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Genaro, ominoso mensaje
N

ada definió a México en el siglo XX como el narcotráfico. Nada, ni el asesinato de Madero, que desató la segunda revolución, ni el de Obregón, que dio lugar al maximato y al final produjo al PRI, tampoco el drama de Tlatelolco.

Ningún registro tendrá la historiografía del crimen como el ominoso mensaje que ha dado Genaro en nombre del sistema que lo procreó. Surgió de un ámbito de sombras y silencio de casi medio siglo, después fue secretario de Estado.

Ningún criminal había logrado los altos ratings de Genaro en los delitos de más alto rango. Fue de ser multiasesino indirecto de miles de seres hasta mentir ante la autoridad migratoria de Estados Unidos.

Estamos ante la revelación de un mensaje al mundo de su fracaso en el control de drogas, en cualquiera de sus formas, tiempos, espacios y actores.

Su principal recurso para prevalecer sobre la ciencia, justicia, ejércitos, policías y organismos civiles es su capacidad de mantenerse a la vanguardia de ellos. Su capacidad de adaptación es única, de difícil comprensión, más para aquellos que no la quieren aceptar.

El narco (abreviando el apelativo) elige y se anticipa a todos en todo y a su conveniencia. Genera, mantiene y modifica sus mercados de drogas, armas, dinero e insumos que demande. Promueve y protege la producción, tránsito y distribución y consumo.

Elige cada región para su actuación. Prepara sus nuevos dominios corrompiendo a quien deba, neutralizando o aniquilando a sus rivales. Decide su modo de operar, la modifica cuándo y hacia dónde le interesa.

Escoge sus blancos, sean autoridades, organizaciones, personas o rivales. Los coopta mediante complicidad, corrupción, delación, extorsión, chantaje o sangre.

Se reproduce en generaciones sin perder sus rasgos característicos. Parece haber una carga genética entre por lo menos tres de ellas. Como ejemplo de edades y sucesivas épocas de liderazgo, vale inscribir los siguientes: Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto; Vicente Zambada Niebla, El Vicentillo, y Ovidio Guzmán, El Ratón. Prototipos en su tiempo.

Como preocupación social, es correcto decir que se está reproduciendo permanentemente una comunidad atípica. Aquella en que están invertidos los valores de la convivencia armónica, donde prevalece el irrespeto a la ley.

El mundo donde el materialismo lúdico es una religión, narcisistas donde sus modelos son antitéticos de valores universalmente aceptados. Ese es el narco visible.

Hay otra expresión del mismo delito, igualmente nefasta. Aquel gris del que menos se habla. El que sabe y participa cómo y dónde se manejan y depositan las enormes cantidades de dinero. Evidentemente no están en Badiraguato. Hay clara referencia al sistema financiero internacional. ¿Están en Wall Street, Shanghái, Francfort o la City? Aquí entramos en terrenos más duros que el narcomenudeo.

El caso García Luna exhibe terribles fallas de las instituciones donde se formó. No lo detectó todo un presuntuoso sistema de control de confianza. Nadie detuvo su ascenso político y social en su veloz carrera. Nada hicieron los gobiernos de Fox, Calderón y sí fue olvidado, quizá premeditadamente, por Peña Nieto.

Cuántos policías, militares, fiscales, jueces, legisladores y gobernadores están o deberían estar tras las rejas, pues de entre ellos se coló Genaro. Es producto refinado de un sistema que así lo creó. Ese es el ominoso mensaje.

El revés dado es mundial al ser materia de interés geopolítico, porque subsiste y existe gracias a la interdependencia con que se sostienen grandes intereses de la comunidad internacional.

Destaca Estados Unidos como rector de la demanda, proveedor de material bélico y refugio de dinero sucio. Súmese al sistema financiero como gran beneficiado y cómplice. Mientras estos dos enormes motores no cesen en su práctica, todo otro intento es punto menos que imposible.

Con diferentes lenguajes, numerosos países dicen orientar sus esfuerzos a proteger la salud de sus pueblos, la atención jurídica penal y comprometerse en la cooperación internacional. En los hechos no dan ni un primer paso contra el prohibicionismo.

México expresa su reprobación a dar jerarquía de guerra a todo acto de gobierno contra el delito. Hacerlo violentaría nuestro compromiso como suscriptor de la Convención de Naciones Unidas sobre la Guerra, que la tipifica únicamente como la que se da entre dos o más países y no a conflictos internos.

Hay razones suficientes para reconocer mil fallas en el control de drogas. Es tiempo de reformular mundialmente todo esfuerzo, empezando por los tabúes. Habrá serios obstáculos.

La mayoría son formidables por el poder de sus cúspides mundiales. Pueden mencionarse: banca internacional, industria militar, farmacéutica, criterios belicistas, prohibicionismo de tinte político y corrupción oficial.

El sistema de seguridad universal fracasó. La presencia de Genaro es su evidencia. Es el símbolo del equívoco mundial y la responsabilidad del sistema que lo creó. Es el mensaje que pocos querrán leer.