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Tumbando caña

Adalberto Álvarez, renovador del son cubano II

C

uando el locutor anunció en la gran plaza central de Guantánamo, que Son 14 era la agrupación ganadora del 11 Festival del Son Ignacio Piñeiro, miles de asistentes ovacionaron jubilosos la decisión del jurado compuesto por parejas de bailadores. Era una tarde de noviembre de 1978 y esa banda, de reciente formación, estaba siendo aclamada como la mejor de música bailable entre una pléyade de orquestas señeras tales como Los Karachis, Afroson, Riverside y Juvenia 2000, que ya tenían un largo camino andado. Un triunfo que magnificaba su importancia por haberse logrado en la zona oriental de Cuba, la cuna del son.

El galardón obtenido en aquel momento les sirvió como visa para transitar por todo el territorio cubano como la banda más propositiva en el quehacer sonero. Integrada por músicos de Camagüey y de Santiago de Cuba, Son 14 presentaba un formato de orquesta brava: sección de aliento (cuatro trompetas, trombón), parte rítmica (percusiones afrocubanas, bajo), sección armónica (piano, guitarra y, más adelante, la incorporación del tres cubano) voz solista y coros. Formato que se alejaba del sistema charanga en boga y que podemos encontrar ya establecido desde la segunda mitad de la década de los 30 en agrupaciones como la de Roberto Faz, Félix Chapotín, Benny Moré o Rumbavana.

Pero a pesar de esa estructura convencional, Son 14 se ubicó en una posición de vanguardia mostrando una extraordinaria habilidad para hacer una música enclavada dentro de los cánones de la tradición sonera con elementos contemporáneos.

Los músicos que integraron la histórica agrupación fueron: el santiaguero Guillermo Fernández, el habanero Dagoberto Rodríguez, el camagüeyano José Fernández y el tunero Eduardo Sánchez en las trompetas; Lázaro Rosabal en el trombón; Efisio Barroso, en la guitarra; los camagüeyanos Jorge Machado en el bajo, Ubaldo Canés en las tumbadoras, y Eduardo Tiburón Morales en la voz líder; como cantantes Daniel Carmenates y el guantanamero Anderson (cuyo nombre real es Héctor Wedderbron), el santiaguero William Viera en el bongó y al piano y dirección Adalberto Álvarez, nacido en La Habana.

Para explicar el estilo del Son 14 diremos que parte del son cubano como base de identidad y de la incursión de otras armonías como estímulo a su creatividad. El asentamiento tonal de la orquesta recae en los metales y en el tumbao armónico del piano; lo demás, en el nervio rítmico del bajo y las percusiones afrocubanas; complementando con la exaltación del canto fuerte, de pregoneo, al estilo Arsenio Rodríguez, con voz solista y coro de tres, en donde logran resumir lo más genuino de la lírica cubana.

El primer álbum de Son 14, A Bayamo en coche (Egrem 1979), fue un hito en la discografía antillana. Con la asesoría del prestigiado pianista y compositor clásico Frank Fernández explotaron todo tipo de ideas a favor de un son contemporáneo. Una interacción entre lo popular y lo culto que dio como resultado un trabajo de innegable calidad pues, como anotó en los comentarios del disco el propio Fernández: Lo más popular en la tradición contemporánea, es ser culto.

Con temas como A Bayamo en coche, El son de la madrugada, Se fue mi amor y no lo vi partir, Calle Enramada Mayor, Elena la cumbanchera, Se quema la trocha, Tal vez vuelvas a llamarme, Gimen las rosas por una triste ilusión y Háblame ahora, Son 14 se adueñó de la escena cubana siendo, en ese momento hasta antes de su separación en 1983, la orquesta más escuchada en toda la isla.

Cinco años permaneció Adalberto Álvarez al frente de Son 14 y durante ese tiempo logró hacer cuatro discos continuadores de la línea iniciática, siempre con el apoyo en la producción del maestro Frank Fernández: Son como son (1981), Adalberto Álvarez presenta a Son 14 (82), Son 14, de una manera mejor (83) y Conjunto Son 14 (84).

No resultó fácil para Adalberto separarse de su proyecto inicial pues sentía que aún le faltaba mucho por desarrollar. Pero el caso es que al ser una agrupación con dos sedes (Santiago de Cuba y La Habana) la convivencia de sus integrantes con sus respectivas familias cada vez se veía impedida. Por lo que, al regresar de una extensa gira europea, la porción de Santiago de Cuba decidió separarse y quedarse en su región obligando a Adalberto a refugiarse en La Habana y formar una nueva agrupación con músicos residentes en la capital cubana surgiendo entonces la orquesta Adalberto y su Son que de inmediato se impuso en el gusto del público cubano. Una pieza del álbum homónimo, Esperando que vuelva María, se erigió como todo un acontecimiento en el verano de 1984. La nueva banda de Adalberto muy pronto rebasó a su antecesora que, por cierto, tenían imán en la presencia del cantante Eduardo Morales Tiburón pero carecían de repertorio, pues su principal creativo, Adalberto Álvarez, quien nutría de nuevos y encendidos temas a la agrupación, emprendía nuevo vuelos alejado de ellos.

(Continuará)