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Cantú agradece al niño que me hizo ser el pelotero que fui
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A los seis años vi un partido de los Dodgers con Fernando Valenzuela y le dije a mi mamá que yo quería hacer eso. Y ahí empezó todo, recuerda el tamaulipeco.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Martes 9 de agosto de 2022, p. a12

El domingo por la mañana, Jorge Cantú realizó la rutina acostumbrada de los días de juego en el parque de los Diablos Rojos del México. Salió a la terraza de su casa a tomar el café de todos los días, pero no pudo beberlo, lo arrastró un caudal de recuerdos que se amontonaban en la memoria. Ese día, por la tarde, se despediría como jugador de beisbol tras dos décadas dedicadas a lo que siempre consideró el sueño de un niño.

Cantú tocó el cielo que todo pelotero desea. Llegó a las ligas mayores y estableció marcas inolvidables. Fue el primer mexicano en batear cien jonrones en la Gran Carpa y cien en la Liga Mexicana. Por si fuera poco, tuvo el privilegio de disputar una Serie Mundial con los Rangers de Texas en 2010.

Una tarde contra Guerreros de Oaxaca, eliminados, para culminar la temporada 2022 con los Diablos ya listos para playoffs. Un cañonero como Cantú tenía que despedirse sacudiendo el bate contra la pelota. Esa bola de caucho y cuero se le esquivaba. Un out, un ponche y pasaporte, pero no conseguía golpearla. Hasta que en el cuarto turno bateó imparable, una línea al jardín izquierdo que impulsó una carrera.

Ese sonido es incomparable, evoca Cantú; “estaba pensando, no encontraba la que necesitaba. Al ver esa recta dije: ‘ahora es cuando’. La veía gigante y cada vez más cuando se acercaba. Le di y escuché ese sonido tan hermoso. Vaya manera de despedirse, porque además, en mi trayectoria fui reconocido como un remolcador de carreras”.

A los 40 años, el tamaulipeco decidió dejar el campo de juego. Sin melancolías y con mucha satisfacción, pero siente una deuda profunda con el niño que fue porque a esa ilusión le debe todo lo que ha conseguido. Sólo puedo decirle al niño que fui: gracias por esa ilusión que me trajo hasta aquí, dice como si estuviera enfrente de ese pequeño.

Nadie en mi familia jugaba beisbol, pero a los seis años vi un partido de los Dodgers con Fernando Valenzuela y le dije a mi mamá que yo quería hacer eso. Y ahí empezó todo, recuerda.

A los 16 años dejó el país. Se fue de Reynosa rumbo a Estados Unidos, lejos de la familia, los amigos y el mundo conocido. Apenas tenía unas cuantas palabras de inglés en su vocabulario.

“Aprendí de la vida con el beisbol. Son tan parecidos. A uno le enseña que el fracaso siempre está ahí, no hay manera de eludirlo. Lo importante es saber lidiar con eso. Y sobre todo que nada termina hasta que llega el último out”.