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España: monarquía degradada
E

l rey emérito español, Juan Carlos I, regresó a su país tras casi dos años de exilio autoimpuesto en los Emiratos Árabes Unidos. El ex jefe de Estado aterrizó en la ciudad de Vigo (comunidad autónoma de Galicia) y de inmediato se trasladó al pueblo pesquero de Sanxenxo, donde participará en una regata deportiva. Se prevé que el próximo lunes se reúna con su hijo, el rey Felipe VI, para después tomar un avión de vuelta a Abu Dabi.

Juan Carlos I fue jefe del Estado español del 22 de noviembre de 1975 al 18 de junio de 2014, cuando abdicó en lo que fue visto como una operación para tratar de salvar la imagen pública de la Casa Real y la institución monárquica después de años de un acelerado desgaste debido a la mezcla de corrupción y escándalos personales. En particular, pesaron en la opinión pública el caso Nóos –empresa creada por su hija la infanta Cristina y su yerno Iñaki Urdangarin, a través de la cual se desviaron sumas millonarias supuestamente destinadas a la beneficencia–, así como la revelación de que se fue de cacería a Botsuana en abril de 2012, en momentos en que el país enfrentaba una grave crisis económica, episodio en el cual también salió a la luz su relación extramarital con la alemana Corinna Larsen.

Los escándalos no cesaron con su abdicación. Tiempo después se supo que heredó varios millones de euros de su padre, de los cuales nunca se aclaró si había pagado los impuestos respectivos y si el dinero fue ocultado en una cuenta secreta en Suiza. En junio de 2018, el Tribunal Supremo Español anunció la apertura de una investigación para determinar la responsabilidad del ex monarca en una trama de corrupción en la cual habría recibido 100 millones de euros por sus servicios de intermediario en la concesión de un contrato para construir en ferrocarril de alta velocidad a La Meca, en Arabia Saudita. Si las causas respectivas no prosperaron no fue porque se estableciera la inocencia del señalado, sino porque los tribunales decidieron hacer valer la inimputabilidad de la que gozó como jefe de Estado, aunque antes de esperar al desenlace de los procesos decidió salir del país en agosto de 2020.

El breve regreso para atender un evento de la alta sociedad deja ver que Juan Carlos I continúa aferrado a la vida de frivolidad y de espaldas a la opinión pública que provocaron su salida de La Zarzuela. Esta conducta es deplorable en quien fue el rostro de España ante el mundo por casi cuatro décadas, en el transcurso de las cuales ocurrieron episodios tan graves como el fallido golpe de Estado de 1981 o la decisión del gobierno de José María Aznar de sumar a ese país a la destrucción de Irak, emprendida por Estados Unidos en 2003. También fue este personaje quien se encontraba al frente del Estado español cuando éste se ostentaba ante el mundo como campeón de la democracia y se arrogaba –como no ha dejado de hacer– la facultad de dar lecciones acerca de cómo ha de conducirse un país.

Tampoco puede olvidarse que fue en el reinado de Juan Carlos de Borbón cuando se dio el proceso conocido como la reconquista de América Latina: el aprovechamiento de los capitales españoles de la crisis experimentada en la región en los años 90 para hacerse con el control de sectores estratégicos, de manera señalada el bancario, el energético y el de telecomunicaciones, si bien en México este fenómeno se dio hasta la década siguiente, con la llegada de los gobernantes del Partido Acción Nacional, quienes nunca disimularon su hispanofilia. Ante lo que hoy se sabe sobre el papel del ex monarca como gestor de las trasnacionales hispanas ante las clases políticas del exterior, es obligado preguntarse si desempeñó sus artes corruptoras de este lado del Atlántico y qué proyectos podrían encontrarse vinculados con sus actuaciones irregulares.