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Los niños son los lectores más críticos y de los que más se aprende: Raúl Godínez

Los pequeños siempre tienen la imaginación más aguda, el juicio más claro; te confrontan, te exigen mucho, asegura el autor de La vida siempre tiene trece años

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▲ Publicado por Ediciones del Ermitaño, el libro consta de 13 cuentos en los que cada protagonista tiene una edad que avanza de manera cronológica.Foto cortesía del autor
 
Periódico La Jornada
Domingo 6 de junio de 2021, p. 2

Escribir para niños reconcilia con el mundo, nutre, brinda energía, dice Raúl Godínez (Ciudad de México, 1967), autor del libro de cuentos La vida siempre tiene trece años, dedicado a los pequeños lectores que siempre tienen la imaginación más aguda, el juicio más claro, directo y también más definitivo.

Publicado por Ediciones del Ermitaño, para su colección El Salmón Ilustrado, el volumen presenta 13 relatos en los cuales cada personaje principal tiene una edad determinada que va avanzando de manera cronológica.

Hay un cuento sobre un niño recién nacido, otro donde el protagonista tiene dos años, el siguiente tres, el otro cuatro, etcétera, y sus puntos de vista, sus reflexiones y aventuras se van modificando de acuerdo a la etapa que viven. El libro termina cuando ellos tienen 13 años y son unos preadolescentes que han transformado su personalidad y su forma de enfrentar el mundo, explica Godínez en entrevista con La Jornada.

A la par de incursionar en la poesía y la narrativa (obtuvo el Premio Nacional a las Letras Valladolid 2013 por su novela Umbra), el escritor se ha enfocado en la confección de historias para niños, un público que, reitera, exige mucho, porque “entiende el lenguaje como un juego, como un elemento de creación.

“Por eso, me gusta poder establecer un diálogo con los pequeños, pues nos tomamos libertades con determinados personajes, diálogos y propuestas que en el mundo del adulto casi se han cancelado. Los niños saben que las palabras son juguetes y dulces y globos de colores. Los adultos piensan que son sólo un medio de expresión.

“Los lectores niños o adolescentes tienen la capacidad de reír, de asombrarse y bromear. Los niños pueden volar. A los adultos les cuesta trabajo desplegar las alas. El adulto toma distancia de todo. El niño no, se deja asombrar, pues convive cada día con la sorpresa, con el asombro de descubrir la vida.

Relatos de nostalgia

El lector adulto conoce las claves para mentirte cuando un texto no le gustó: finge, sonríe y adula al autor. Un niño, no. Va, te busca, te señala, te recrimina, te confronta. Se aprende más del niño como un crítico lector, con su lenguaje directo, que con el adulto. Cuando el niño ya se ha volcado hacia tu historia, sabes que ganaste a un lector, que a ese niño le ha picado la cosquilla de la lectura de los libros, y eso puede transformar su vida.

Raúl inició el proyecto de escribir para niños cuando nació su hijo mayor y lo concluyó cuando su hijo menor terminó la primaria. Lo que vivió al lado ellos le dio la materia prima para escribir en torno a la infancia.

Ver nacer y crecer a los hijos permite reconocer las claves del juego, la alegría, el regreso al nacimiento del río. Es reconstruir el camino ya andado, pero con nuevas claves que permiten volver a disfrutarlo. En los 13 cuentos que integran este volumen hay nostalgia, recuerdos, vivencias, pero pongo énfasis en el punto de vista de los pequeños, detalla.

–¿Qué tiene de especial tener 13 años?

–Se sale de la primaria, cambian los amigos, las expectativas; a veces se cambia de colegio, te empiezan a inquietar las niñas. Se tiene la vida por delante, se sientan las bases de la personalidad, se puede ser feliz cada día. A los 13 años se atraviesa el portal de la inocencia, y lo que sigue a partir de entonces es la vida. Antes de los 13 la existencia puede ser el paraíso, o por lo menos la travesura, el juego, la risa desbordada, y si no lo es, los adultos tendríamos que trabajar para que así fuera para todos los niños. A esa edad el mundo es el universo.

–¿Cuál es la principal diferencia entre La vida siempre tiene trece años y tus anteriores libros de narrativa?

–Veo una transición desde la soledad, la depresión, el ensimismamiento, que se nota en libros como El perverso enigma de tu ser o en Umbra, o desde la decepción política y la violencia que está presente en mi poemario El sicario y el poeta, hasta arribar a este libro de aventuras para niños, donde se hace evidente la ternura, el humor y la camaradería. Aquí los personajes han aprendido a reír, a asombrarse y buscan ser felices e imponerle al mundo su presencia y su arrojo. Volver la mirada hacia la infancia es un truco para envejecer mejor.