Opinión
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Aprender a morir

Buscar nuevos sentidos

C

oncluida la primera revancha de Lucifer, rebautizada como temporada navideña (la segunda revancha es la cuaresma), al comprobarse que todo intento religioso o siquiera reflexivo para conmemorar el nacimiento de Cristo es opacado por una enajenación colectiva de compras y obsequios, por no de­cir de envidias, comparaciones, exigencias y sobrepeso, bueno es volver los ojos en busca de nuevos sentidos de vida en un mundo inevitablemente manicómico, es decir, enloquecido y grotesco, sin visos de corrección por más declaraciones en foros mundiales y propósitos en juntas cumbre. Revanchas luciferinas aparte, la triste realidad es que ni religiones ni códigos morales ni principios milenarios ni sistemas educativos convencen a la sociedad humana de revisar valores, modificar esquemas y abandonar costumbres, convertidas hace tiempo en sinónimo de comodidad o zona de confort colectiva, por inoperantes que hayan probado ser. Queda una opción: comenzar a ejercer una dictadura interior, volverme el persuadido dueño de mis deseos, decisiones y acuerdos conmigo mismo, asumiendo, desde luego, las consecuencias de éstos y sin preocuparme por el juicio de los demás.

En lugar de que los humanos reaprendamos a vivir y sepamos convivir, se nos machaca la ur­gencia de procurar el bienestar animal como salvación del planeta, en vez de procurar el bienestar de la sociedad, no de algunos sectores, como condición para la supervivencia del planeta y de todos sus habitantes. Así, a partir de un sentido de vida consciente y personal, no impuesto ni imitado, plantarle cara al mundo en el breve tiempo que estamos en él, con la sana soberbia del esclavo que se rebela, a sabiendas de que comprometerse consigo mismo sin dañar a nadie será su única victoria. No que sobrevivan únicamente los poderosos, sino que en libertad y con dignidad vivan los más modestos.

Creer en Dios es cuestión de fe; empezar a creer en uno mismo es compromiso diario de toma de conciencia para desarrollar autoestima con herramientas, responsabilidad individual y social y compromiso lúcido con la existencia, no con sentido atontado del deber ignorante de que certezas, hábitos y modas con frecuencia resultan otras enajenantes formas de manipulación.

Tras la plandemia es imperativo abrir los ojos y descreer confiados para mejor buscar y encontrar sentidos de vida juiciosos y fortalecidos ante los incontables virus que nos impongan.