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Presente, en dos de nueve reuniones

Cuba, centro del debate previo a cada Cumbre de las Américas

Biden persiste en excluir a la isla

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▲ Barack Obama mostró más apertura hacia Cuba que Joe Biden, quien fue su vicepresidente. En la imagen, el ex mandatario estadunidense estrecha la mano de Raúl Castro en la sede de Naciones Unidas, en septiembre de 2015.Foto Xinhua
 
Periódico La Jornada
Miércoles 25 de mayo de 2022, p. 10

Incluir a Cuba o excluirla en los foros internacionales, ha sido la cuestión constante en las discusiones previas de las Cumbres de las Américas desde su origen. Desde 1994, cuando Bill Clinton convocó ese foro (en Miami), se zanjó el asunto al estilo de la guerra fría: el régimen castrista no cabía en la definición de las democracias que habrían de poner al día los términos de las relaciones hemisféricas con el libre comercio como eje del desarrollo.

A 28 años de su creación, sólo en dos de sus nueve reuniones Cuba ha estado presente. En su novena edición, el presidente Joe Biden opta, no por la apertura de Barack Obama, su copartidario, sino por la de Donald Trump, con un veto que en esta ocasión pretende excluir a los gobiernos de Nicaragua y Venezuela.

La primera Cumbre de Bill Clinton fue una respuesta de Washington a una iniciativa latinoamericana que tuvo lugar tres años antes: México convocó en 1991 la primera Cumbre Iberoamericana, con una premisa opuesta: un espacio donde sí cupiera Cuba, no así Estados Unidos. Transcurrieron siete cumbres más y no fue sino hasta 2018, en Perú, que la presión latinoamericana hizo imposible mantener el veto a La Habana. Pero entonces fue Donald Trump quien no asistió.

Primero, la cumbre extraordinaria para el desarrollo sustentable en Santa Cruz, Bolivia, en 1996. Dos años después, la segunda Cumbre, en Santiago de Chile, incorpora a la OEA en las definiciones del plan de acción y la declaración. En 2001, la tercera Cumbre en Quebec, en el contexto de los atentados terroristas de Nueva York, empieza a trazar la nueva diplomacia intrusiva con la redacción de la Carta Democrática que se adoptará en una asamblea general de la OEA en Lima, Perú, poco después.

En 2005 se realiza la cuarta Cumbre en Mar del Plata. La región vive un prolongado periodo de estancamiento, resultado del periodo neoliberal más ortodoxo de los 90 (que por algo se llamó la década perdida). Son los años de grandes crisis en que gobiernan Carlos Salinas y Ernesto Zedillo en México, Carlos Menem y Fernando de la Rúa en Argentina, Fernando Cardoso y Fernando Collor de Mello en Brasil, Patricio Aylwin y Eduardo Frei en Chile, donde más arraigan las doctrinas de los Chicago boys y muchos otros de la misma escuela. Las secuelas se extienden en la primera década del nuevo siglo.

Pero el clima político del continente es otro. Es el ciclo progresista y gobiernan Hugo Chávez en Venezuela, Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Fernando Lugo en Paraguay. Naufraga el intento de George Bush de crear el ALCA (Área de Libre Comercio para las Américas, otra vez sin Cuba). El mexicano Vicente Fox es uno de los personajes que sale de esa cumbre con la mayor carga de frustración.

En 2009, con Obama en la Casa Blanca, el equilibrio de fuerzas de la quinta Cumbre de las Américas en Puerto España, Trinidad y Tobago, ha cambiado. Los mandatarios más conservadores, Felipe Calderón, de México, y Álvaro Uribe, de Colombia, van quedando en minoría. Obama sostiene que es hora de superar décadas de desconfianza y escuchar a todos. El secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, llega a aventurar que a la siguiente cumbre asistirá Cuba. Empieza el deshielo.

En 2012, el presidente colombiano Juan Manuel Santos no logra vencer las resistencias y para la sexta Cumbre en Cartagena de Indias no se extiende invitación a Cuba, pese a que los presidentes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América advierten que ellos no acudirían si se volvía a excluir a la nación del Gran Caribe. Al menos Santos abre la discusión sobre la conveniencia –o no– de seguir con esta exclusión y viaja personalmente a La Habana para explicar al presidente cubano Raúl Castro la situación.

Al final, el supuesto boicot no procede. Salvo Correa, todos los demás, incluyendo a Cristina ­Kirchner y a Dilma Rousseff, asisten.

Panamá 2015. Para la séptima Cumbre, prácticamente todos los países latinoamericanos abogan por la asistencia de Cuba. La cancillería panameña extiende la invitación al presidente Raúl Castro.

Lima 2018. Octava Cumbre. Trump, desde la Casa Blanca, rompe la línea de continuidad en el proceso de normalización de las relaciones hemisféricas y ahora es él quien boicotea, enviando en su lugar al vicepresidente Mike Pence, mientras Castro ocupa su lugar por segunda vez.

En 2022, Biden ha regresado a las prácticas del veto. A la exclusión de Cuba suma la de Venezuela y la de Nicaragua.

El anuncio del presidente mexicano de que no asistirá si estos tres países no son invitados tiene eco. Bolivia, Chile, Honduras, Argentina y la Comunidad del Caribe se han pronunciado a favor de la inclusión de todos. Los opositores a la cuarta transformación hierven en adjetivos contra López Obrador. Abogado de los tiranos, se lee por ahí.

Pero contra las apuestas por el fracaso de la diplomacia, la postura mexicana tiene cierto efecto. A 10 días de la cita en Los Ángeles, las negociaciones aprietan. Se sugiere la posibilidad de que Estados Unidos invite a algún funcionario cubano (no al ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez) como observador. Es evidente que el vecino del norte no se resigna a ver la silla de México vacía.

Habrá otros ausentes, pero Daniel Ortega, de Nicaragua, y Nicolás Maduro, de Venezuela, parecen fichas secundarias. Los presidentes de Guatemala, Alejandro Giammattei, y de Brasil, Jair Bolsonaro, han confirmado que no asistirán. Tienen sus propios problemas bilaterales con Biden.

En cuanto a López Obrador y a Luis Arce, presidente de Bolivia, quienes aseguran que no irán si hay países vetados… la moneda está en el aire. De cualquier modo, una vez más Cuba está en el centro de la mesa de debates en el continente americano.