Opinión
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Sin ciudadanos no hay partidos
N

o hay duda, en México colapsaron los partidos políticos; los grandes derrotados en 2018, PRI y PAN, perdieron militantes, perdieron las elecciones y, según dicho popular, hasta el modito de andar; el PRD prácticamente dejó de existir y los más pequeños, siempre en segunda fila o atrás de bambalinas, sobreviven por sus características peculiares. Algunos por la calidad de sus dirigentes, tolerados por las bases si bien no electos por ellas; entre ellos, los más significativos son el PT de izquierda, aliado histórico de Morena y de su candidato presidencial, que ha tenido en toda su historia un solo dirigente indiscutido; el Verde Ecologista, el de las tres mentiras como le llama el periodista Julio Hernández, Astillero, pertenece (es una forma de hablar) a élites familiares, el PES por su parte, a élites religiosas evangélicas.

Éstos, los pequeños, han sido útiles para completar los rompecabezas que integran mayorías necesarias para asegurar en las cámaras del Congreso decisiones que interesan a los partidos mayores y de esta necesidad se aprovechan para colocar candidatos o para postular algunos que no encontraron acomodo en los partidos mayores.

Parece que las ideologías, la doctrina, los principios no cuentan. Morena puede salvarse aún, pero va por el mismo camino nada claro, imitando cada vez más a sus competidores; son los misterios del mimetismo; la historia no ha sido buena maestra de sus dirigentes y esto sí duele. Un lema de campaña que conmovió es abandonado; yo mismo lo asumí y aún confío en su realización, Morena es la esperanza de México; lamentablemente lo que fue buena estrategia de campaña es enviado al olvido.

Está en riesgo la naturaleza misma del partido, popular en sus orígenes, que avanzó en muy poco tiempo contra viento y marea siguiendo a su líder fundador e impulsor y creyendo en el estribillo convincente, sólo el pueblo salva al pueblo, lema que hoy se guarda para mejores ocasiones.

En mi opinión, no es difícil encontrar la raíz del mal que ha contagiado a los partidos mexicanos; se trata del descuido en la formación de ciudadanos y sin ciudadanos no puede haber verdaderos partidos; necesitamos ciudadanos, no súbditos, ni fanáticos, ni agradecidos por las dádivas, ni comprometidos por intereses y no por convicciones.

¿Qué es un ciudadano? Nuestra Constitución, siempre hay que volver a ella, lo dice en su artículo 34: Son ciudadanos varones y mujeres que tengan la calidad de mexicanos, más de 18 años y un modo honesto de vivir. Estos tres requisitos no son difíciles de alcanzar, en especial el de la edad, sólo hay que dejar correr el tiempo. Pero esto no es todo, los ciudadanos, mujeres y hombres tienen prerrogativas y obligaciones y para disfrutar de unas y cumplir las otras, se requiere algo más, no basta el título de ciudadano fácil de alcanzar; es necesario completar esa definición jurídica con un contenido ético valioso y ése es la obligación de la sociedad en general pero en especial de dos instituciones que son la escuela y los partidos. Para ser ciudadano, no se exige ni siquiera saber leer y escribir y eso está bien, todos somos iguales en lo esencial y debemos tener los mismos derechos y las mismas obligaciones, pero el país no avanzará con ciudadanos manipulables; se requieren buenos ciudadanos que sepan pensar, dialogar, disentir o coincidir, con información y libertad, y esos ciudadanos, formados e informados, han sido ­descuidados.

Cuando Acción Nacional era ejemplo de honor y convicción, pero no podía obtener triunfos frente al partido oficial y todo el poder del Estado, sus dirigentes decían que el fin del partido no es sólo llegar al poder y que hay un fin de más alto nivel que es formar ciudadanos y durante años, antes del asalto de los empresarios, formó ciudadanos. Morena nace desde la oposición, se nutre de ciudadanos dispuestos a sanar a México sin aspirar personalmente a cargos para ellos mismos y confiados más que nada en la integridad, inteligencia y entrega de su líder; cierto, pero no se prepararon a fondo.

Si los partidos quieren ganar credibilidad y respeto, más que obtener asientos en congresos y cargos municipales y de gobierno, deben formar a sus ciudadanos, facilitar que ellos sean mexicanos con responsabilidad, amor a la patria, solidarios y capacitados para asumir con eficacia cargos partidistas y puestos de gobierno si son llamados para ello.

Formar ciudadanos es formar personas libres e inteligentes y esta labor, que en principio es de toda la sociedad, recae especialmente en las escuelas, las familias y los partidos políticos. Durante los gobiernos neoliberales se trastocaron valores y se buscó privatizar la vida pública y eso no ayudó a formar buenos ciudadanos, corregir este error y alentar a los partidos a que funcionen debidamente sus órganos, encargados de la capacitación y formación, será esencial si no queremos tropezarnos, otra vez, con la misma piedra.