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Isocronías

Por los rumbos del haikú

E

n algunos de mis libros he incluido textos “sobre un tema de…”, anotación que sin excluir el reconocimiento al autor en cuestión permite se diría que amplias libertades. El d’après… francés no es improbable que también me hubiera sido útil, o el “a imitación –o a la manera– de...” Algo así, imagino, requeriría advertir el ejercicio que me propuse (y del cual doy ahora una necesariamente breve muestra): hacer versiones, aproximaciones, variantes, adaptaciones, derivaciones y acaso etcétera – no, entiéndase, traducciones– de haikús encontrados por aquí y por allá, en publicaciones diversas; entre ellas, no puedo dejar de mencionarlo, el libro 7 poetas del haikú, de Juan Manuel Cuartas Restrepo, editado por la colombiana Universidad del Valle (Cali), dedicado, en orden cronológico, a los poetas Basho, Kikaku, Onitsura, Buson, Issa, Ryôkan y Shiki (1867-1902), quien –por el estudioso me entero– fuera “el creador del término ‘haikú’”. Es tradición que al incluirse versos dentro de la prosa se recurra a una diagonal para señalar la división entre uno y otro versos de la misma estrofa, y a dos para significar la separación entre estrofas. Acá hemos decidido, además, utilizar tres para dividir un poema de otro. Aceptamos que a más de haikús hay dos piezas, de Riokan, que no lo son, y que no siempre se respetó la clásica estructura 5-7-5, si bien parece que cuando nos salimos de ella fue sólo al dejar de cuatro el último verso, que no obstante la obligada pausa sumado al de en medio daría 11 sílabas, métrica a la que el oído nuestro está acostumbrado y que combina bien con el pentasílabo inicial.

Issa: De madrugada / montaraz la neblina / cubre mi mesa. /// Hazle, gorrión, / un campito al caballo / de mi señor. /// De vuelta al pueblo / tan sólo los zarzales / de mí se acuerdan. /// Tras su mugido / aparece la vaca / entre la niebla. /// ¿Tú crees que quiera / desmentir que soy flojo? / No, qué flojera. /// Por la rotura / del papel en la puerta / ver la Vía Láctea. /// Gracias al cielo, / que el techo de mi choza / colmó de nieve. /// En abandono / la casa… Y qué cerezos / allí florecen. /// Estupefacto / quedé tras el relámpago, / todo embobado. /// Viento de otoño / y yo con esta traza / de mendigo… /// Al alba, fresca, / crepita la madera / y alegre arde. /// Sesenta años, / y jamás he bailado, / ni una noche. /// Todo florece, / no obstante el sufrimiento / vivo del mundo.

(Continuará).