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Conmemoración en lucha por la paz con justicia y dignidad
E

l 24 de enero, con múltiples eventos en línea y algunos presenciales, se conmemoraron 10 años de la partida de uno de los hombres que mejor representan la lucha por la construcción de paz en la historia de nuestro país.

Samuel Ruiz fue uno de los obispos más jóvenes en asistir al Concilio Vaticano II y uno de los que mejor comprendieron la fuerza transformadora del mismo. Desde entonces, un joven y brillante Samuel Ruiz entendió que el objetivo que le mandataba el concilio era constituir iglesias autóctonas, a través de procesos de diálogo e inculturación.

Al Concilio Vaticano II le siguieron las conferencias episcopales latinoamericanas de Medellín y Puebla, donde se reafirmó el carácter liberador de la reflexión que se impulsaba en el continente.

Aún hoy suele señalársele como representante de la teología de liberación por haber nacido ésta como parte de un mismo proceso histórico latinoamericano. Sin embargo, él diferenciaba su aporte y proyecto como producto del encuentro liberador con los oprimidos y no de la reflexión teológica.

Mas fue impulsor, junto con otros obispos del continente, de una mirada teológica y pastoral latinoamericana de dimensiones históricas en procesos liberadores y de solidaridad en la región. Dentro de éste importante movimiento eclesial, fue pionero del impulso a la teología india, aportando claves que hoy retoma y relanza globalmente el papa Francisco desde la reflexión de la ­Panamazonia.

Con un compromiso profundo con esas comunidades indígenas, Samuel Ruiz impulsó un proceso de fortalecimiento del sujeto social indígena desde la colectividad y en respeto a su cosmovisión y cultura.

En 1974 la diócesis coordinó el Congreso Indígena de Chiapas. Como resultado, comunidades indígenas, de diferentes pueblos y lenguas, no sólo se encontraron y reflexionaron sobre problemáticas comunes, sino que descubrieron la capacidad organizativa que tenían entre ellas y su fortaleza como sujeto transformador de la realidad.

La labor de Samuel Ruiz se materializó también en la formación de equipos de trabajo, siendo éste el modo en que se dice, que siempre prefería trabajar. Fundó organismos civiles para que trabajasen en conjunto con el proceso organizativo de las comunidades y de lucha por sus derechos y acompañó la formación de organizaciones indígenas desde las comunidades.

Debido a su vínculo tan cercano al proceso organizativo de las comunidades, la única iniciativa de mediación viable ante el levantamiento armado sólo pudo venir de él.

Su legado como mediador, constructor de paz y transformador de conflictos es vastísimo y fundamental, justamente porque es consecuencia de todo un proceso de vida en compañía y desde un respeto profundo por los pueblos, su libertad y decisión. Además, no se limita al proceso del conflicto armado en Chiapas. Años después participaría también en la mediación del conflicto entre la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO) y el gobierno del estado y en la mediación entre el gobierno federal y Ejército Popular Revolucionario (EPR) por la localización de dos de sus integrantes desaparecidos.

Nos dejó dos cartas pastorales en que expresa un análisis optimista en el poder transformador de los pueblos al tiempo que se denuncia al sistema económico global como la mayor amenaza a una paz con justicia y dignidad.

Esa imagen de una paz activa, producto del esfuerzo y el compromiso, orientó su labor en momentos cruciales como el 27 de febrero de 1994, cuando por primera vez el gobierno mexicano y el movimiento armado comparecían juntos en la catedral de San Cristóbal para anunciar los primeros acuerdos para el diálogo. Esa tarde, tras abrazar a uno de los zapatistas y al comisionado por la paz en Chiapas pronunció la frase: La paz es un don de Dios, pero también una conquista.

Este 2021 es una oportunidad para analizar el futuro con esa mirada tenaz y crítica, pero, al mismo tiempo, siempre optimista de un mejor porvenir como la que tenía y expresaba desde su fe el obispo Samuel y que aún hoy suele resonar en la voz de Miguel Álvarez, quien fue su secretario y uno de sus más cercanos colaboradores; invitándonos a mirar más allá de la obscuridad de los momentos difíciles que atravesamos como humanidad para apreciar mejor las luces del camino. O en las propias palabras de don Samuel: Precisamente sobre el trasfondo oscuro por el que caminan los pueblos, constato que hay signos de esperanza, que resplandece la luz de las señales de vida y la presencia fecunda de la palabra divina que ha inspirado, a tantas personas y comunidades, en su búsqueda de la justicia y la paz.

También, el 16 de febrero de 2021, se cumplen 25 años de la firma de los acuerdos de San Andrés Larráinzar, que materializan la lucha por la paz en el reconocimiento a la autonomía de los pueblos indígenas del país. Conmemoremos estos hechos en la exigencia y esperanza de que se alcance al fin su cumplimiento…

* Director de Serapaz