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Ciudad perdida

La marcha de la falacia y el engaño

L

os convocó la falaz idea difundida por todas partes de que se pretendía acabar con uno de los organismos electorales más caros del mundo. Medios de comunicación (radio, tv, prensa escrita) y cientos de ONG, según se dijo, además del Prian y su satélite amarillo, se dieron a la tarea de alarmar con la mentira y ni modo, les faltó convocatoria para que se juntaran más que los que se pasean en bicicleta los domingos.

Los insufladores hincharon el mitin para desinhibir sus contradicciones y hacer creer a otros tantos que sí, que sí se puede regresar a la etapa del robo, del fraude, de la corrupción galopante, e hicieron sonar las medrosas palabras de algunos como sentencias para el futuro.

No hay duda, y no se puede esconder que existen muchas personas que por motivos diferentes, y hasta por odio nada más, son contrarias a este gobierno, eso no se discute y es válido en el sistema político que nos hemos dado. Tal vez en lo que hay que pensar es en las supuestas razones que impulsan las medidas que creen combatir.

La discusión fundamental reside en el costo de la democracia en nuestro país. Basta echar un vistazo a lo que la gente ha tenido que aportar vía impuestos para mantener el aparato electoral. En 2000 el costo de la democracia ascendió a 9 mil 368.1 millones de pesos, y para 2013 1os costos se dispararon hasta 42 por ciento, es decir, el gasto ascendió a 13 mil 314.3 millones de pesos.

Los datos que mostramos provienen del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados, y en ellos se establece que para 2014-2015 el presupuesto público federal autorizado tuvo una variación real anual de 50.5 por ciento para llegar a 36 mil 261.4 millones de pesos. El consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, tomó posesión el 8 de enero de 2014, coincidentemente.

Otras fuentes aseguran que para que el sistema electoral mexicano funcione, los habitantes del país deben gastar más de 7 mil millones de pesos por año si se contabilizan los periodos en los que no hay elecciones.

Aunque no hay estudios actualizados, el gasto en el aparato electoral es el punto principal de la discusión, o de la disputa para ser más exactos, sobre todo si como dice un estudio de la BBC de Londres, el voto en nuestro país cuesta poco más del doble que en Estados Unidos, y mucho más que en Rusia, Francia o Brasil.

Es por eso, antes que decir que el INE no se toca, que deberíamos decirle al INE que aguas con nuestros recursos.

En fin, en el estudio que hemos citado y en varios de los argumentos que hemos utilizado hay palabras que no salieron del Zócalo.

En 2016, en el trabajo denominado El costo de la democracia en México se lee en el segundo punto de sus conclusiones: “Lograr acuerdos parlamentarios para disminuir y racionalizar los gastos electorales en las escalas federal y estatal, estableciendo topes presupuestales…”; en el punto 4 agrega: “el desarrollo de la información sobre la democracia en México deberá quedar a cargo del Inegi…”

Modificar el dispendio en el aparato electoral hasta no hace mucho tiempo era un clamor que recorría los ámbitos nacionales, por eso, cuando se piensa en lo del domingo, podemos asegurar que fue puro odio. Nada más.

De pasadita

Hay múltiples razones, esgrimidas por los partidos políticos, para suponer que en las elecciones venideras, y en las campañas que las preceden, la capital del país será un punto central.

Por todos lados se especula sobre quiénes y cómo habrán de competir, pero lo que se tiene por cierto es que aún ahora no hay cabida para la derecha en la CDMX.

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