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De recesiones y cambio climático: la última
C

oncluyamos nuestras notas sobre recesiones y cambio climático. Intentaron ofrecer algunas ideas sobre la evolución a largo plazo –larga duración– de nuestra vida energética integral y sobre la producción, consumo y utilización de combustibles y electricidad en nuestra vida cotidiana, tan llena de consumos excesivos, superfluos y depredadores, lamentablemente, pero, nunca es tarde para impulsar eficiencia, limpieza, bajo costo y sustentabilidad integral. ¿Integral? Sí, para superar sus efectos nocivos, ante todo el de la terrible emisión de gases de efecto invernadero, pero no sólo eso.

Hay depredación dramática, de naturaleza y personas, acaso por ello visiones críticas muestran la necesidad de incluir en una perspectiva virtuosa todos los procesos vinculados, anteriores y posteriores al consumo y no sólo en un combate al cambio climático, que siempre considera la huella de carbono. También –nunca olvidarlo– en una lucha social que trascienda la desigualdad, su origen, sus causas, sus consecuencias, que en mucho explica nuestro deterioro. Siempre en un una perspectiva virtuosa de menor costo a largo plazo, máxima eficiencia, máxima satisfacción, máximo respeto a la naturaleza y a nosotros mismos.

¿Qué hacer? Nuevos hábitos, conductas y decisiones sociales. Justas, solidarias, prudentes, astutas. No sólo –gran error– adecuadas políticas públicas, tantas veces profundamente autoritarias, cuyo sentido original debiera ser promover, alentar, impulsar y respaldar esos nuevos hábitos, nuevas conductas y nuevas decisiones colectivas, desde abajo, en busca de eficiencia, limpieza, mayor satisfacción y, sin duda, su menor costo y mayor bienestar.

Nuestros críticos destacan la necesidad de romper desigualdades y asimetrías de un consumo cuyos daños se originan en las prácticas de una parte mínima de la población. La lucha contra la desigualdad –contra sus orígenes– exige, entonces y ante todo, nuevos hábitos de justicia social. Sustentados en nuevas tecnologías para acceder a un mundo nuevo, de cero emisiones, pero más justo. Sí, a decir de múltiples expertos críticos (http://bitly.ws/FMQ5) es urgente ajustar vida cotidiana, reducir el consumo excesivo y derrochador. Primordialmente en las partes más ricas del mundo, donde los estilos de vida intensivos en energía son norma.

Los ajustes sociales incluyen renovadas formas de movilidad, nuevas dimensiones y formas de construcción y acondicionamiento de espacios, vitales y comerciales. Cambiar conductas en el tiempo libre, renovados esfuerzos de reciclaje y disposición de materiales y desechos, otras formas de empaque y envío de bienes. Sí, nuevas formas y estilos de vida que se manifiestan en hábitos industriales que trasciendan la depredación. Y en ese marco, subrayan, al menos, tres acciones virtuosas: 1) reducción de emisiones de activos intensivos en carbono e introducción de tecnologías limpias; 2) reducción de emisiones en sectores con opciones de cambio restringidas, sobre todo con electrificación de usos finales y utilización de biocombustibles y gases bajos en carbono; 3) reducción de demanda de energía, con expansión de fuentes renovables y limpias de electricidad.

Independientemente de estas y otras perspectivas virtuosas, lo cierto es que el proceso integral debe sustentarse en una voluntad social ampliada y fortalecida y eso exige superación de la desigualdad y más –mucho más– justicia en el mundo. Y una democracia real, desde abajo. De veras.

NB: Mi vida en lo energético empezó con el trabajo al que me convocó una amiga a la que nunca dejaré de agradecerle. Ahí tuve un primer vínculo laboral con Dorotea Bares de Castro, siempre gentil, amistosa e inteligente. Un abrazo a su querida familia por su partida. Amén.