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Carta a la SEP: segunda parte del sexenio
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aestra Delfina Gómez, titular de la SEP: Con la llegada de 2022 también en el terreno de la educación comienza la segunda mitad del sexenio. En ese ámbito, las segundas partes no han sido buenas. Existen hipótesis de por qué los comienzos están llenos de grandilocuencia e iniciativas, pero luego los cierres son desesperanzadores. Hay la tendencia a que estos periodos del final sean además de anodinos, incluso represivos y hasta sangrientos. En esa historia hay persecuciones pequeñas y grandes, contra las y los estudiantes, maestras, y profesores y trabajadoras y trabajadores de nivel superior, particularmente universitarios. Es decir, la educación viva.

Los patios del enorme edificio donde usted ahora despacha, como bien sabe, durante muchas semanas en 1958 –el fin del sexenio de Adolfo Ruiz Cortines–, sirvieron de campamento y refugio a cientos de maestras y maestros foráneos y locales. Fue la primera vez que la policía de un gobierno posrevolucionario atacaba con tanta saña a los docentes por demandar en el Zócalo capitalino salarios y democracia sindical. Con eso y con el desdén clasista del luego secretario de Educación de López Mateos –Torres Bodet–, comenzó un itinerario de violencia que, en lo más notorio, incluye el 68 –al final de la administración de Gustavo Díaz Ordaz–, con el Ejército disparando a mansalva contra estudiantes y familias.

Esa ruta pasa también por el final del sexenio de Ernesto Zedillo (2000) con la ocupación de la Universidad Nacional Autónoma de México por fuerzas federales, con mil estudiantes en la cárcel y otros perseguidos por oponerse con una huelga al alza de cuotas, las restricciones a la permanencia y la ingerencia del Ceneval. Es un itinerario que alcanza su apogeo más cruel con Felipe Calderón y luego con Peña Nieto quienes deciden, el primero, evaluar a millones de niños y diagnosticar a la mayoría como inservibles (usaban una palabra menos violenta, insuficientes) en lugar de mejorar la educación.

Y el segundo, en 2016, intensificar la persecución contra maestros y comunidades hasta permitir que durante horas las fuerzas federales tiroteen casas y calles de una comunidad y sus maestros (Nochix-tlán, Oaxaca, 2016). El saldo ¿más de 110 entre heridos y muertos. Hasta la tibia CNDH calificó esto de masacre.

Después de todo eso, y en el punto de la historia en el que hoy estamos cabe preguntarle a usted como responsable de la educación del país y, si usted lo quiere, refrasear y decir más bien: cabe hacernos juntos la pregunta acerca de qué final queremos para la educación en este sexenio.

Una pregunta así, en plural, significaría que usted está de acuerdo con crear un diálogo representativo con profesores universitarios, maestros, maestras y estudiantes, para trabajar en esa construcción. Como contenido de esa discusión, podemos retomar la esperanza que ustedes candidatos y ahora gobernantes nos plantearon al comienzo del sexenio: acabar con el neoliberalismo en nuestra educación, reparar los daños causados a profesores y comunidades, impulsar la educación desde abajo y en serio con las y los actores del proceso educativo, con familias, barrios y pueblos.

Las propuestas de maestras y maestros organizados son materia indispensable de la discusión. En el caso de la educación superior, discutir qué hacer con los cuatro pilares con que el neoliberalismo se construyó un edificio antisísmico tan sólido que hasta hoy es impenetrable y que incluso se ha fortalecido:

1. La introducción de la cultura individualista y meritocrática (los mejores) en nuestras escuelas y universidades, materializada en profundas e injustas diferenciaciones salariales, 2. La evaluación no para saber qué falla, sino quiénes son esos mejores y quienes los descartables. Hablando de personas, pero también de escuelas y programas, una acreditación que no respeta la diversidad necesaria para un país plural. Una evaluación, masificada, insensible que comercializa y lucra con el acceso a la educación y que, además, se ha mostrado completamente ineficaz para elevar el nivel educativo, sobre todo de los que han tenido menos oportunidades, 3. La concentración del poder (y privilegios) en las instituciones, universidades y en el sistema, que excluye la participación de los actores de la educación y 4. La política presupuestal y fiscal que tolera niveles escandalosos de acumulación y privilegios, que se traduce, sobre todo en los niveles superiores, en el subsidio a la ciencia para las empresas y entidades privadas, a mantener el cobro de colegiaturas, limitar el derecho a la educación y la ciencia y a dejarlas en un mundo distinto al de las necesidades de niñas y niños y jóvenes, comunidades, colonias, pueblos. Para muchos, el sexenio no ha terminado.

P.S. En el Situam hemos perdido a un sabio y muy querido compañero y dirigente: Antonio Venadero. Sirvan estas letras como despedida y homenaje a su compromiso, y como un poco de consuelo a su familia y sus muchos amigos.

* UAM-Xochimilco