ven cómo se monta una película. Sus vidas son tremendas, pero lo que ponen en pie es divertido. Es una comedia que contrasta con su propio drama. Esa oposición entre vida y cine yo la vivo de un modo muy real. El cine es guionizable, la vida no. El cine depende del talento de las personas que están detrás, la vida no depende del talento ni de la impostura. La vida tiene otras reglas.

–La decisión de incluir Mujeres al borde de un ataque de nervios como parte de la historia y que el protagonista sea precisamente un director, ¿le ha servido para saber dónde está ahora Pedro Almodóvar en su carrera?

–No se adónde quiero ir. Lo que pretendo es que cada película realmente me excite. Ésta del mismo modo en que lo han hecho mis 17 anteriores. Ahora tengo cuatro guiones, en diferentes etapas cada uno y, aunque suene un poco esotérico, es la película la que me elige a mí. Distingo muy claramente cuál es el guión propicio, porque siento una necesidad casi física de hacerlo. Cuando comencé, hacía películas en súper 8, y las hacía porque lo deseaba más que nada en el mundo. Esa pasión no la he perdido. Si eso me sucediera, probablemente deje de hacer cine. Es un proceso completamente irracional.

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Almodóvar llega a la proyección de su más reciente película abrazado por dos de sus musas: Rossy de Palma y Penélope CruzFoto Reuters

Reconciliación con la historia

–La Guerra Civil española ¿Desde cuándo se interesa por este tema tan ajeno a su cine?

–Recuperar la memoria histórica es bueno y sano. Tanto las derechas como las izquierdas de España, Fraga y Carrillo debieron olvidar lo que ocurrió en la guerra, y nosotros también, para poder reconciliarnos, aunque fuera todo casi como un espejismo, concretado en una Constitución que nos sirviera para mirar el futuro. Pero 30 años después es imprescindible recuperar esa memoria, porque sus fantasmas llaman a nuestra puerta y hay que abrirla, porque esa puerta no sólo no abre ninguna herida, sino que cierra las heridas de los familiares que tienen a sus muertos por ahí, en fosas comunes.

Creo que la equivocación de la derecha es pensar que se trata de una cuestión política o belicosa, y que lo que se pretende es señalar responsables y castigar a los verdugos. Pues no. Hay que abrir esa puerta. Las películas que yo hacía en los años 80 no tenían la menor sombra de Franco, no reconocían su existencia y ésa era mi venganza. Ahora me gustaría rodar una cinta sobre este tema, porque, aunque no tenga ningún familiar muerto en ninguna cuneta o en una fosa común, lo siento muy cercano.

–¿Trabaja ya en el guión?

–Tengo los derechos de un libro maravilloso de Marcos Ana, quien cuenta sus vivencias desde el interior de una cárcel franquista, en el que no existe el menor síntoma de venganza ni los nombres de sus verdugos. Es un testimonio único sobre sus condenas de muerte, el ingenio increíble de los presos comunistas y socialistas para sobrevivir, su salida de la prisión y su conflicto al sentirse como un niño en las calles de Madrid, a pesar de sus 42 años, porque lo recluyeron 25, cuando apenas tenía 16.

Ese guión ya me ha elegido y estoy encantado. Me gustaría hacer esta película por respeto a él, quien es un hombre maravilloso, y quiero hacerla mientras él esté con vida, porque me preocupa mucho el tema de la memoria histórica, debido a que la ley en vigor no me parece la manera más adecuada de llevarla.

–¿Cual será su visión personal de este libro en su película?

–Habrá un personaje femenino. Una de esas noches, un amigo de juventud lo lleva a un cabaret y conoce a una mujer. A través de esa relación con ella, a lo largo de una noche en Madrid y sus night clubs, irán apareciendo los momentos de su pasado. No quería anticiparlo, pero ya que insiste, ésa es la estructura que pienso darle.

–Volviendo a Mujeres al borde de un ataque de nervios, parece ser su película más fértil. Ahora tendrá varias adaptaciones en Estados Unidos.

–Es la base de dos proyectos diferentes. Por un lado, la Fox pretende sustituir el éxito de Esposas desesperadas con esta nueva serie de televisión. Ya están grabando programa piloto, con actores de allá que interpretan a personajes adaptados a la idiosincrasia estadunidense. En la obra de Broadway, en cambio, los personajes serán españoles y el musical transcurre en Madrid.

Fallas en la energía eléctrica

Por otro lado, la agencia Notimex informó que varias de las proyecciones previstas en el banquete fílmico francés fueron suspendidas a causa de fallas eléctricas, presuntamente intencionadas.

De acuerdo con los balances oficiales, alrededor de 15 mil clientes del barrio de la Croisette, centro neurálgico del encuentro, resultaron afectados.