Opinión
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Negocios y empresas

El inversor inteligente

México SA

Comunicadores: memoria ausente // AMLO: no tienen autoridad moral // Calladitos y alineados con Borolas

Miguel Pineda
Carlos Fernández-Vega
Ciudad perdida

Atizan lucha ideológica en la Corte

EU, en desastre invernal
L

a tormenta ártica Elliot ha dejado saldos de desastre a su paso por el territorio de Estados Unidos. Hasta ayer por la noche, al menos medio centenar de personas habían perdido la vida en situaciones causadas por el meteoro, el cual impidió el funcionamiento de los servicios de rescate en diversas localidades, causó apagones que afectaron a millones de viviendas y paralizó buena parte del transporte aéreo y terrestre: a los más de 5 mil vuelos suspendidos se agregaron condiciones intransitables en calles y autopistas por la acumulación de nieve, que ha alcanzado más de un metro en diversas regiones, y los ruegos de autoridades a los automovilistas de que permanecieran en sus casas. En estados como Montana las temperaturas descendieron hasta 45 grados bajo cero y en la tropical Florida se registraron lecturas sin precedente de menos ocho grados centígrados.

Miguel Ángel Velázquez
El Correo Ilustrado

Dice que el frío extremo no es por Elliot, sino por el abuso de recursos

L

a bomba ciclónica en Estados Unidos y Canadá provocó caos en plena Navidad, siendo la peor tormenta de nieve en cuatro décadas. Un millón y medio de personas se quedaron el viernes sin electricidad por los apagones que provocaron los fuertes vientos. Azota Elliot, temporal invernal histórico causando caída de temperaturas de hasta 48 grados Celsius bajo cero. La masa de aire ártico ha afectado a 260 millones de personas.

Guerra mediática: no la hemos entendido
A

lgunos dudan de que estemos en el epicentro de una guerra mediática híbrida. No ven que están desplegadas todas las armas ideológicas, financieras y militares del capitalismo. Algunos no se percatan de que hablamos los lenguajes colonizantes que nos imponen; que compramos compulsivamente sus tecnologías; que relatamos la historia con las premisas lógicas de ellos; que financiamos sus monopolios mediáticos; que regimos nuestras vidas con valores y cultura que nos infiltran. Piensan que es conspiranoia. ¿En qué guerra las víctimas financian a sus victimarios?

Fernando Buen Abad Domínguez*
El retorno del viejo topo
U

n rayo en la oscuridad del neoliberalismo salinista iluminó al México de abajo en la noche del 31 de diciembre de 1993. Al sonar el tambor del alba, decenas miles de indígenas zapatistas ocuparon militarmente las cabeceras municipales de las principales ciudades de los Altos y la selva de Chiapas.

La guerra de Perú
M

anuel Scorza nació en Lima en 1928 y murió en un accidente de aviación en 1983 (quise hacer el paralelismo con mi paisano Jorge Ibargüengoitia, pero lo guardo para otra ocasión). Alguien me prestó los libros de Scorza hace más de 30 años y los leí de un tirón con una mezcla de fascinación y rabia, de amor y dolor. Los recuerdo porque hoy me siguen explicando las raíces, las subterráneas corrientes de la guerra de Perú. Permítanme transcribir, extensamente, la Noticia que abre la primera de sus cinco baladas o cantares de la guerra silenciosa en Perú, Redoble por Rancas:

Luis Hernández Navarro
Pedro Salmerón Sanginés
¿Cómo recordaremos 2022?
C

on el paso de los años se ha convertido en casi una tradición dedicar la última semana del año a hacer un alto y recordar cada meta cumplida y aquellas pendientes. Acercarnos al final de un año más, se traduce en el momento adecuado para hacer una pausa y reflexionar.

Ventanas de un tapanco
V

uelvo a la ventana a la que siempre volvía hasta que dejé de volver. Es la misma. No que yo. La vegetación del jardín ha crecido mucho pero en orden y hay arbustos nuevos, la cerca de varas en el límite de la milpa está un poco podrida, sus tablones chimuelos, su vertical en riesgo. La invaden guías trepadoras. La milpa al otro lado, y la de atrás de la casa siguen al pie de las estaciones, van en su tiempo.

Simón Vargas Aguilar*
Hermann Bellinghausen
¿Fin o principio de año?
D

esde tiempos inmemoriales, los seres humanos acogen el final de un ciclo y la llegada de un nuevo año con ritos seculares y tradiciones casi atávicas. Las diferencias entre el día y la noche eran evidentes para nuestros ancestros como para seres pertenecientes a otros reinos, animal o vegetal, y, a veces, incluso, especies minerales. Darse cuenta, concebir, el término de la vuelta que da la Tierra alrededor del Sol, movimiento de translación que, durante siglos, se atribuyó al astro solar girando alrededor de nuestro planeta, no apareció con la evidencia inmediata que ofrecen el alba y el ocaso, nacimiento y fin del día, cuando las tinieblas nocturnas desataban los temores ancestrales de una oscuridad sin fin. La fe en la resurrección del día, fe debida a la costumbre duradera de ver aparecer el Sol, permitió dormir con tranquilidad a los hombres, así creyesen reales los sueños que, en esas épocas remotas, confundían con lo vivido despiertos. Los miedos desencadenados por el fin del año han tenido una vida más larga y siguen existiendo, aquí y allá, cuando se asocia ese final a la desaparición del mundo. La celebración del inicio de un nuevo año, esa exaltación festiva de la población humana, de un lado al otro del planeta, del Este al Oeste, sobrecoge en una u otra forma a cada quien. Los sentimientos más diversos estallan, bombas o burbujas, durante el conteo regresivo del último minuto del año que se acaba, los 12 segundos de adiós a ese año. Un nuevo conteo comienza y algunas tradiciones proponen, cuando no exigen, realizar algunos gestos y actos rituales: tragar 12 uvas, tomar de un trago la copa de champán, formular un deseo cada uno de esos 12 primeros segundos si se desea verlos realizarse, vestir ropa interior roja, quemar viejos calcetines, arrojar agua fuera de las puertas de casa para barrer los males... En fin, ritos o supersticiones que se funden en un júbilo planetario a la vez nostálgico y esperanzado. Momento jubilatorio que alcanza su clímax de euforia en ese segundo cero, segundo póstumo y primigenio, donde se abre la fisura sin fondo de un tiempo sin tiempo.

Vilma Fuentes