Opinión
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Qué defenderé hoy
L

a valentía para defender la democracia aparece como mérito probado en la actualidad nacional. Cientos de arrojados personajes se han lanzado últimamente para impedir que se le dañe. Esa forma de vida –aseguran– entró repetidamente en una zona de peligros y amenazas que han hecho necesaria la consciente y decidida lucha para que prevalezca. Un conjunto de obcecados, capitaneados por un aprendiz de tirano, la está poniendo, de manera hasta violenta y cotidiana, en la picota. Sienten, tan aguerridos defensores, que, a pesar de los múltiples peligros que implica su tarea, han sido capaces de ponerla a buen resguardo. Ninguna de las muchas instituciones que permiten su formal ejercicio debe ser objeto de ataques. En especial los denuestos que se instruyen desde el poder, menos aún de ese que se siente inspirado por el pueblo. De ese que dice, insistentemente, habla por él y para él. Por eso estamos aquí, para ello hemos sido entrenados y para ello contamos con, aunque sean modestos, espacios difusivos.

Las escaramuzas se van sucediendo con motivaciones distintas, pero todas ellas obedecen a la prístina intención de propugnar por una vida en común más sana y participativa, se declara, tanto en cientos de artículos, mesas redondas, emisiones radiales o simples pie de página. Y, así, poco a poco, pero con resiliente disposición de ánimo, creen acotar el amplísimo margen decisorio que este régimen ha logrado. Margen decisorio ensanchado a costa de ir cercenando el de los distintos poderes, diseñados para el balance de los mismos. Esta es, sienten decirlo con toda claridad y valentía, la perenne forma en que los populistas se presentan a sí mismos, como reales enemigos de la democracia.

Los opositores buscan, con urgente talante, el mínimo o el importante recurso para dar la pelea. Trátese de una tesis de licenciatura que, se alega con tronantes epítetos, plagió una ministra de la Corte. Pero también puede ser la rifa de un costosísimo avión adquirido por un pasado presidente abusivo. Puede servir, para solidificar este oficio de prestos defensores, frente al identificado afán de destruir la gran institución electoral (INE) que tantas conjuras ha cercenado, que tanta paz ha preservado. Para esta magna empresa hay, además, que pasar a ocupar las calles y hacerlas el instrumento idóneo de protesta y convencimiento, algo que se había dejado de lado y, sin embrago, se torna crucial rescatar. Y, allí, en esas avenidas pretenden ahora sembrar la disposición de proseguir la que creen su aventura libertaria. No arredrase ante la apabullante militarización que se viene consolidando. La suma de ámbitos, antes reservados para la sociedad civil ahora la ocupan marinos, la Guardia Nacional, aviadores y demás soldadesca. Los han sacado de sus reductos, bien definidos, para ocupar nichos de negocios y poder que no les corresponde, se precisa. Son ahora constructores, aduaneros, autoridades portuarias, vigilantes del Metro y hasta tienen ya, bajo su mando, aeropuertos y una futura línea aérea que, con seguridad, será un sonado fracaso. ¡Dónde vamos a acabar!, gritan por todos lados.

La tentativa, que ya actúa como aguijón en una especial zona de dolor, de inducir al pueblo para que acoja un futuro gobierno de continuidad, destapa furias incontrolables. Prever esa sencilla posibilidad que hoy abraza gran parte de la ciudadanía es un tormento, una tragedia venidera a evitar. Esa posibilidad es, especialmente, lacerante para los defensores de la democracia y los intereses de la gente moderna, racional, constructiva. Por eso se busca, hasta con desesperación, que los partidos opositores se perfeccionen. Los aleccionan para que se organicen en pos del triunfo.

La inminencia de dos estados con elecciones cercanas se han definido como arenas de prueba. El estado de México por delante. Ahí, aseguran los autodenominados demócratas a ultranza, se dará la pelea insignia para lo que vendrá en 2024. Aseguran que se puede dar feroz batalla y, con buenos augurios, derrotar a los engreídos morenos . El caso que se vive en el otro estado bajo fuego, Coahuila, es ejemplar. Las fuerzas se han dividido y permitirán –con regocijo al canto– el triunfo de la coalición opositora.

Un asunto, sin embargo, surge indetenible ante los temores de la oposición. El inmenso fluir de recursos, bajo la mesa electoral. Hecho incontrovertible avistado por sus opinócratas. Cuatro de ellos enquistados, desde tiempos inmemorables, en un programa del canal estatal 11. Ahí, en ese conciliábulo de prominentes guías, se habla ya de las trampas venideras que los morenos preparan. Inmensos recursos ya fluyen a disposición de esa coalición que quiere ganar a como dé lugar. Lo afirman como si, en plan de investigadores submarinos, hubieran captado, asegurado y contado los ríos de dinero ilegal. Un flujo que hace palidecer, afirmaron con toda certeza, a la estafa maestra.