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Esquivel: otro enfoque
L

os juicios mediáticos políticos y jurídicos sobre la tesis de licenciatura de la ministra Yasmín Esquivel han dejado fuera el juicio académico, que es el fundamental. La debilidad del marco normativo frente al hecho está a la vista: tanto la UNAM como la SEP han declarado carecer de disposiciones legales específicas para cancelar una tesis. La asesora de la tesis, cesada, ha dicho que no fue Esquivel quien copió, sino otros alumnos a Esquivel. La ecuación puede o no cambiar respecto de la ministra, pero subsiste: si ella no es la culpable, lo son los otros alumnos: el problema permanece. Me refiero en adelante a las disciplinas profesionalizantes.

La tesis de licenciatura es el último trabajo escolar que realiza un alumno. El jurado confía en el asesor de tesis, quien la aprueba para ser discutida en el examen profesional; en su caso, emite un acta en la que hace constar la aprobación del examen; es el último que presenta un alumno. La institución universitaria (IU) hace una revisión para verificar que el alumno acreditó todas las asignaturas de su programa académico; en seguida expide la licencia (título) que hace al alumno licenciado. En México la ley dispone que los títulos sean registrados por la SEP, que expide una cédula; sólo a los practicantes de unas cuantas disciplinas se les exige para ejercer. Las cédulas son un mecanismo de control extraacadémico sobre saberes que deben poseer fe pública o proveer seguridad a las personas; también son medios para crear feudos profesionales con un propósito mercantil. Su control suele estar en manos de un gremio: ¿son necesarias? ¿Algo agregan al saber? ¿No es suficiente la licencia de la IU?

Las IU forman en el saber de las disciplinas, pero la profesionalización (el saber hacer) la adquieren los practicantes principalmente en el trabajo, con la excepción de medicina, cuya formación práctica se inicia muy pronto en los hospitales. Los profesionales en ejercicio convierten en profesionales a quienes fueron ­licenciados.

La ministra Esquivel después de sus estudios de licenciatura ha trabajado profesionalmente por más de 30 años, y ha hecho diversos estudios de posgrado. No sé si su último trabajo escolar lo escribió ella misma o no. Pero me es muy claro que, académicamente, ese trabajo representa una porción ínfima dentro de su curriculum vitae. Algo semejante puede decirse de las tesis de los otros alumnos involucrados. Con este juicio no estoy invitando a nadie a violar las reglas de la autoría, sobre la que se pueden escribir ríos de análisis: ¿qué es hoy lo original? Invito en cambio a ver cómo una norma reglamentaria para calificar un acto (copiar) relacionado con una tarea que por necesidad se vuelve menor en el tiempo, podría destruir no sólo una carrera profesional, sino la vida de personas que una vez fueron alumnos: Esquivel o los otros, u otros más.

Más aún. Quienes han estudiado el fenómeno educativo saben lo que ha pasado con la educación en México, desde el nivel de primaria; sin haber sido nunca de altos vuelos, ha sufrido serios deterioros. Los estudiantes universitarios de hoy, en la media, tienen problemas severos de comprensión de lectura y peores aún con la escritura, realidad empeorada por el marco neoliberal. Así ya era la vida hace 30 años. Problemas severos pero diferenciados: más arduos en algunas entidades académicas, como ocurre para la FES Aragón. Son problemas de la sociedad, no resueltos; son problemas del sistema educativo. La escuela básica es la que es, en el tobogán. Sus egresados los recibe el bachillerato y hace literalmente lo que puede. Con este juicio no silencio las zonas de alta y muy alta calidad académica, quizá en todas las disciplinas.

Que un estudiante medio tenga graves dificultades para escribir una tesis no es la excepción, sino la regla. Hace lo que puede, porque necesita vitalmente comenzar a profesionalizarse para vivir. Su vida vale más que su último trabajo escolar.

Es necesario un trabajo de reflexión que no olvide el contexto social al pensar la titulación y sus problemas, y la adquisición del saber hacer. En algunas entidades académicas la titulación ha sido simplificada al máximo: sólo con acreditar con cierto promedio todas las asignaturas de un ­programa.

Así que el artículo tal del reglamento tal, creado para sancionar a un estudiante que copió en la elaboración de su tesis, caería en un océano de casos tan diverso que lo volvería una insignificancia impotente para modificar nada del mundo real de la vida académica. Sancionar a quien copie, bien, pero cuidado con la sanción y su tiempo: debe ser un escarmiento correctivo; de no ser así, no es una práctica académica. Debe haber, además, prácticas preventivas. Lo anterior, con relación a la UNAM. Piense el lector en lo que ocurre en las universidades estatales, con menos recursos y capacidad académica que la UNAM y con estudiantes acaso con problemas más severos.

Propongo estas reflexiones para la adecuada ponderación de los problemas educativos en nuestras IU.