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Ver día anteriorSábado 30 de octubre de 2021Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El CL en el Foro 2021
C

uando las restricciones sanitarias por la pandemia comenzaron a flexibilizarse, el Cuarteto Latinoamericano (CL) reinició, en buena hora, sus actividades presenciales, ofreciendo conciertos en Santa Fe y Los Álamos, Nuevo México; Delhi, Nueva York, y León, Guanajuato. Finalmente, llegó su esperado retorno a la Ciudad de México con una presentación reciente en el auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes (Cenart), en el contexto del Foro Internacional de Música Nueva.

Programa íntegramente mexicano, muy bien elegido, muy bien balanceado, de repertorio pluriestilístico y multigeneracional, con resultados muy atractivos: tres clásicos indiscutibles, una obra de una compositora que va por ese camino y dos piezas de compositores muy jóvenes. Empiezo con ellos, pues me parece que es lo que hay que destacar en este programa. De Pablo Olaya, el CL interpretó Dualitas, obra escrita con claridad y eficacia, con una evidente preocupación por la materialidad del sonido y con fugaces referencias a lenguajes de otros tiempos. Discurso coherente y sólido, sin falsas pretensiones de neocomplejidad ni ataduras con ismo alguno. Por su parte, Palinuro en la escalera, de Óscar Alcalá, parte de un pulso inicial insistente sobre el que teje propuestas sonoras y estructurales interesantes, sin temor a la repetición de gestos, células, motivos e ideas; las secciones subsecuentes de la obra, ora análogas, ora diversas, de la primera, funcionan cabalmente como equilibrio estructural de Palinuro en la escalera. Buenas obras ambas, que muestran un oficio en proceso, que va bien encaminado; dos obras en las que sus creadores se apartan del hermetismo y la ofuscación que aqueja a tanta música nueva que nada tiene que decirnos.

De la notable compositora Gabriela Ortiz, el CL interpretó Lío de cuatro (obra dedicada, precisamente, a estos cuatro), partitura de complejo entramado rítmico que nunca pierde su enfoque (uno de los sellos característicos de su música), energética siempre, volcánica por momentos, en cuyo trayecto la compositora deposita como hitos fugaces algunos gestos populares que también están presentes en el resto de su música, siempre transformados, siempre estilizados, siempre renovados. Dato no menos importante: en Lío de cuatro, Ortiz hace un sabio uso del silencio, elemento indispensable del cual muchos músicos se han olvidado.

El resto del programa, cubierto por los clásicos indiscutibles arriba mencionados; escucharlos en un mismo programa, interpretados con esta calidad, es un lujo. Al inicio del concierto, el Primer cuarteto de Manuel Enríquez, seco, austero, objetivo, con un manejo magistral de los materiales propuestos, y con aciertos puntuales como la parca pero expresiva cantilena de la viola en el segundo movimiento. Más tarde, el Primer cuarteto de Joaquín Gutiérrez Heras, en cuya diáfana modernidad no oculta su conocimiento y afinidad con músicas pretéritas; hay en esta obra, asimismo, un contenido dramatismo que no se afilia a corriente alguna, sino que mantiene su distancia como un anuncio de identidad propia.

Y para concluir, los aforísticos Ocho tientos de Rodolfo Halffter, llenos de fugaces guiños a numerosos elementos que habitan el resto de su obra: humor, españolismo, atonalidad, patrones rítmicos inconfundibles, ingeniosos juegos armónicos. La mezcla de éstos y otros ingredientes dan como resultado una de esas obras en las que (ustedes perdonen el cuasi lugar común) la variedad y la unidad van de la mano. Aquí fue especialmente notoria la cercanía y el conocimiento de causa que el CL tiene con esta obra, presente en sus programas desde hace largo tiempo, interpretada siempre con algunas fugaces novedades aquí y allá.

En semanas recientes he escuchado presencialmente a músicos diversos, algunos de los cuales se han mostrado un tanto fríos, desconectados y fuera de forma, como consecuencia del encierro y la falta de un quehacer musical presencial; no es el caso del CL. Este rico programa mexicano evidenció un alto nivel de preparación (que debió ser muy difícil), destacando el compromiso mostrado en la puesta a punto de las dos buenas obras de Olaya y Alcalá arriba descritas.