Opinión
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No sólo de pan...

Ni de pura buena voluntad

M

e resulta conmovedor el entusiasmo del presidente López Obrador cuando habla en el ámbito doméstico e internacional del programa Sembrando Vida, aunque su incuestionable buena voluntad hacia todos nosotros, su pueblo, necesita a veces de análisis críticos con el mismo nivel de buena voluntad. Esto, porque el Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano que podría pertenecer en parte a la academia crítica conservadora que tanto ataca las iniciativas gubernamentales, sí tiene razón en ciertos cuestionamientos, como sobre el hecho de que se esté yendo en contra de la esencia virtuosa del programa, debido a la manera en que fue concebido, con el propósito, digo yo, de batir récords en creación de empleos (en 2024, 400 mil sembradores sobre un millón de hectáreas), arraigando los campesinos a sus lugares de origen, mejorando y protegiendo el medio ambiente, para reconstruir el tejido social... Porque, en vez de lograr las metas, al haber confiado el diseño del programa a expertos trabajadores del tema, con experiencia de campo comprobada, escogieron equipos formados por quienes resuelven los temas en pantallas, generalmente jóvenes diseñadores de soluciones globales (¿?), pero sin vivencias personales dignas de este nombre.

Jóvenes llenos de imaginación pero rebosantes de ignorancia que han rodeado al Presidente, en tanto que colaboradores de sus secretariados (jóvenes o no tanto o hasta viejos), que idearon cómo repartir subsidios y fondos de ahorro para estimular la producción de árboles frutales y maderables con milpa intercalada, como si supieran qué es ésta, y como si su receta de escritorio fuera la solución mágica, no sólo para la autosuficiencia alimentaria, sino también para cubrir la exigencia ecológica internacional. Cuando en realidad lo que hicieron los tecnoburócratas, con este programa de nombre luminoso, fue tratar de deslumbrar al Presidente, sin tener la menor idea de quiénes y cómo son los integrantes del grupo laboral y cultural llamado campesinado mexicano, depositario de historia y saberes centenarios, que les fueron encargados.

Lo afirmamos aquí porque el tal programa incluye una serie de exigencias que sin duda sirven para organizar y dar resultados desde las oficinas, pero en realidad intervienen desconsideradamente en los pueblos y se dedican a deshilachar las relaciones intracomunitarias, provocando risas entre los afortunados o desafortunados, según reciban o no los subsidios, que les han hecho llamar al programa Sembrando Envidias. Porque los ideadores del programa debieron apoyarse en y fortalecer los tradicionales lazos comunitarios para, además de garantizar la productividad y el empleo, asegurar una sólida 4T con futuro. Con casi la mitad de nuestro territorio compuesto todavía por ejidos y comunidades agrarias, cuya autoridad respectiva es una asamblea perfectamente democrática, ¿a quién se le ocurrió separar a los productores mediante subsidios condicionados a la tenencia por M2?, y otros requisitos totalmente absurdos, cuando la posesión de la tierra es comunitaria y exigirles cuentas sobre la utilización de los recursos que antes solían juntar y gastar en los proyectos más urgentes de beneficio común.

Lamentamos que el gobierno haya heredado, sin darse cuenta, el punto de vista de los colonizadores y contratado equipos que solucionan los problemas nacionales como empresarios, o sea, exactamente al contrario de lo que afirma el discurso presidencial. Ciertamente, los planificadores de Sembrando Vida reafirmaron su rezago centenario sobre la minoría de edad mental y cultural del pueblo mexicano, en vez de fortalecerse ellos mismos con la sabiduría de éste, más allá de la foto y del Bastón de Mando, dejándoles ser lo que son y preguntando qué y cómo lo necesitan. ¿Si no, por qué los artífices del programa improvisaron expertos llamados técnicos productivo y social para crear y liderar grupos de participación obligatoria llamados Comunidad de Aprendizaje Campesino, para transmitir información, definir la agenda y los temas importantes a tratar en las comunidades sustituyendo las centenarias asambleas comunitarias?

Duele que la eterna discriminación de este país bipolar triunfe en el programa más importante del Presidente, manifiesta en los supuestos líderes de la integración del campo. No cabe duda: tenemos la obligación de emprender la Cruzada por la Milpa.