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Sí, se escucha
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i bien la directora mexicana Natalia Beristáin había trabajado en un registro intimista en sus anteriores trabajos – No quiero dormir sola (2012), Los adioses (2017)– ahora en Ruido, su tercer largometraje, lo ha hecho sobre un lienzo mucho más amplio, enfocando uno de los problemas más apremiantes de nuestro país, la desaparición de personas. (De hecho, después de Sin señas particulares, 2020, de Fernanda Valadez, y La civil, 2021, de la rumana Teodora Mihai, esta película cierra una importante trilogía dirigida por mujeres, sobre esa crisis).

La narrativa lineal se centra en Julia (Julieta Egurrola, madre de la directora), cuya hija Gertrudis (Nicolasa Ortiz Monasterio) lleva nueve meses desaparecida. Ya harta de la ineficacia de las autoridades, la mujer se resigna a tratar, acompañada por su ex marido (Arturo Beristáin), con un nuevo fiscal. Sin nada nuevo en la investigación fuera de una confusión de expedientes, Julia decide recibir la ayuda de la periodista Abril Escobedo (Teresa Ruiz) con el fin de encontrar pistas reales. De la desesperanza y el hartazgo, la protagonista pasa a la sensación de amenaza y al terror en la medida que se involucra más con la policía y otras activistas.

Beristáin trabaja a medio camino entre la ficción y el documental para apuntalar el verismo de su relato. La aparición de una auténtica organización de buscadoras de desaparecidos, la Asociación Voz y Dignidad por los Nuestros, le proporciona, al tratarse de personajes no ficticios, una rara emotividad. La escena en la que Julia es convencida a bailar con esas madres de desaparecidos, en un arranque de esparcimiento, es seguramente el único momento que rompe la tensión constante.

Por otro lado, hay dos secuencias brutales que subrayan el tono pesimista de Ruido. En la primera, la protagonista se interna en un tráiler cargado de cadáveres femeninos en descomposición, víctimas del crimen organizado. En un gesto imposible de dignidad, Julia intenta cubrir el brazo desnudo de una de las víctimas.

La segunda es aún más escalofriante, si se puede. El autobús de pasajeros en el que viajan Julia y Abril es detenido a media carretera por un grupo armado no identificado. Al revisar identificaciones, un individuo toma a la segunda y la baja a la fuerza del vehículo ante la impotencia de los demás pasajeros y la propia Julia, que no hace nada. La periodista, hija y madre a su vez, muy probablemente irá a sumarse a la interminable lista de desaparecidos.

Cuando escribí en el festival de San Sebastián sobre Ruido, objeté de alguna manera el final prolongado y discursivo, cuando la protagonista se ve rodeada por una manifestación femenina, violentamente reprimida. Una segunda visión me ha confirmado que la arenga de una de las líderes me resulta innecesario, en la medida que los temas abordados ya han sido expresados con elocuencia a lo largo de la película. Similarmente, no creo que funcione el epílogo espiritual que ilustra la reunión entre madre e hija. Pero es una falla menor en un discurso que destila rabia e indignación mediante la magistral actuación de Egurrola.

Ruido se exhibe en Netflix y algunas salas selectas.

Ruido. D: Natalia Beristáin/ G: Natalia Beristáin, DiegoEnrique Osorno, Alo Valenzuela/ F. en C: Dariela Ludlow/ M: Pablo Chemor/ Ed: Miguel Schverdfinger/ Con: Julieta Egurrola, Teresa Ruiz, Arturo Beristáin, Adrián Vázquez, Mónica del Carmen/ P: Agencia Bengala, Pasto, Pucara Cine, Woo Films. México-Argentina, 2022.