uando no se puede aunque se quiera, y cuando no se quiere aunque se pueda, podría decirse de los dinámicos promotores de toros en México, sin incluir desde luego a los empeñosos senadores taurinos de Morena, cuya discreción es directamente proporcional a sus aportaciones a la llamada fiesta brava, pues últimamente las embestidas descompuestas se ven afuera de las plazas.

Según instituciones serias, mientras en Estados Unidos casi 60 por ciento de las recientes hospitalizaciones por Covid ocurrieron en sujetos completamente vacunados, y países donde hace un año se ordenó el toque de queda hoy semillenan estadios y plazas de toros sin mayor temor a los repuntes del mortífero virus, en naciones más cautelosas se siguen al pie de la letra las medidas de prevención sanitaria y empresas taurinas profesionales, de la mano de las autoridades se la piensan para reabrir sus cosos cerrados tras año y medio.

Luego del desconsiderado silencio por parte de la empresa de la Plaza México, ¿o TauroPlaza México?, ¿o Espectáculos Taurinos de México?, ¿o afamada aseguradora?, por fin el pasado jueves la plurinominal organización anunció que con un aforo permitido de 75 por ciento − chin, sólo van a entrar 30 mil espectadores−, cubrebocas obligatorio y gel antibacterial a cada asistente, ofrece un serial de seis actos, tres corridas y tres novilladas, entre el 30 de octubre y el 12 de diciembre. Una especie de tenmeacá taurino para entretener un rato a los aturdidos cuanto pasivos aficionados y público capitalino.

Así, la automultinominada empresa ofrece para el sábado 30 de octubre una función diseñada por el enemigo: Corrida Nocturna de Las Luces −como en Huamantla pero sin procesión−, con Uriel Moreno, El Zapata; Ernesto Javier Calita; Juan Pablo Sánchez; Sergio Flores; Luis David y Leo Valadez con astados de Rancho Seco, José María Arturo Huerta; Jaral de Peñas, Pozo Hondo, Los Encinos y La Joya. Un festejo de ocho toros que inicia a las ocho de la noche. En peligro ni Metro alcanza uno, pero todo sea por la reapertura y la emoción emergente.

El 14 de noviembre reses de Jaral de Peñas para los novilleros Miguel Aguilar, Eduardo Neyra y la presentación de Alejandro Adame. El 21 de noviembre novillos de Marrón para Héctor Gutiérrez, Sebastián Ibelles y debut de Julián Garibay. Y entusiasmada por haber reabierto, la empresa anuncia el 28 de noviembre una vorágine de taurinismo que incluye corrida de rejones con Andy Cartagena y Emiliano Gamero, los Forcados Amadores de México, el Show Ecuestre Domecq México Mil Colores con orquesta sinfónica, ah, y dos ejemplares de Julio Delgado y dos de La Estancia. No, padrísimo. La banalización de la fiesta en pleno.

Conscientes de que el futuro de la tauromaquia está en los jóvenes, el domingo 5 de diciembre será la tercera novillada, con José Miguel Arellano, Juan Pedro Llaguno y la presentación de José Alberto Ortega, quienes se las verán con una novillada de Caparica. Ocioso preguntar por el triunfador en España, el moreliano Isaac Fonseca o por el lagunero Arturo Gilio. No les dijeron o no se arreglaron.

Para cerrar con broche de oro tamaña reapertura, el 12 de diciembre se llevará a cabo la Corrida Guadalupana con los españoles Antonio Ferrera y Morante de la Puebla, y los mexicanos Diego Silveti y Diego San Román −hubieran puesto a un Pepe− quien tomará la alternativa con bureles de Fernando de la Mora y Bernaldo de Quirós. Los esquemas de siempre, renuentes a apostar por la innovación en toros y toreros. Ya nos ocuparemos de los reactivadores, igual o más creativos.