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¿La fiesta en paz?

Urge devolverle a la sociedad la fiesta de los toros: Alejandra Carvajal

U

na acertada gestión política se refuerza si atina a fortalecer, puntual y eficazmente, las tradiciones de la sociedad que pretende gobernar. Durante las pasadas décadas las autoridades de todos los niveles, salvo excepciones, se han ido desentendiendo de la vigilancia y estímulo a una de nuestras tradiciones como lo es la fiesta de los toros, lo que erróneamente se ha aprovechado para gestionar un espectáculo privado, no sólo de imaginación y empatía con la gente, sino de paulatino despojo de esa tradición a la sociedad que la forjó. Por eso urge que los taurinos le devuelvan esa fiesta a la sociedad mexicana, saturada de espectáculos iguales a los del resto del mundo, es decir, sin la originalidad y grandeza de la tauromaquia.

Habla Alejandra Carvajal González, Tita, aficionada tlaxcalteca pensante que nutre su sólida formación taurina en dos vertientes genealógicas: los Carvajal del hierro de Zotoluca (1908), cuyo abuelo Rubén la manejó por casi medio siglo, y los González de Coaxamaluca (1907), cuyo abuelo Felipe, el legendario Gallo Viejo, estuvo al frente por casi siete décadas. Fueron dos ganaderías tan prestigiadas que Zotoluca debutó en El Toreo de la Condesa el 23 de noviembre de 1913, con Rodolfo Gaona y Luis Freg, y Coaxamaluca lo hizo el 28 de noviembre de 1920, con Rodolfo Gaona y Dominguín padre. Durante más de medio siglo de triunfos, a esos criadores los caracterizó el respeto por la bravura, no por la suavidad pasadora.

“Son muchos los daños que los propios taurinos han causado a la fiesta de los toros en México −añade Tita−, ya por su errática actuación, su deliberada omisión o su inexcusable silencio, y ante la disminuida oferta de espectáculo, la afición no tuvo otra forma de protestar que dejando de asistir a las plazas. Otro factor ha incidido en este paulatino debilitamiento de una tradición mexicana con 495 años, además del despojo de que hablaba por el disminuido respeto a la fiesta y al público, y es el auge del animalismo como falso humanismo que se ha traducido en el antitaurinismo, carente de información sobre el toro y la tauromaquia pero sobrado de financiamiento por parte de trasnacionales.

“Tlaxcala, mi estado, cuenta con todos los elementos para hacer repuntar la rica tradición taurina que posee: ganaderías, toreros, plazas, capacidad organizativa y un público siempre dispuesto a emocionarse, no a divertirse, en la medida en que tan original espectáculo recupere la verdad que lo debe caracterizar. Esa verdad de la tauromaquia comienza por el respeto a la dignidad animal del toro, a su edad, trapío y astas íntegras en cuanta plaza importante aparezca, lo que obliga a un regionalismo taurino bien entendido, es decir, a darle prioridad, sin complejos, a toros y toreros de la entidad, así como a buenos diestros marginados, y más ahora con las entradas restringidas por la pandemia.

“Carece de sentido −abunda Alejandra− seguir avalando el negocio del figurismo, muy caro y ya sin capacidad de convocatoria, fomentado por empresas poderosas pero sin suficiente sensibilidad hacia nuestra fiesta y nuestro público. El concepto del negocio taurino a base de figuras funcionó porque había notorio contraste de estilos, competitividad, regularidad de actuaciones, posicionamiento de la fiesta en los medios y ética y profesionalismo a partir de un toro que solía dar espectáculo. Lo que ya no podemos permitir quienes de verdad amamos esto es que el pensamiento único anglosajón y sus aliados dentro de la fiesta, continúen debilitando la tradición taurina de México −remata Tita encastada.