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Guerra y caos arriba; resistencia y dignidad abajo
D

esde la distancia no se pueden aportar análisis tan precisos y ajustados como los que aparecen en el comunicado del EZLN, del 19 de setiembre, Chiapas al borde de la guerra civil (https://bit.ly/3krmlH6). Tampoco un bordado de datos como los que integran el artículo de Luis Hernández Navarro, El infierno chiapaneco (https://bit.ly/3ksil9l).

Sólo quisiera enmarcar la agresión a las bases de apoyo zapatistas, en particular, y a los pueblos originarios de Chiapas y de otras geografías, en general, en la estrategia de guerra perpetua definida por el Pentágono, que se despliega en estos momentos con una tremenda capacidad destructiva.

La contrainsurgencia ha mutado tanto como la guerra. En Vietnam, el Pentágono creó las aldeas estratégicas, donde encarceló a 8.5 millones de campesinos, 55 por ciento de la población total de Vietnam del Sur (https://bit.ly/3kwjmxm). Era la forma de aislar a la guerrilla para evitar que se moviera como pez en el agua, según el aserto de Mao.

En las guerras actuales no se trata de quitarle el agua al pez, como se hizo hasta la derrota de Estados Unidos en el sudeste asiático, sino de enturbiar y envenenar el agua, para que nadie pueda vivir en paz, y así el capital sigue destruyendo creativamente, territorios y pueblos, para seguir acumulando.

Lo primero a tener en cuenta es que la guerra dejó de ser un medio para convertirse en un fin. Antes las guerras pretendían derrotar enemigos para instalar una paz que permitiera la continuidad y fluidez de la acumulación de capital. Ahora la guerra es el fin, porque el capital acumula despojando, robando, destruyendo.

Los ingenieros de la guerra, los que tienen una visión más clara y descarnada de las necesidades del capital y del imperio, para seguir siendo el poder dominante, no andan con vueltas. El teniente coronel Ralph Peters, en un texto diáfano como Constant conflict (Conflicto constante), publicado en la revista militar Parameters en 1997, enseña la brutalidad conceptual del Pentágono (https://bit.ly/39pEHBY).

La democracia es apenas esa hábil forma liberal de imperialismo. Peters recomienda la guerra sucia para mantener la dominación, y destaca que no habrá paz, ya que durante el resto de nuestras vidas habrá múltiples conflictos en formas mutantes en todo el mundo.

La guerra perpetua del Pentágono busca mantener el mundo seguro para nuestra economía y abierto a nuestro asalto cultural, con un ejército bien informado capaz de negar ventajas militares a nuestros oponentes. Es evidente que cuando el capitalismo se convirtió en sinónimo de guerra, el pensamiento militar es el que define los modos de actuar y los pasos a seguir.

No se le puede negar precisión y lucidez a estos análisis, por más que resulten repugnantes. La guerra perpetua busca eliminar porciones enteras de la población, a la que consideran sobrante, como ha sido analizado por el subcomandante Marcos, en el texto ¿Cuáles son las características fundamentales de la IV Guerra Mundial?, hace ya más de dos décadas (https://bit.ly/3hSKwfS).

Que la guerra se haya convertido en el fin del sistema, cambia las cosas de raíz. El mejor escenario para comprender la guerra perpetua es Siria, donde no hay potencias mejores ni peores, ni regímenes o gobiernos aceptables; donde las milicias kurdas defienden a su pueblo de un amplio espectro de enemigos: desde los ejércitos de Turquía y Siria hasta las bandas del Estado Islámico y otros grupos terroristas.

Como en Chiapas, estos grupos no surgieron espontáneamente, sino arropados por el Estado, sostenidos por los más diversos gobiernos, incluso por los que se denominan progresistas. Sencillamente, porque son formas sistémicas de dominación, o sea los modos de mantener a los capitalistas en el lugar de mandones.

Asumir que la guerra será para un largo periodo histórico, plagado de tormentas sistémicas, supone decidir el tipo de organización y las formas de lucha adecuadas a esta nueva situación. Si la guerra busca instalar el caos, debemos ser principio de orden y claridad en nuestros territorios. Si quieren instalar la muerte de pueblos y de geografías, defendamos la vida en todo tiempo y lugar.

Por supuesto que los gobiernos progresistas no comprenden el peligro, porque sueñan con poder gobernar a las mafias narcoparamilitares. No perciben que esas mafias están dispuestas a enfilar sus armas contra esos mismos gobiernos que miran para otro lado, mientras disparan contra los pueblos. Cuando adviertan el error, será demasiado tarde.

Entre los de abajo, lo primero es la cohesión comunitaria y el apego a los territorios en resistencia. Aunque elegimos transitar el camino de la lucha pacífica, no somos pacifistas, no renunciamos a defendernos. En cierto momento hace falta un tatequieto, un ya basta colectivo que ponga las cosas en su sitio.

El potente comunicado del EZLN nos alerta de la cercanía de esos momentos. Cada quien, en su geografía, estamos alertados.