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Despertar en la IV República

¿Declinación del fraude electoral?

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ocos países han sido tan proclives al fraude electoral como México, pero todo por servir se acaba, y si las irregularidades fueron característica de las elecciones mexicanas, sobre todo de las presidenciales, hay signos de que empiezan a declinar.

Aunque ha habido cierta polémica, ha predominado la certeza de que la elección de Vicente Fox (2000) fue limpia. En 2006 la intervención de éste en el proceso electoral, tanto para impedir que Andrés Manuel López Obrador fuera candidato con la maniobra del desafuero, como otras diligencias en que intervinieron el ex presidente, los grupos empresariales y líderes sindicales, volvieron irregulares aquellos procesos y provocaron una respuesta popular que se estima superó el millón de personas. El Tribunal Electoral tuvo también paupérrima participación ya que, aunque reconoció las intervenciones ilegales del ex presidente, se negó a anular la elección y dejó una mancha que afectó toda la gestión de Felipe Calderón.

En 2012 las conductas irregulares se materializaron en el rebase de los topes de gastos de campaña. El candidato Enrique Peña Nieto gastó 13 veces más de lo permitido por la ley. Fue una compra masiva de votos que no se aclaró, sino después de una investigación hecha cuando ya era presidente.

Pero en 2018 la elección presidencial fue distinta. En forma casi milagrosa, Peña Nieto frenó los fraudes y el número de impugnaciones fue insignificante. Ante la sorpresa generalizada, las autoridades electorales aceptaron que el líder más importante de la oposición, López Obrador, ganara la elección. En las elecciones intermedias de 2021, las impugnaciones efectivas se redujeron y los distintos partidos obtuvieron ventajas perfectamente equitativas. Los comicios de 2020, 2021 y 2022 apuntaron a mucho mayor certeza y ninguna sentencia anuló los resultados.

Por supuesto que no podemos cantar victoria; las elecciones locales de 2023 y las presidenciales de 2024 plantean un reto muy intenso, ya que podría rescatarse la vieja costumbre del fraude electoral. En contrapartida, la consolidación de elecciones libres sin impugnaciones importantes y con certeza en estos procesos decisivos podría albergar esperanzas de que en México al fin se celebren comicios limpios y correctos y otorgar el triunfo a quien lo obtuviera. No podemos hacernos ilusiones y tenemos que esperar a los acontecimientos para poder calificarlos.