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Exponen en Madrid el intenso vínculo entre Miró y la poesía
Foto
La siesta (julio 1925-septiembre 1925). Óleo sobre lienzo. 113 x 146 cm.Foto © Successió Miró 2021
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 6 de junio de 2021, p. 3

Madrid. Para Joan Miró, el lienzo era como una hoja en blanco en la que el poeta expresa sus verdades y miserias. Dicho de otro modo, el poema literario es una vía de inspiración para la creación plástica, pero también la metáfora poética está presente en la reflexión artística, pictórica, como en la discusión permanente sobre la evolución del lenguaje.

El artista catalán, uno de los grandes genios del siglo XX, leía a todas horas, casi todos sus grandes amigos eran escritores, poetas, y él mismo escribió grandes textos literarios. Por eso, la exposición que se muestra en la Fundación Mapfre de Madrid, Miró poema, cierra un círculo crucial en la prolífica trayectoria del creador. En ella confluyen sus reflexiones sobre el arte y la literatura, pero también sus inspiraciones más íntimas, en las que siempre hay un vínculo, un guiño a la literatura, a la poesía.

Miró pensaba y afirmaba de forma rotunda: No hago ninguna distinción entre pintura y poesía. Y así vivía, en una infatigable vida de creación plástica, de lectura de textos poéticos, de la simbiosis de ambos. Era una forma de crear, de entender la inspiración y el debate intelectual y estético, que también se imantaba en eso que se llamó las generaciones de vanguardia a las que él mismo perteneció, como el surrealismo o el dadaísmo.

Por primera vez se expone en Madrid ese vínculo tan intenso, tan prolífico, entre Miró y la poesía. Se hace mediante 17 cuadros, 31 dibujos, nueve libros de poesía y distintos documentos. En todas esas piezas, con el habitual lenguaje de Miró, sobrevuela la pregunta que siempre se hizo él mismo: si era un poeta que pintaba o más bien un pintor poeta, encrucijada que se planteó en los años 20, cuando en 1925 explicó a su amigo y escritor francés Michel Leiri, en una carta fechada en Montroig el 10 de agosto de aquel año, y en la que aseguró que sus obras desarrolladas a partir de algún detalle artificial seguían el mismo proceso que algunos textos de profundidad metafísica concebidos “a partir de un sonido cualquiera, como el ‘cri-cri’ del canto de un grillo o la pronunciación de una consonante o una vocal”. Es decir, advirtió, no hago distinción entre pintura y poesía.

Arte con profundidad metafísica

En ese momento, cuando albergó ese hallazgo íntimo y creativo, entendió que su arte, más allá de ser descriptivo o narrativo, sería estrictamente poético, con profundidad metafísica, con sus lenguajes misteriosos y sus densas disgregaciones sobre la vida y la muerte, que al final resolvía con figuras en color que transpiraban versos elocuentes de la locura y el precipicio.

En la exposición se incluye para empezar el lienzo Nord-Sud (1917), el primero en el que Miró integró la palabra escrita al incluir los términos de esos dos puntos cardinales en medio de un bodegón que incorpora un libro de Goethe. Otras piezas claves de la exposición son La siesta (1925), con formas y signos sobre un suave fondo azul alusivos a la escritura automática, y Poema III (1968), donde son elementos centrales una luna resultante de agrandar una coma –se ve en los dibujos preparatorios– y las letras MA, últimas de la palabra poema, pero también primigenias en nuestro lenguaje.

La muestra se centra también en la relación que mantuvo con otros artistas, sobre todo con base en colaboraciones en poemarios, como con Joan Brossa, Lise Hirtz, Paul Éluard, Tristan Tzara, Jacques Dupin y Jacques Prévert.

Miró poema se divide en dos partes: una entre los años 1920 y 1930, en la que las pinturas incluyen metáforas y onomatopeyas, y otra de los años 60, donde los lienzos toman por título palabras como poema, letras o escritura. Junto a ellos pueden verse tres libros en los que Miró combinó textos e ilustraciones: Le lézard aux plumes d’Or (1971), Ubu aux Baléares (1971) y L’enfance d’Ubu (1975). Y, como nexo entre las dos épocas, el óleo de gran formato La golondrina deslumbrada por el brillo de la pupila roja, que pintó en 1925 y completó en 1960.

La muestra abre con una hermosa vitrina en la que se aprecian algunos de los poemarios que tenía Miró en su biblioteca, de alguna forma sus libros más queridos, más personales. Entre ellos, Azul, de Rubén Darío. La muestra se podrá ver en Madrid hasta el 29 de agosto.