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Economía moral

Dos importantes autores buscan salidasa la crisis ambiental, 1ª entrega

J

eremy Rifkin (JR) y John Bellamy Foster (JBF) son dos importantísimos autores activos con formaciones y visiones diferentes, pero ambos sostienen que, si actuamos rápido, todavía podemos evitar las peores consecuencias del calentamiento global: la sexta extinción. En 2022 cada uno publicó un nuevo libro que se suma a sus numerosos libros previos: JR, The Age of Resilience, 306 pp. ( La era de la resiliencia, Paidós). JBF, Capitalism in the Anthropocene: Ecological Ruin or Ecological Revolution (693 pp.; no he encontrado versión en español). Empiezo con JBF, centrándome en el último capítulo de su libro, titulado Conclusión. Ecología y el Futuro de la Historia: Nada demuestra tan claramente los límites inherentes de la ideología capitalista como su innata negación del futuro de la historia. La metafísica capitalista, como observó J. P. Sartre, prohíbe el futuro; no hay ‘salida’ del sistema y de su casa en llamas. El mantra de Thatcher: ‘no hay alternativa’, continúa ejerciendo socialmente su congelado agarre”. Pero 25 años después del festejado El fin de la Historia de Fukuyama, continúa JBF, la humanidad confronta la peor cadena de amenazas catastróficas de su historia: desde el estancamiento del centro capitalista, a la fisura ecológica planetaria, a la amenaza epidemiológica del covid-19, al nuevo imperialismo dirigido al Sur Global. Como ya lo señalara Marx, la única opción para la población trabajadora y sus comunidades es ahora: ruina o revolución. La praxis revolucionaria del siglo XXI tendrá que operar en un amplio campo que combine las luchas por el socialismo y la ecología. Representa, para JBF, una nueva materialidad de la esperanza en las luchas de cientos de millones que buscan trascender las opresiones de clase, raza, género e injusticia ambiental emanadas del imperio del capital. Las luchas que tienen una base ecológica son tan vitales como las económicas. “Hoy, señala, las catástrofes desatadas por el capitalismo, abarcan no sólo la economía, sino el medioambiente planetario, llevando al surgimiento de lo que puede llamarse proletariado ambiental”. Cita los Grundrisse y el Vol. III de El capital y concluye con la contundente frase de Marx: “La verdadera barrera (es decir, frontera no remontable) a la producción capitalista es el capital mismo”. De igual modo en el que el capitalismo niega cualquier futuro más allá de sí mismo, su génesis se presenta como predeterminada, un mero llegar a ser de fuerzas que siempre estuvieron presentes esperando su liberación. Cita a Ellen M. Wood que ha observado que “las explicaciones del origen del capitalismo son circulares, suponen la “existencia previa del capitalismo para explicar su llegar a ser”. De cara al cambio climático, añade JBF, el punto de vista dominante supone que todas las soluciones son tecnológicas y que todas las tecnologías concebibles son compatibles con el capitalismo. Elemento central, según JBF, en esta negación de la historia, relacionada con la noción de determinismo tecnológico, es la total identificación de capitalismo y modernidad. El capitalismo se suele presentar no sólo como el final de la historia, sino como el final de la historia natural: la conquista de la naturaleza. Incluso el cambio climático no ha afectado esta creencia. Somos llevados a creer que debemos temer menos el fin del capitalismo que el fin de la vida en el planeta.

Vivimos un tiempo de increíbles revoluciones, dice, y a diferencia de otras luchas de clases y movimientos revolucionarios, ésta ya no se concibe en términos económicos estrechos, sino también en términos ecológicos, reflejando “el hecho que la base inescapable de la historia humana es el metabolismo social entre los seres humanos y la naturaleza. El agente de la revolución es cada vez más una clase trabajadora concebida ya no como fuerza puramente económica, sino una fuerza ambiental y cultural: el proletariado ambiental. JBF cita a E.P. Thompson, quien habría sugerido que fue la separación de las luchas por la tierra y contra el capital, lo que redujo la lucha proletaria a mera resistencia y dejó de ser lucha revolucionaria anticapitalista. El entendimiento complejo de la lucha por la tierra/naturaleza/medioambiente fue crucial para el materialismo histórico clásico, lo que explica que Marx/Engels si bien enfatizaron el liderazgo del proletariado, nunca negaron la importancia, en la lucha contra la sociedad burguesa, de las luchas campesinas y los llevó a apoyar la lucha anticolonialista de los indígenas. Nunca vieron al campesinado como una clase reaccionaria. La aguda conciencia que tenían de la acumulación originaria del capital que desposeyó al campesinado y fundó el capitalismo, explica que se refieran a la revolución proletaria como la negación de la negación, la expropiación de los expropiadores. También señala que ante la “emergencia de movimientos revolucionarios en Rusia en 1870 y 1880, al final de su vida Marx puso mucha atención a la comuna arcaica rusa y concibió como crucial, en la Revolución Rusa, el papel del campesinado. JBF generaliza: “Es esta misma perspectiva, centrada en la necesidad –de todos los productores directos en todo el planeta– de mantener el control colectivo de sus propios medios de producción, la que llevó a Marx/Engels a atacar el colonialismo y apoyar las revueltas indígenas, anticipando las guerras campesinas del siglo XX. El capitalismo empieza con la expropiación externa de tierras y cuerpos y después lleva a cabo la explotación interna intensiva del trabajo humano. Cita La ideología alemana: las cosas han llegado a una condición en la cual los individuos deben apropiarse la totalidad existente de fuerzas productivas no sólo para lograr la autoactividad, sino para salvaguardar su existencia. En el Antropoceno y en su 1ª Edad: la Capitaliana, la economía humana es el motor central del cambio en el Sistema-Tierra, señala JBF. Todas las luchas materiales son ahora luchas clase-ambientales y luchas clase-económicas. Cada vez es más claro que el quiebre revolucionario requerido no consiste sólo en eliminar los grilletes que el capitalismo pone al avance humano, sino más importante contrarrestar su destrucción sistemática de la Tierra: es una cuestión de ruina o revolución. Consecuencia objetiva de los cambios en el medioambiente económico-ecológico, es la creación de una lucha revolucionaria global interconectada; una ola eco-revolucionaria, sobre todo en el Sur Global. Toda acción consciente tiene ahora como objeto el futuro, que no puede concebirse al margen de la revolución ecológica. Estos movimientos están encontrando las maneras de unir las batallas tradicionales de los trabajadores con la convocatoria a una Nueva Internacional de Trabajadores y Pueblos. La resistencia indígena lidera lo que podría llamarse el desarrollo una revuelta medioambiental-proletaria de amplia base. La historia, lejos de llegar a su fin, entra en una fase decisiva. La revuelta planetaria, concluye JBF, será irresistible e irreversible sólo si adopta la forma de un sujeto revolucionario plenamente unificado, emanado de los ‘ condenados de la tierra’: el proletariado ambiental. Es hora de abandonar la casa en llamas.