Nosotros no vamos a reprimir y a resolver nada por la fuerza, enfatizó el presidente Andrés Manuel López Obrador. Horas antes de la liberación de los estudiantes de la normal rural de Mactumactzá, Chiapas, adelantó en Palacio Nacional la pretensión de su gobierno de que los jóvenes salieran de prisión. Horas más tarde así ocurrió.

Por la mañana, el tabasqueño recomendó a las autoridades no recurrir a acciones coercitivas y del lado de los manifestantes abstenerse de posturas violentas. Incluso se comprometió –una vez resuelto el actual proceso electoral– a dar aquí una lección sobre cuántas acciones de desobediencia civil se pueden aplicar en contra de las autoridades.

Dio a conocer, también, que los fondos del programa La Escuela es Nuestra (15 mil millones de pesos) se ocuparán en el mantenimiento de 55 mil instalaciones educativas, para el inminente regreso a clases en territorio nacional. Y al responder a la interrogante de cuántos estudiantes han retornado a las aulas, afirmó: todavía es poco, pero estamos seguros de que a partir del lunes próximo va a empezar a incrementarse.

La víspera, un grupo de campesinos del estado de Hidalgo –que reclamaban la perforación de pozos y el mantenimiento a las escuelas de sus hijos– fue agredido por la policía de la entidad provocando la muerte de un agricultor. López Obrador dijo haber tocado el tema con su gabinete de seguridad: No vamos nosotros a reprimir y a resolver por la fuerza nada, subrayó.

Ayer por la mañana, las puertas de acceso a Palacio Nacional amanecieron bloqueadas por grupos de normalistas que demandaban la liberación de sus compañeros de Mactumactzá (lo cual se concretó más tarde) y profesores del sistema de telebachillerato, quienes demandan mejores condiciones de trabajo.

En el interior del recinto, el mandatario se pronunció por la protesta pacífica: “un día voy a dar aquí una lección sobre cuántas acciones de desobediencia civil se pueden aplicar en contra de las autoridades, lo que tiene que ver con la no violencia.

No se puede enfrentar con violencia a un adversario, a una autoridad, no se logra nada; al contrario, se corren riesgos y se desprestigian los movimientos. Un dirigente puede poner en riesgo su vida, pero no tiene el derecho de poner en riesgo la vida de los demás. Un buen dirigente no es el que azuza.