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Pedro Salmerón escribe La batalla por Tenochtitlan para quitarnos la idea de que fuimos conquistados
 
Periódico La Jornada
Martes 29 de junio de 2021, p. 6

El sojuzgamiento de México-Tenoch-titlan es la historia peor leída y entendida; nos ha hecho más daño a los mexicanos que casi cualquier otra, sostiene el historiador Pedro Salmerón Sanginés, autor de La batalla de Tenochtitlan, libro editado por el Fondo de Cultura Económica.

Es el brutal y atroz discurso del nacionalismo centralizador y, sobre todo, de la ideología priísta que retomó con singular fuerza Octavio Paz, explica Salmerón (Coatzacoalcos, 1971) en entrevista en línea.

El título omite la palabra conquista para referirse a ese periodo, porque, “como dice Guy Rozat y retomo en el texto, no hay conquista de México; llamarle así es un invento ideológico e histórico que se inició con Hernán Cortés. Existe la derrota militar de un altépetl (señorío)”.

Según esa versión, la derrota militar de México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco daba a la corona de España, lo que quiera que eso fuera, derecho de imponerse sobre todo un indeterminado territorio que iría desde Tierra de Fuego hasta el Océano Ártico.

Salmerón Saginés añade que no hubo dominación política de México-Tenochtitlan sobre casi ningún territorio. Hubo una especie de control económico, tributario, en algunos espacios de lo que hoy es el centro y centro-sur del actual México, pero no hay la idea de que al rendirse esa urbe, todos estos lugares tuvieran que ser parte o dominio de la corona española.

Luego de la caída de la capital mexica, muchos grupos indígenas continuaron indómitos. Hubo una larga guerra, de 1517 a 1550, según algún autor. Esa cronología sólo puede aplicarse al área mesoamericana no maya. El último señorío maya reconocido como tal se rindió en 1697, pero la selva en los actuales Quintana Roo y Yucatán sigue habitada por grupos mayas de agricultura avanzada que nunca se sometieron a los españoles. En Chiapas pasa lo mismo.

También ocurrió la guerra chichimeca, que duró hasta alrededor de 1600 en los actuales Querétaro, Guanajuato, Zacatecas, San Luis Potosí y Aguascalientes, seguida de los enfrentamientos en la Nueva Vizcaya; la guerra apache, cuya última batalla en el territorio mexicano fue en 1884, y en 1847 renació la llamada guerra de castas, que terminó oficialmente en 1903, cuando el ejército mexicano, porfirista, ocupó la capital maya, Chan Santa Cruz.

Así, La batalla por Tenochtitlan es “para quitarnos la idea de que fuimos conquistados, que trata de unificar en una dizque nación mestiza de descendientes de mexica y español; en cambio, es para ubicar ese enfrentamiento como un momento clave, entre 1520 y 1521, de estas guerras y meterla en su dimensión.

Este país es múltiple, complejo, y no fue conquistado. No somos un país sometido. La cuestión es entenderlo como guerra mesoamericana. Quitemos la lupa de Hernán Cortés, ampliemos la mirada y dejemos de creer en su cuento.

Añade que si eres ejidatario de Xochimilco o comunero de Milpa Alta, y tú o tu familia hablan náhuatl, provienes de una ciudad Estado que derrotó a los españoles en Xochimilco y luego se alió con ellos, pero no como sometidos, para combatir a México-Tenochtitlan. Es entender que identificar raza o etnia con nación es un invento brutal y devastador del siglo XIX.

También destaca que hay que hablar de clases sociales. Friedrich Katz presentó la idea de que buena parte del discurso de quienes se suman a la alianza antitenochca es el mismo de los rebeldes agrarios de muchos otros lugares del mundo. Para él, México es uno de los países con mayor tradición de rebeldía.

Refiere que Katz propuso una “superposición de una guerra de élites dominantes de ciertas ciudades Estado, de ciertos altepeme (plural de altépetl), y una rebelión campesina casi social. Son dos niveles. Llegaron los españoles y ya había tres factores”. Concluye: Moctezuma no era cobarde ni débil.