Política
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Nosotros ya no somos los mismos

Sentido jurídico y sentido común

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▲ El ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Jorge Mario Pardo Rebolledo, en imagen de archivo.Foto María Luisa Severiano
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l pasado 1º de febrero, el ministro Jorge Pardo Rebolledo presentó a consideración de sus pares que conforman la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) la propuesta de que, la pregunta que se les formulará a los ciudadanos el próximo 10 de abril (sobre si consideran que por pérdida de la confianza el ciudadano López Obrador debería abandonar el honrosísimo cargo de Presidente de la República) no debería explicitar que, si por el contrario, continuaban confiando en él, en sus acciones de gobierno y su proyecto de transformación, podrían manifestar su voluntad de que éste debería continuar ejerciendo el Poder Ejecutivo, expresando esta decisión al tachar una opción gramatical contraria al concepto de revocación. ¿Qué les parece, por ejemplo: ratificación? El ministro Pardo consideró, sin embargo, que incluir términos contradictorios a la hora de optar sobre cualquier cuestión, es inadmisible. ¡Por Dios, ministro Pardo! Ahora me pone usted en otra disyuntiva: ¿su profundo sentido jurídico no le da espacio para el elemental sentido común?

La interrogante que el togado Pardo Rebolledo deseaba cambiar es la que finalmente habrá de prevalecer en la consulta del próximo 10 de abril, dado que el ministro no logró con sus argumentos convencer sino a seis de sus pares. Esos seis votos, sumados al suyo, no alcanzaron el mínimo exigido para conformar la mayoría calificada que, en este caso, se requería para corregir el texto por medio del cual se exploraría, en la fecha citada, la voluntad de los ciudadanos sobre la opción a la que, la mal llamada ley de revocación del mandato, los incitaba a optar: ¿quieres tú que López Obrador siga de Presidente o que se le revoque el mandato que, hace tres años, se le otorgó? Es decir que, vía exprés, ¿lo mandemos a su rancho? Por cierto, es oportuno comentar lo que al respecto escribió el agudo y siempre bien informado, Carlos Marín (dicen tirios y troyanos –y algunos saltillenses, como el tecleador– que Marín fue el reportero non de la revista Proceso… de Julio Scherer (forma de diferenciar la de los inicios y la actualidad). Pues don Carlos Marín, con el sarcasmo que lo hace un columnista tan leído, titula su texto así: Milagrosa Corte: cuatro es mayor que siete. No, don Carlos, cuatro no es, no puede ser mayor que siete, pero sí, siete es ligeramente menor que ocho, número mínimo de miembros de la Suprema Corte, que la ley estipula conforman el tipo de mayoría que, en este y otros casos, se requiere para tomar una decisión.

Pues con todo y la decisión que finalmente tomó la SCJN, y que de alguna manera representa un esfuerzo por explicitar en qué consiste la consulta, el planteamiento de la pregunta sigue siendo confuso, obtuso y hasta abstruso, como diría el entrañable poeta León Felipe. (Abstrusas son las palabras que dicen los filósofos y que nadie entiende.) Las monjitas y los monjitos (que no se me escape la paridad), responsables de mis estudios primarios, me enseñaron las diferencias entre una frase y una oración (y vaya que me enseñaron oraciones) y, por supuesto también, las partes gramaticales que componen las oraciones. La primera, por supuesto, es el nombre o sujeto, es decir, la persona, animal o cosa que ejecuta la acción del verbo. El predicado, por otra parte, es aquello que se dice del sujeto. Éste no tiene que ser explícito, para suplirlo existen los pronombres y también las expresiones que los identifican sin necesidad de nombrarlos. Pues yo debo estar ya en una etapa de senilidad galopante, pero, la verdad sea dicha, a la preguntita de marras, no le entiendo ni jota. (Esta letra era la más pequeña en vocabularios del Medio Oriente, como el hebreo o el caldeo, por eso decir: no entiendo ni jota expresaba incomprensión o desconocimiento absolutos.) Veamos. Después de la discusión en la SCJN, en la que ninguna de las partes fue capaz de fijar la litis y encontrar una sencilla, racional, inteligible y breve explicación a la disyuntiva que con un democrático e igualitario tratamiento (“¿estás (tú) de acuerdo…..?”) el INE le plantea a todos los ciudadanos. Yo no puedo dejar de preguntarme (aunque como es usual no me conteste): ¿así tutearían los gentiles consejeros Córdova y Murayama a los barones de la plata y de los electrodomésticos o, con reverencia les ofrecerían: vuecencia si ustedes lo desean, podemos llevarles las urnas a sus mansiones? Lo cierto es que, después de este fallido intento de acercamiento a los ciudadanos de a pie y, luego de la molesta y muy fácilmente evitable cacofonía de escribir al inicio del texto: a Andrés. ¿Prefirieron los redactores aclarar que el nombre de Andrés Manuel se refiriera al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, para que nadie se confundiera, con el presidente de otros Estados Unidos que no fuéramos nosotros?

Como es costumbre, quedo en deuda con los asuntos que estamos conversando, pero, no del todo: termino con esta reflexión: un siglo es un titipuchal de años, pero 100 de ellos, dedicados al aprendizaje, a la interpretación racional, científica de nuestra vida y dedicados luego a la enseñanza, comenzando en primer lugar con la vida personal, merece todo respeto. Pablo González Casanova es parte esencial de nuestra historia: de la que nos testimonia y de la que es protagonista. Para hombres así, 100 años es el comienzo.

Twitter: @ortiztejeda